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Ricardo Lezón: “Idealizar el amor romántico es el camino más corto a la decepción”

El líder del grupo McEnroe publica ‘Lento y salvaje’, una autobiografía en la que disecciona una vida dedicada a hacer canciones para buscar la armonía “de quien no encaja ni sabe dónde encajar”

Ricardo Lezón McEnroe
Ricardo Lezón, en la sede de Penguin Random House en Madrid el pasado martes.Samuel Sánchez
Mónica Ceberio Belaza

Ricardo Lezón (Zaragoza, 53 años) ha trabajado en una gasolinera, vendido casas, puesto copas, dado clases de tenis, montado un bar y una casa rural. Ha hecho casi de todo para ganarse la vida. No ha vivido de la música, pero sí gracias a ella. Hace 21 años montó en Getxo (Bizkaia) un grupo con unos amigos, McEnroe. Una banda que no llena estadios de fútbol pero cuyos seguidores comparten una fiel devoción. Las letras de Lezón logran algo extraordinariamente difícil: crear un universo propio reconocible tras la primera estrofa. El amor, el desamor, el dolor, la melancolía, la alegría y la tristeza discurren por canciones, a lo largo de seis álbumes con McEnroe y otros cuatro con otros proyectos, que parecen versos cantados. Que emocionan y desgarran. Después de tres libros de poemas y relatos, ahora ha publicado Lento y salvaje, una autobiografía que desde la honestidad más brutal explica cómo se vive durante más de dos décadas dentro de un grupo de música tan improbable como el suyo.

P. ¿Qué es McEnroe?

R. Es como una casa, la suerte de habernos conocido los cuatro miembros del grupo y de seguir juntos 20 años después. Es como ese caserío que se mantiene en pie aunque nadie sabe por qué. Y es mejor no preguntar por ello por si acaso se viene abajo.

P. Lleva media vida haciendo letras y música, y escribiendo poemas. Pero dice que no es ni músico ni escritor.

R. Nunca he estudiado música. Yo cogí una guitarra y me puse a hacer canciones. Y es lo que sigo haciendo: canciones. También he escrito y publicado poemas. Y, ahora, este libro. Solo eso.

P. Dice que nunca le ha gustado el mundo tal y como es, que nunca se ha sentido cómodo en él y que para sobrevivir ha construido uno más pequeño. ¿Eso son sus canciones?

R. Cuando te haces un mundo pequeño, lo confundes con el real. Te rodeas de las cosas que te gustan y las cuentas como te gustaría que fueran. Te las imaginas y te quedas ahí. Y cuando viene alguien y te dice que se identifica con lo que has escrito, es como si te dijera que ha entrado en tu mundo.

P. La ansiedad aparece en el libro como algo que ha atravesado su vida. Habla abiertamente de terapias, de ansiolíticos. ¿Qué ha supuesto?

R. Hay dos partes muy diferenciadas. La que viví hasta que me dijeron que tenía ansiedad, que es la que se vive solo y sin entender. Imaginándote lo peor. Sintiéndote muy distinto y lejano a todo lo que te rodea y coartándote mucho. Me privé de muchas cosas que tenía que haber vivido con más naturalidad. Y luego hay otra parte: cuando ya te dicen que tienes ansiedad. Entonces se te pasa la mitad.

P. ¿Cuántos años tenía?

R. Creo que 17. Tuve la suerte de hablar con mi padre, que era médico, y con un psiquiatra. Lo primero que me pidió fue que le escribiese mi vida en un folio, y al día siguiente me hizo leerlo en voz alta. A partir de ahí empecé una terapia, y ya sabía lo que tenía. La ansiedad me desbordaba muchas veces, inundó mucho tiempo de mi vida, pero cada vez menos. Y con el tiempo la veía venir. Cuando luchas contra algo concreto, todo cambia.

P. Por eso es importante que se hable de ello abiertamente, ¿no?

R. Yo creo que casi todo el mundo pasa por ahí. Y por supuesto que es fundamental hablar de ello. Yo se lo decía a todo el mundo. Hice terapias bastante fuertes con gente que estaba mucho peor que yo, y me sirvieron para poner todo en su sitio y perder el miedo a contarlo.

P. ¿Hasta qué punto ha determinado su vida y la relación con la música?

R. Es algo que siempre está ahí, como una sombra. Y sabes que de alguna forma siempre va a estar. Escuchar música me ayudó mucho. Era un lugar en el que me encontraba mejor, en el que todo amainaba un poco. Tenía un poder de curación. Después empecé a tocar con amigos. Tocaba el bajo, muy mal. Luego empecé a hacer canciones y sentí una especie de calma. Encontré una forma de expresar cosas que no habría sabido decir de otra manera.

P. Dice en el libro que siempre ha tenido miedo de dejar la ansiedad al descubierto. Sin embargo, en el libro se desnuda completamente.

R. Hay algo que siempre me ha sorprendido de mí mismo. Soy muy miedoso, pero cuando llegan ciertos momentos de verdad importantes, me tranquilizo. Como cuando salgo al escenario, que se me pasa todo. Y lo mismo ha sucedido al escribir el libro.

