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‘La expulsión de los moriscos’: un ‘velázquez’ pintado con inteligencia artificial

El artista Fernando Sánchez Castillo utiliza las nuevas tecnologías para revelar el aspecto que pudo tener el cuadro destruido en el incendio del Alcázar de Madrid

El proceso de recuperación del cuadro a través de la inteligencia artificial realizado por el artista Fernando Sánchez Castillo. Foto: Cortesía del artista
Miguel Ángel García Vega

Dentro de una década se cumplirán tres siglos de uno de esos sucesos que cambian la historia de un país. Desde la Nochebuena de 1734 y durante cuatro días seguidos, un incendio asoló el Alcázar de Madrid (donde hoy se levanta el Palacio Real) y se perdieron unas 500 obras. Las telas que se calcinaron hacen llorar a cualquier amante de la pintura: Ribera, Tiziano, El Greco, Giordano, Rafael, Rubens, Leonardo (seguramente una copia u obra de taller), Tintoretto y, sobre todo, La expulsión de los moriscos (1627) de Velázquez. Sus Meninas se salvaron gracias a que fueron arrojadas por una ventana y otros lienzos de gran tamaño pudieron ser cortados con un cuchillo y puestos a salvo. Otros se calcinaron. Sobrevivieron al desastre 1.308 cuadros, según calculó el historiador Alfonso Pérez Sánchez, que fue director del Museo del Prado de 1983 a 1991.

Casi 300 años más tarde, el artista Fernando Sánchez Castillo (1970) ha utilizado la inteligencia artificial generativa para reimaginar el velázquez perdido. El resultado es un vídeo de algo más de cuatro minutos (La expulsión de los moriscos, 2023) cuyo arranque simula humedades y quemaduras. El artista no ha partido de cero. Esta tecnología exige datos. El lienzo muestra a Felipe III desterrando a la población morisca (1609-1614) de todos los reinos de España. Unas 250.000 personas abandonaron el país. “Este nuevo fanatismo español reforzó de una manera convincente la leyenda negra, pues Felipe III, contra todas las reglas del buen gobierno, expulsaba a una población industriosa”, escribió el hispanista John Elliott (1930-2022). Es el primer cuadro —apunta Sánchez Castillo— que habla de “dos Españas” y de “islamofobia”.

Pero la IA sin información resulta inerte. Exige, primero, palabras. Sin embargo, por suerte, poco antes de su destrucción, el historiador y artista Antonio Palomino (1655-1726) describió el lienzo. “Vemos al señor Rey Felipe Tercero armado, y con el bastón en la mano señalando a una tropa de hombres mujeres y niños, que llorosos, van conducidos por algunos soldados, y a lo lejos unos carros, y un pedazo de marina, con algunas embarcaciones para transportarlos. A la mano de la derecha del Rey está España, representada en una majestuosa matrona, sentada al pie de un edificio, en la diestra mano tiene un escudo, y unos dardos, en la siniestra unas espigas, armada a lo romano, y a sus pies hay una inscripción [en latín] en un zócalo”.

Palabras, pero hacía falta otro golpe de fortuna. Algo similar a una imagen real con la que “alimentar” la inteligencia artificial. La había. En 1988 el experto en arte español William B. Jordan (1940-2018), mientras hojeaba el catálogo de la casa de subastas Philips de Londres, encontró una ilustración en blanco y negro de un cuadro que se identificaba solo como Retrato de caballero, en busto, con alta gola y se atribuía al círculo de Justus Sustermans (1597-1681). Un pintor flamenco de segundo orden. El pequeño lienzo (45,5 x 37 cm) había sido agrandado pegándole otro y la persona retratada era Felipe III. Tanto el Kimbell Art Museum (Fort Worth) como el Prado, una vez restaurado, no tenían dudas: era un boceto (el cabello, la gola y el traje negro estaban ejecutados con rapidez) de Velázquez para La expulsión.

El cuadro fue donado en 2016 a la pinacoteca madrileña por William B. Jordan a través de la American Friends of the Prado Museum. Habían pasado 28 años desde su descubrimiento. Y bastantes más desde que en 1627 Felipe IV ordenó una competición entre el joven genio sevillano y sus celosos rivales de la Corte para pintar un gran cuadro que representase la expulsión de los moriscos. Los contendientes eran Vicente Carducho (1563-1638), Eugenio Cajés (1577-1634), con un estilo manierista, y Angelo Nardi (1584-1660), artista formado en Italia. El rey creó un jurado independiente con el dominico Juan Bautista Maíno (1581-1649) y el arquitecto y pintor Giovanni Battista Crescenzi (1577-1635). Todos los artistas presentaron esbozos, es lo más probable, al óleo. Ganó Velázquez, quien demostró que sabía pintar más que “una cabeza”, como le recriminaban sus detractores. Tras la victoria fue nombrado pintor de cámara por Felipe IV.

Ese es el pasado. En el presente, las teselas iban completando el mosaico. Sánchez Castillo recurrió al texto de Palomino, al bosquejo al óleo que Velázquez pensaba usar como punto de partida en un lienzo de 335 x 274 cm, que colgaría en la Sala de los Espejos, a la inteligencia artificial y a la ayuda de Paula García, 25 años, quien prepara, en la Universidad Complutense de Madrid, su tesis sobre la IA aplicada a la escultura contemporánea.

La paleta del siglo XXI mezcla tiempo y tecnología. Han empleado más de cien horas para obtener la imagen que ilustra este artículo. El 80% del resultado corresponde a “creación artística” y un “20%” a IA. “Frente a la inteligencia artificial siempre queda la sospecha natural”, defiende el artista.

La IA contribuye, pero también se equivoca. Empezaron a trabajar con MidJourney, un sistema de inteligencia artificial que transforma palabras en imágenes y que funciona, por ejemplo, a través de la plataforma Discord. El sistema de comunicación, o sea, la voz que pregunta, se denomina prompt. Una instrucción —en forma de texto o imagen, que se proporciona a un modelo de lenguaje basado en IA— con el fin de generar respuestas coherentes. “Cuanta mayor precisión en el prompt, mejor funciona. Si redactas ideas genéricas referidas, en este caso, a nuestra pintura, del tipo ‘alegoría de España’, surgirán banderas españolas en la pantalla. Es un trabajo que exige mucho tiempo, paciencia, ir hacia adelante, regresar, consultar imágenes en internet, volver; avanzar”, asume Paula García, licenciada en Bellas Artes por la Complutense y especializada en diseño de videojuegos. “Los elementos más complejos han sido los escalones, las cortinas, las manos (una suya y otra del artista) de Felipe III y sobre todo la arquitectura”, comenta. Una vez recreados había que encajar las imágenes. Utilizaron la última versión del programa Adobe Photoshop porque incorpora inteligencia artificial. La opción se llama “relleno generativo” y permite unir diferentes imágenes sin que se aprecien las costuras. La ventaja de usar esta tecnología la sintetiza con otra imagen: “Es como contar con un ejército de becarios”.

El Ministerio de Cultura ha puesto límites al “desembarco tecnológico”. Se ha comprometido a no premiar o contratar obras creadas íntegramente con IA. Quizá sea cuestión de porcentajes. Tefaf —la feria de arte antiguo más importante del mundo, que se celebra en Maastricht— prohíbe exhibir piezas con más de un 30% de restauración. Una paradoja interesante. Jamás se hubiera podido vender allí el Salvator Mundi (atribuido al taller de Leonardo da Vinci, con participación del genio renacentista) por 450 millones de dólares. Cuestión de inteligencia, pero no artificial.

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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.
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