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Operación Delta I: así será la pionera extracción del mar de un pecio hundido en Cádiz hace casi 400 años

La recuperación, motivada por unas obras en el puerto, permitirá estudiar la arquitectura naval del barco, que luego se devolverá al mar

Un buzo muestra una pieza de cerámica encontrada en el 'Delta I'.Foto: CENTRO DE ARQUEOLOGÍA SUBACÚATICA DE CÁDIZ (IAPH)
Jesús A. Cañas

Todo en el Delta I es un gran misterio, hasta su verdadero nombre. ¿Qué pasó para que un barco cargado de cañones suecos y plata americana acabase hundido en las inmediaciones del puerto de Cádiz hace casi 400 años? ¿A dónde iba y de dónde venía? ¿Cuál era su bandera? Todo son preguntas sin respuesta desde que ese pecio perdido apareció en 2012 bajo metros de fango, durante la obra de la nueva terminal de contenedores. Con el estimulante reto de tanto enigma por resolver, el barco de mediados del siglo XVII va a emerger de las profundidades de la bahía gaditana en los próximos días, en una operación pionera e inédita en España. El izado permitirá estudiar y escanear al detalle su arquitectura naval para luego volver a las profundidades del Atlántico.

La historia reciente del Delta I —denominado así cuando se halló por casualidad hace 12 años junto a otros dos barcos más— está llena de primeras veces. Entonces, fue la primera vez en España que se diseñaba un plan para desplazar un pecio histórico hundido de su ubicación original. Ahora, “será la primera vez que se saque del mar” para su estudio, como explica Milagros Alzaga, jefa del Centro de Arqueología Subacúatica (CAS), del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico (IAPH) y principal artífice del proyecto. Si en aquel momento fue porque la ubicación del yacimiento topaba con la obra de la nueva terminal, en estos días la extracción —financiada e impulsada por el Puerto de Cádiz— será realidad por unos trabajos de ampliación de ese mismo espacio ganado al mar.

Los trabajos, que ya han comenzado bajo el agua, no se prevén sencillos. Será necesario asegurar e izar una estructura de 20 metros de eslora por siete de manga. Esa envergadura se corresponde con la parte de abajo conservada del pecio, conocida como el plan del barco. Los buzos de la empresa Divership se afanan por localizar las cinchas que se colocaron hace más de una década para mover los restos, que pasaron de los 19 metros de profundidad en los que apareció enterrado en el lodo a los entre seis y ocho metros —en función de las mareas— a los que se encuentra ahora. Luego recurrirán a una estructura específica que Navantia construyó en su día para ese movimiento, pero con la tarea ahora de izar el buque a la superficie, impulsado por varios gatos hidráulicos.

Un precinto de plomo de los que se usaba para cerrar los contenedores de mercancías del pecio.
Un precinto de plomo de los que se usaba para cerrar los contenedores de mercancías del pecio.Centro de Arqueología Subacúatica de Cádiz (IAPH)

Cuando el barco emerja —algo que se espera que ocurra en unas semanas— será trasladado a una carpa de más de 25 metros de largo, ubicada en los astilleros de Navantia Cádiz y con condiciones de humedad controlada. Allí, los especialistas del CAS y del IAPH tendrán tres meses para su proyecto de documentación y desmontaje del pecio para averiguar cómo era la arquitectura de la nave. “Sabemos que está roto, pero no por qué. También sabemos que es de mediados del XVII, pero en aquella época no había pautas que rigiesen cómo se construía un barco, solo se marcaban parámetros como el tonelaje o el calado. Para nosotros es una joya arqueológica”, apunta Alzaga.

