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La British Library, la biblioteca más completa del mundo, comienza a recuperarse del mayor ciberataque de su historia

La colección de libros más solicitada por investigadores y estudiosos de todo el mundo ha tenido paralizado durante casi tres meses su servicio digital. Las pérdidas son multimillonarias

British Library
La British Library, en el barrio londinense de King´s Cross, el pasado jueves.Rafa De Miguel
Rafa de Miguel

El efecto mariposa del mayor ciberataque sufrido nunca por una biblioteca pública aletea en Londres, rebota en Melbourne y estalla en Roma. Así lo ha sentido Flavia Marcello, profesora de Historia de la Arquitectura de la Universidad de Tecnología de Swinburne, australiana de ascendencia italiana, casada con un británico, y que, como los osos, viaja cada año un mes a la capital del Reino Unido para saciarse de conocimiento e “hibernar” y digerirlo el resto del año.

Esta vez ha sido diferente. “Mis amigos ya me advirtieron de la tragedia de la British Library (BL), así que decidí aparcar mi objeto de estudio y centrarme en otros temas. La mayoría del tiempo he estado trabajando en los archivos del Royal Institute of British Architects (Real Instituto de Arquitectos Británicos)”, explica Marcello a EL PAÍS.

El pasado 31 de octubre, la dirección de la biblioteca pública británica admitía por primera vez que había sufrido un devastador ataque informático. Su catálogo online, con cerca de 36 millones de libros y hasta 170 millones de documentos y objetos históricos, había sido completamente derribado. El sistema de acceso de los lectores e investigadores de la biblioteca, inutilizado.

Intento de extorsión

Rhysida, un extraño grupo de ransomware, se atribuyó la autoría del ataque. Ransomware es una combinación entre malware y ransom; es decir, un software maligno que altera el sistema, cuyos autores reclaman un rescate para restaurar la normalidad. Ya han realizado ataques similares contra instituciones educativas, sanitarias o gubernamentales. Hasta lograron hackear al ejército chileno. La prensa británica ha señalado que la cantidad reclamada a la BL fue de unos 700.000 euros.

“Un crudo intento de extorsión”, lo ha definido Roly Keating, director ejecutivo de la biblioteca. “Nuestra experiencia durante los dos últimos meses ha puesto de relieve una gran paradoja para todas aquellas instituciones que trabajan con el conocimiento humano, en la era digital”, ha afirmado Keating —reacio a hablar con la prensa— en el blog con el que va actualizando la información respecto a los ciberataques. “Nuestro compromiso con la transparencia, el libre acceso y la exhibición de documentos implican la necesidad de abrazar todas las fantásticas posibilidades que nos brinda la tecnología; pero como guardianes de nuestra colección también nos enfrentamos al desafío creciente de proteger nuestra herencia digital de posibles ataques”, asegura.

Aldebrandín de Siena
Iluminación de un libro del médico Aldebrandín de Siena (siglo XIII), que forma parte de la colección de la British Library.British Library / Getty Images

Una protección con escaso éxito, según se ha demostrado. Durante casi tres meses, los usuarios de la BL no han podido acceder a sus servicios digitales, ni siquiera han sido capaces de echar mano del catálogo para que el personal de la biblioteca les consiguiera lo que necesitaban. Investigaciones paralizadas, estudios en pausa, imposibilidad de documentar debidamente conferencias o presentaciones.

“Yo soy lector habitual, y necesito venir a menudo para preparar mis charlas y clases”, explica William White, profesor de Historia en la Universidad de Hertfordshire, especializado en la Gran Bretaña del siglo XVII. “Con el sistema habitual, solicitabas el material desde el despacho o desde casa, a través de la página web de la BL, y se comprometían a tenerlo preparada en un plazo máximo de 70 minutos”, cuenta.

Muchos de esos libros o documentos son muy preciados. En la biblioteca existen salas de lectura a las que se accede con pase acreditado, una vez depositados en una bolsa transparente todos los objetos personales para evitar daños al material o hurtos.

Solo desde el pasado lunes se ha recuperado cierta normalidad. Los usuarios pueden consultar de nuevo en el mismo edificio el catálogo de obras, y el personal de la BL lo busca para ellos. Todavía es imposible realizar una petición previa desde el exterior. Y el material archivado en la sede de Boston Spa, en Yorkshire (al norte de Inglaterra) aún no puede ser solicitado.

