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Picasso en Gósol: verano de 1906, los 80 días que cambiaron la historia del arte

Una exposición en el Reina Sofía retrata cómo el viaje a una pequeña localidad catalana sacó al artista de su bloqueo artístico y marcó el inicio del modernismo

José Ruiz y blasco
Fernande Oliver y Pablo Picasso, en una fotografía sin datar.Mondadori Portfolio / ZUMAPRESS.com / Cordon Press

Gósol es un pequeño pueblo de la comarca del Bergadá en el Pirineo leridano. Situado a unos 150 kilómetros de Barcelona, con una altitud de 1.423 metros, su acceso por carreteras ascendentes llenas de curvas es ahora complicado. Pero nada que ver con las dificultades para llegar con las que se encontró Pablo Picasso cuando a finales de mayo de 1906 decidió aislarse una temporada en el pueblo junto a Fernande Olivier, la modelo que se convirtió en el primer gran amor del artista. Ambos tenían 24 años. Acompañados de un cachorro Fox Terrier, hicieron el duro viaje en carro y en mulo. Entraron en el pueblo entre el 27 y el 29 de mayo, y seguramente partieron de vuelta hacia París el 23 de julio. El artista, ya por entonces cotizado y respetado, vivía un momento de bloqueo. Su legendaria rapidez desapareció cuando intentaba retratar a su amiga y mecenas Gertrude Stein. Ochenta días después de partir, al entrar en su estudio parisino, llevaba en la cabeza las claves de la modernidad en un sendero transitado por Cézanne, Manet y Matisse. Picasso resolvió el retrato de Gertrude Stein injertando una cabeza protocubista sobre un cuerpo del periodo rosa, creando así una de las imágenes más trascendentes y poderosas del siglo XX. La modernidad había comenzado. Pronto llegaría Les demoiselles d’Avignon (1907), el enorme óleo (244×234 centímetros) que marca un antes y un después en la historia de la pintura por su ruptura estilística y conceptual con el pasado. El periodo de Gósol protagonizará una de las grandes exposiciones del año: Picasso 1906. La gran transformación, desde el 15 noviembre hasta el 4 marzo de 2024 en el Museo Reina Sofía.

El periodo de Gósol ha suscitado el interés de numerosos investigadores, aunque el libro de referencia para los estudiosos es Picasso en Gósol, 1906: un verano para la modernidad (La Balsa de la Medusa, 2007), de Jèssica Jaques Pi (Barcelona, 56 años), profesora de la Universitat Autònoma de Barcelona. Con lazos familiares en Gósol, Jaques Pi no ha dejado de enriquecer sus investigaciones sobre ese importante periodo picassiano, aunque todavía persisten algunos interrogantes.

Pablo Picasso
El óleo 'Busto de mujer joven' (1906), de Pablo Picasso, es una de las obras incluidas en la exposición del Reina Sofía.Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid

Antes de iniciar el determinante viaje a Gósol, Pablo Picasso era ya un artista respetado. Su importancia crece a partir de su relación de amistad con Gertrude Stein (desde noviembre de 1905). Jaques Pi recuerda que Stein, “escritora, rica, estadounidense, lesbiana y judía, marcó dos momentos en la consideración de Picasso en la primera década del siglo XX”. “Antes de ella”, explica la historiadora, “Picasso se movía en los círculos artísticos propios de la bohemia más precaria de París, la de Montmartre; gracias a ella, pasó a círculos más selectos. Gertrude conoció a Picasso en 1905 y lo invitó a su tertulia de los sábados, donde el artista conoció a Matisse y pudo contemplar sus primeros cézannes y otras obras de los artistas que precipitarían la vanguardia. Gertrude fue mecenas de muchos de ellos, y también de Picasso; además, ambos hibridaron procesos creativos, puesto que mucho tiene que ver la escritura de Stein con el cubismo. Picasso vendía sus cuadros con los tratantes Vollard (primero) y Kahnweiler (después), posiblemente los más capaces de darle el impulso que necesitaba para trascender los círculos de la bohemia y llevarlo a ser un pintor internacional; en 1911, 1912 y 1913 su obra ya había sido expuesta en una pequeña sala de Nueva York, y en 1912 en sendas exposiciones en Berlín y Múnich, que no por discretas fueron menos importantes, dado que era algo insólito para los artistas extranjeros que intentaban abrirse camino en el París de comienzos de siglo”.

Las razones que se han barajado para explicar un viaje a un lugar tan remoto son muchas y variadas. Hay quien dice que estaba enfermo de sífilis o que estaba enganchado al opio. Pero la versión más creíble es que Picasso quiso que sus padres, residentes en Barcelona, conocieran a su novia, la modelo Fernande Olivier, y después proseguir con ella hacia esa localidad minúscula y aislada de la que le habían hablado varios amigos catalanes.

Fernande Olivier, su primer gran amor

Se sabe mucho de las sucesivas parejas de Picasso, pero no tanto de la que se considera su primer gran amor adulto, Fernande Olivier, una laguna que subsanará el próximo año el Museu Picasso de Barcelona con una exposición dedicada a ella como modelo. Nacida como Amélie Lang (París, 1881-1966), se cambió el nombre para esconderse de su marido, un sujeto al que había abandonado por malos tratos. Jèssica Jaques Pi describe a Fernande como una mujer de la misma edad del artista, más alta que él. “Conocida como la belle Fernande”, cuenta la historiadora, “su carácter era a la vez cálido, ingenioso y amable. Sabía mezclar la precariedad de la bohemia que compartía con Pablo en el Bateau-Lavoir (edificio donde malvivían los artistas) con detalles hedonistas propios de las clases más acomodadas, como la pasión por los perfumes exóticos. Como anécdota definitiva, Jaques Pi señala que lo que más hizo sufrir en Gósol a Fernande no fue el frío del extremadamente lluvioso del verano de 1906, sino que se quedó sin su perfume favorito, Eau de Chypre, como muestran las deliciosas cartas que escribió al gran amigo de ambos, el poeta Guillaume Apollinaire, en las que intentaba que este se lo enviara desde París.