Para abrir ese valioso cofre, los técnicos del CAS estudiaran los restos por capas de construcción. Primero desmontarán el forro interno, luego las cuadernas y posteriormente, el externo. De cada zona tomarán una muestra de madera con la que realizarán estudios de dendrocronología que permiten determinar la antigüedad o procedencia. Documentarán cada fase y pieza con fotografías y fotogrametría (procedimiento para obtener planos de grandes extensiones por fotografías aéreas), e irán introduciendo cada pieza en contenedores de agua salada que, finalmente, acabarán de nuevo en el fondo del mar, protegidos con geotextil (una tela permeable y flexible) y fango.

Es poco lo que se sabe de un barco del que se desconoce hasta su nombre. En la campaña arqueológica realizada un año después tras su hallazgo en 2012, los especialistas recuperaron 27 cañones de hierro procedentes de Suecia, 22 lingotes de plata, originarios de las minas del alto Perú (hoy Bolivia) con marcas que los datan en 1651; cerámicas y una campana con la leyenda ‘Jesús, María y José’, un mensaje “habitual” de la época que no indica el nombre del pecio, como aclara Alzaga. Todos esos vestigios —entre los que también había vidrios o suelas de zapato— necesitaron de meses a años en tanques de salinidad controlada en la sede del CAS de Cádiz, hasta conseguir la estabilización de los materiales que hizo viable su depósito en el Museo de Cádiz.

Es precisamente esa complejidad técnica la que también explica que el propio pecio, una vez estudiado y documentado, acabe ya desmontado de nuevo bajo el mar. “Son unos restos de grandes dimensiones y difíciles de conservar. No tenemos medios técnicos, ni seguridad de que la madera se vaya a conservar en un largo espacio de tiempo. No queremos que sea visible en la actualidad, sino que se conserve en el futuro”, apunta la jefa del CAS. De hecho, a lo largo del mundo, pocos son los ejemplos de barcos históricos rescatados del mar que han podido ser estabilizados fuera del agua y musealizados. Uno de los más conocidos, el Mary Rose, se recuperó en 1982, en Portsmouth (Inglaterra), “tardó hasta 34 años en estabilizarse, costó 6,4 millones de euros y hubo que construir un museo de más 47 millones”, ejemplifica Alzaga.

Solo la operación de extracción y estudio del Delta I supondrá una inversión de 2,6 millones de euros que sufragará la Autoridad Portuaria de la Bahía de Cádiz. Paro la vuelta al mar del pecio los especialistas del IAPH tendrán un preciso modelado en 3D de los restos conservados del barco, de cada una de sus piezas y de su proceso de ensamblaje. Ese material servirá para elaborar materiales divulgativos y para alumbrar nuevas investigaciones sobre arqueología subacuática. La duda será si servirá también para despejar algunas de las grandes incógnitas que rodean al Delta I, el barco que emergerá de las profundidades de Cádiz.

Y el 'Delta II' resultó ser el 'San Jorge y San Telmo'

J. A. Cañas

Una de las grandes dudas a despejar sobre el Delta I es saber el nombre del pecio. “Tendríamos unos datos muy valiosos: qué vida tuvo, para qué se usó y qué le pasó”, explica Milagros Alzaga, jefa del Centro de Arqueología Subacúatica de Cádiz. Por eso está previsto que, de forma paralela a la extracción, se realice una investigación documental y archivística para averiguarlo, que no se prevé sencilla. Lo sabe bien Alzaga porque en 2018 fue capaz de averiguar el nombre de otro de los tres pecios hallados en el Puerto de Cádiz en 2011. El nombrado entonces como Delta II resultó ser el San Jorge y San Telmo, un buque comercial genovés del siglo XVI que tuvo el triste honor de ser el primer barco hundido por el pirata Drake en su ataque a Cádiz en 1587.

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Sobre la firma

Jesús A. Cañas
Es corresponsal de EL PAÍS en Cádiz desde 2016. Antes trabajó para periódicos del grupo Vocento. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Sevilla y es Máster de Arquitectura y Patrimonio Histórico por la US y el IAPH. En 2019, recibió el premio Cádiz de Periodismo por uno de sus trabajos sobre el narcotráfico en el Estrecho de Gibraltar.
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