El edificio londinense de la biblioteca, en King’s Cross, fue en su momento la mayor construcción en volumen realizada en la ciudad en el siglo XX. Pronto resultó insuficiente. La ampliación de Boston Spa, a 325 kilómetros de distancia, alivió la falta de espacio. Más un almacén de logística, como podrían ser los de la empresa Amazon, que un edificio simbólico, sus 746 kilómetros de estanterías y el sistema de que dispone de búsqueda robotizada de libros, documentos y objetos han aliviado la presión que investigadores y estudiosos de todo el mundo ejercían sobre la biblioteca británica.

Los francotiradores italianos

Marcello es especialista en la arquitectura italiana del periodo fascista. Su última obsesión es la estatua dedicada a los bersaglieri, en la plaza romana de Porta Pia. Bersagliere quiere decir “tirador certero”. Componían una unidad de infantería de despliegue ágil y rápido. Iban en bicicleta a todos lados y vestían sombrero de ala ancha con plumas de urogallo. Adorados como símbolo de la gesta de la unificación de Italia, el dictador Benito Mussolini apadrinó esa estatua tan querida, sin embargo, por los romanos. “Algo parecido debió pasar en España con los monumentos franquistas, ¿no?”, se pregunta la especialista. “Es increíble la cantidad de libros y documentos sobre los bersaglieri que tiene el departamento de Historia y Humanidades de la BL. Por eso me interesaba mucho venir este año, pero ya casi estoy a punto de volver a Australia. ¿Sabes que guardan incluso una de las primeras copias a mano de la Marcha del bersagliere? Lo malo es que hay que viajar hasta Boston Spa para verla”, cuenta la historiadora australiana mientras tararea el endiablado himno militar.

George Frideric Handel
Comienzo de la undécima escena del segundo acto de 'Orlando' en el manuscrito autógrafo de George Frideric Handel (1732), conservado en la British Library.THE BRITISH LIBRARY

Documentos de patentes, sellos, grabaciones musicales, mapas, partituras, periódicos, revistas, diarios, guiones cinematográficos, fotografías, cartas… Los fondos de la BL no se reducen solo a libros. Mucho de ese material había sido digitalizado, para su fácil acceso. Hoy, de momento, sigue fuera del alcance de los investigadores.

La biblioteca guarda un escritorio de Jane Austen, un diapasón de Beethoven, una de las primeras copias de la Iliada de Homero, o el manuscrito con letra del Yesterday de los Beatles.

Perjuicios personales y económicos

El grupo Rhysida comenzó a publicar un mes después de su ataque en la dark web —la web profunda, a la que solo se puede acceder con navegadores especializados— datos personales de los trabajadores de la BL y sus usuarios, al comprobar que la biblioteca no accedía al pago del rescate.

La dirección contactó por correo electrónico con los socios e investigadores para advertirles de la situación. Pero los daños en el sistema han sido enormes, y ni siquiera podía facilitar que los usuarios cambiaran su contraseña. Pidió simplemente que la sustituyeran a aquellos que usaban la misma en otras bibliotecas conectadas con la BL.

Cerca de 20.000 autores, cuyas obras forman parte de la colección de la biblioteca, cobraban 13 peniques cada vez que un usuario tomaba prestado uno de sus libros, hasta un máximo de unos 7.700 euros anuales. Los pagos han sido suspendidos hasta hoy, mientras siguen las reparaciones del sistema.

El diario Financial Times ha llegado a sugerir que la vuelta a la normalidad supondrá un coste de poco más de ocho millones de euros, aunque el director de la BL ha indicado que aún es muy pronto para hacer ese cálculo. Mientras lentamente vuelven a ponerse en marcha los servicios online, la Policía Metropolitana de Londres y el Centro Nacional de Ciberseguridad investigan un ataque que ha deteriorado notablemente el prestigio de la institución, y se ha convertido en una seria advertencia para bibliotecas públicas del resto del mundo.

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Sobre la firma

Rafa de Miguel
Es el corresponsal de EL PAÍS para el Reino Unido e Irlanda. Fue el primer corresponsal de CNN+ en EE UU, donde cubrió el 11-S. Ha dirigido los Servicios Informativos de la SER, fue redactor Jefe de España y Director Adjunto de EL PAÍS. Licenciado en Derecho y Máster en Periodismo por la Escuela de EL PAÍS/UNAM.

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