Puerta del Príncipe para Perera con dos grandes toros de El Parralejo
Vuelta al ruedo para el cuarto de otra gran corrida, encastada y noble, con la que Borja Jiménez paseó otro trofeo y Ureña no encontró eco
Miguel Ángel Perera ha salido por vez primera en su carrera por la Puerta del Príncipe la temporada en la que cumple 20 años como matador de toros. Una buena celebración. Y lo ha hecho con merecimiento, ciertamente. Ha tirado de madurez, frescura y conocimiento y ha protagonizado una tarde completa ante dos toros muy diferentes con los que ha podido ofrecer una lección de poderío, primero, y de buen gusto, después.
Y no le ha sido fácil encender los tendidos de La Maestranza. No tiene Perera un semblante que le permita conectar fácilmente con el público; es un hombre poco expresivo, con una mezcla de frialdad y timidez en su cara que le obliga a un esfuerzo añadido para convencer a los presentes.
Cuando lo levantaron en hombros para dar la vuelta de honor antes de enfilar la gloriosa puerta que da al Guadalquivir fue la primera vez que sonrió en toda la tarde, y tenía motivos sobrados para hacerlo, pero cada uno es como es.
Antes de seguir, vaya por delante que El Parralejo ha lidiado otra gran corrida de toros en esta preferia de Abril que está poniendo muy cara la actuación de las figuras. Los cuatro primeros toros, de categoría, que cumplieron, como puede cumplir el toro de hoy -casi siempre mal colocado- en los caballos, galoparon en banderillas y llegaron al tercio final con codicia, movilidad, prontitud los dos primeros, y temple y dulzura los otros dos; quinto y sexto bajaron de nivel pero con casta y movilidad muy diferente a lo que habitualmente aparece en los ruedos.
El toro que abrió plaza hizo sudar a Perera; llegó a la muleta muy vivo, con brío, entero y un punto de violencia en la embestida; repetidor, incansable con una rotunda transmisión y la boca cerrada hasta mitad de faena. Tardó el torero en cogerle el aire, la faena fue larga en exceso, pero Perera hizo alardes de una apabullante seguridad y firmeza ante un toro muy exigente, al que acabó sometiendo con un estoico sentido del valor y un conocimiento desbordante. Era un toro de dos orejas y solo paseó una. En verdad, era un toro muy riguroso.
El cuarto, Oloroso de nombre, fue la otra cara de la moneda, con clase a raudales, sentido del temple y dulce y larga embestida. Perera comenzó la faena de muleta de rodillas en el centro del anillo para que sonara la música tras dos pases cambiados por la espalda, dos derechazos y, ya enhiesto, uno de pecho, en los que el animal demostró sus muchas cualidades.
A partir de ahí, un derroche de clase, de bondad, fijeza y buen son, que el torero aprovechó para ahormar una labor cimentada en los muletazos largos, muy templados, sentidos y de verdad. Y como era verdad lo que allí sucedía, La Maestranza se rindió a pesar de la cara cenicienta de Perera. Mató de un estoconazo de libro y afloraron los pañuelos para que el torero celebre con más de una sonrisa sus 20 años como matador de toros. Al toro, esta vez sí, le concedieron el merecido premio de la vuelta al ruedo.
Aparecía en Sevilla Borja Jiménez tras el gran triunfo de la Feria de Otoño en Madrid, y fue recibido con mucho cariño. Claro que el torero llegó a por todas y dijo desde que se abrió de capa que viene a demostrar que lo suyo no es flor de un día. Muy variado toda la tarde en el primer tercio, se plantó de rodillas en toriles para recibir al sexto, el más esaborío de la corrida, dispuesto a cortarle las dos orejas y acompañar a hombros a Perera, pero ese toro no le permitió más que dejar constancia de su compromiso y buenas maneras en detalles aislados. Mejor ante el tercero, que le sorprendió antes de brindar al público y le dibujó tres naturales inmensos. Y a renglón seguido explicó que tiene una fe que mueve montañas y confianza plena en sus posibilidades. Valeroso y firme en todo momento, volvió a lucirse por naturales preñados de hondura y paseó con justicia una oreja.
Ureña se descompuso cuando comprobó que Sevilla consideró que su primera faena no era de premio. Otro toro, ese segundo de la tarde, para poner a prueba al más pintado. Otra labor larguísima, intermitente, irregular, con momentos de toreo grande y otros de desapego. En fin, que el público no se sintió satisfecho y no pidió la oreja. Después, ante el quinto, Ureña dio la imagen de un torero descentrado, molesto, desmotivado, y sus muletazos insulsos no encontraron eco alguno.
El Parralejo/Perera, Ureña, Jiménez
Toros de El Parralejo, correctos de presentación, cumplidores en varas, encastados y codiciosos los dos primeros; con clase y temple tercero y cuarto, al que se le dio la vuelta al ruedo; quinto y sexto, de nota más baja.
Miguel Ángel Perera: estocada (oreja); gran estocada (dos orejas). Salió a hombros por la Puerta del Príncipe.
Paco Ureña: estocada (ovación); estocada baja (silencio).
Borja Jiménez: casi entera caída (oreja); estocada caída y tendida (ovación)
Plaza de La Maestranza. 10 de abril. Cuarta corrida de abono de la Feria de Abril. Más de media entrada.
Babelia
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