Fernande Olivier
Retrato de Fernande Olivier, el primer amor de Picasso, tomada entre 1906 y 1909.Gertrude Stein and Alice B. Toklas Papers, Yale Collection of American Literature. Beinecke Rare Book and Manuscript Library

Olivier estuvo con Picasso desde 1904 hasta 1912. Fue la única mujer que, ya separada de Picasso y en momentos de precariedad, le reclamó parte de los ingresos de las ventas obras de los años compartidos, a modo de reconocimiento de su participación como modelo y pareja. Ella posó en numerosas obras para Picasso. Puede que las más conocidas sean Mujer con mantilla negra (1905), el bronce Cabeza de mujer (1906) o Les demoiselles d’Avignon (1907).

Consumidor moderado de opio

¿Por qué viajaron a este lugar tan apartado? ¿Tenía problemas de salud? Jèssica Jaques Pi responde que el relato habitual cuenta que Picasso fue a Gósol para tratar de abandonar el opio, o incluso por una enfermedad venérea; y que se fue por un brote de tifus en el pueblo. Consultados los archivos municipales, nadie murió de tifus ese año, y las (pocas) fotos de época muestran a un Picasso en plena salud. Algo de opio sí tomaba, pero no lo consideró grave hasta la muerte de su amigo el pintor Karl-Heinz en 1908.

El viaje fue duro (ocho horas en mulo para acceder a las cumbres), pero Picasso y Olivier no se achantaron. Jacques Pi cuenta que la pareja llegó a un paisaje tan sublime como remoto, habitado por una comunidad sumida en una economía de estricta supervivencia y con autonomía de recursos por pura necesidad. Se alojaron en la fonda Cal Tampanada, la única del pueblo, regida por Josep Fondevila, octogenario que tendría una presencia fundamental en la producción de Picasso hasta sus últimos cuadros.

Pablo Picasso
La escultura de bronce 'Mujer peinándose', (1906) de Pablo Picasso.Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid

La comunidad a la que llegaron Picasso y Fernande estaba fundamentalmente formada por mujeres, dado que los varones en edad de trabajar se dedicaban a oficios itinerantes (esquiladores, tratantes de ganado, pastores trashumantes). Las mujeres se ocupaban de niños, ancianos, ganado, casas y el poco cultivo que las tierras de alta montaña permitían. Algunas, las más ágiles y atrevidas, se jugaban la vida cargando un fardo desde la frontera francesa, repleto de esencia de perfumes y tabaco. Picasso conoció en Gósol una forma de feminidad que nada tenía que ver con la de Málaga, A Coruña, Barcelona, Madrid o París, ni siquiera con la de Horta de Sant Joan; se trataba de un matriarcado que derivaría en la iconografía de la mujer fuerte, tan recurrente en toda su obra.

Añade la historiadora que los vecinos se comunicaban en un catalán muy afrancesado. Los niños tenían el castellano como lengua escolar y ajena a su forma de vida. Probablemente Picasso mezclara ambos idiomas para integrarse en la comunidad matriarcal, y hasta tal punto apreció este paisaje humano que se otorgó a sí mismo el sobrenombre de Pau de Gósol, como se puede ver en documentos de la época firmados por el artista.

La mujer de los panes, su Gioconda

¿Qué vida hacían en la aldea? “Podemos imaginar”, contesta la escritora, “que pintaba cuando llovía, y que cuando no llovía salía a dibujar esbozos en el Carnet Català, una pequeña libreta donde tomaba notas y esbozos. Junto a Fernande, debía comer y cenar en la fonda de Cal Tampanada, y jugar a cartas. Quizá acompañara a los contrabandistas lleno de emoción ante el peligro, y encontrara algunos fósiles en su deambular por los caminos entre los bancales. Probablemente hiciera más de una siesta en los prados y aprendiera a segar el trigo, viera bailar a las parejas los domingos y jugara con su fox terrier y otros perros del pueblo, y acariciara a los asnos y las mulas. Y, sobre todo, disfrutara de la amistad de dos personas, la de Josep Fondevila y una mujer a quien puso el sobrenombre de Herminia y derivó en el lienzo más icónico de los que allí pintó, La mujer de los panes (Philadelphia Museum of Art), una peculiar apropiación de La Gioconda de Da Vinci.

Gertrude Stein Pablo Picasso
'Gertrude Stein' (1906), de Pablo Picasso, obra del Metropolitan Museum de Nueva York.

¿Cuándo deciden marcharse del pueblo? Parece que las causas reales solo las supieron ellos. Descartado que hubiera ningún tipo de peste en la montaña, lo más probable es que Picasso tuviera ya en su cabeza el camino por el que seguir. En unos tres meses había rematado o esbozado más de 302 obras. Jèssica Jaques Pi contesta que “la producción de Picasso en Gósol trasciende al artista y aporta al relato de la historia del arte algunas de las estrategias creativas más propias de la modernidad, fundamentalmente tres. La primera: ante el advenimiento de la fotografía, el arte no debe (y ya no puede) imitar a la realidad, sino todo lo contrario; es la realidad la que imitará al arte. La segunda: la aceptación de que para aprender hay que desaprender, de que para construir hay que deconstruir. La tercera, el poder del signo: las formas artísticas se desproveían de una significación preestablecida. Todo ello se podrá ver en la esperada exposición del Reina Sofía.

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