P. Habla también de la contradicción entre los muchos miedos que ha tenido a lo largo de la vida y, a la vez, la dificultad para no seguir sus impulsos.

R. Siempre ha sido así. La ansiedad puede quebrar mucho la confianza en ti mismo. Pero siempre queda una parte en la que de forma inconsciente sigues confiando en tus impulsos. El título del libro viene un poco por ahí, en confiar en la parte más salvaje que tenemos, en el instinto. Hay muchas cosas que no podemos controlar, pero siempre hay una parte en la que puedes elegir. Y hay que usarla para buscar lo que te gusta y lo que quieres.

P. Muchos seguidores encuentran en la música y las letras de McEnroe un antídoto contra su propia ansiedad. Ángeles González Sinde cuenta que vuestra música le sirvió de refugio durante el duelo por la muerte de su hermano. Que vuestras canciones eran la medicina que necesitaba en ese momento.

R. Quizá porque hacer y escuchar canciones también ha sido una terapia para mí. Muchas veces cuando mis amigos se iban de fiesta yo me iba a la playa a caminar y a escuchar música. Me sentía acompañado incluso con letras en inglés que no entendía. Si hemos conseguido eso con nuestras canciones, hacer compañía y ofrecer un cierto consuelo, para mí no hay éxito mayor.

P. Las canciones hablan de desesperanza, pero desde la esperanza. De cómo en la hora más oscura puede aparecer de pronto la electricidad.

R. Incluso cuando estás más jodido, siempre hay pequeños brillos que hay que intentar mirar. Muchas veces es muy difícil, y te tienen que ayudar, pero eso también es un brillo, que alguien te quiera acompañar. Al final, ese brillo se va haciendo más grande y sientes otros nuevos, y dejas de gastar energía en cosas que no aportan nada.

Ricardo Lezón con su hija, Jimena, el 18 de diciembre de 2022 en la sala La Riviera (Madrid).
Ricardo Lezón con su hija, Jimena, el 18 de diciembre de 2022 en la sala La Riviera (Madrid).

P. Sus canciones hablan casi siempre de amor: del que empieza, del que dura, del que acaba.

R. Ahora me gusta más hablar de los afectos en general. En el último disco para mí fue importante abordar el amor a los padres, el amor propio… porque yo tenía demasiado idealizado el amor romántico. Y eso tiene una parte muy mala. La idealización es el camino más corto hacia la decepción. Igual fue por lo que había vivido en mi casa. Mis padres se divorciaron y tuvieron una relación difícil, muy turbulenta. Frente a eso, yo decidí que iba a hacer del amor algo muy importante. Y quizá me pasé.

P. ¿En qué sentido?

R. Lo coloqué en un lugar muy alto. No debería estar ahí. La primera vez que estuve con alguien fue por amor, y quería que fuese una historia impresionante. Así la viví. Pero tú no controlas el destino. Y cuando te dejan de querer, muchas veces tú también te dejas de querer. El desamor deja al descubierto muchas debilidades propias. Cuando alguien te quiere y te dice que le gusta cómo eres te hace sentir muy bien, pero tapa agujeros que luego vuelven a asomar.

P. Hay una canción, La Palma, en la que logra que escuchemos un beso y todo lo que mueve dentro.

R. Es una de esas canciones que no necesita mucha explicación porque es algo que nos ha pasado a todos. En la calle La Palma o en cualquier otro lugar. Esas noches de madrugada en las que de repente un beso hace que todo cobre sentido. Cuando la vida se desordena para bien.

P. El libro plantea también cómo la sensibilidad extrema puede llevar a lugares muy oscuros.

R. La sensibilidad a veces te pasa por encima, como la ansiedad. El escritor Hanif Kureishi habla en Intimidad de algo que me interesa mucho: la importancia de la distancia correcta en la relación con las personas. Si estás muy lejos, se van. Pero si estás muy cerca, las aplastas. Con la sensibilidad es igual: tienes que encontrar el punto exacto para que te ayude a ser feliz sin que te sobrepase.

P. Se fue a un pueblo de Soria de 15 habitantes “para pasar el invierno lejos del mundo y su deprimente ruido”. Montó un hotel rural y se quedó dos años. ¿Qué aprendió?

R. Todo. Yo vivía en Marbella. Venía de una ruptura sentimental. No me vi en esa ciudad. Y un día mirando en Idealista vi el sitio este y me fui. Fue, de nuevo, el instinto. Allí me encontré, me perdoné y me empecé a caer bien otra vez.

Ensayo del grupo McEnroe en Villarcayo (Burgos) el pasado 24 de febrero.
Ensayo del grupo McEnroe en Villarcayo (Burgos) el pasado 24 de febrero. Gloria Cavia

P. ¿Tiene algo que ver esa ansiedad de la que tanto habla con mantenerse de alguna forma en los márgenes de la industria musical? Dice en un momento del libro que le separó del mundo y que le encerró en el suyo propio.

R. No he estado en los márgenes de la música. He ido por las discográficas puerta por puerta. Pero cuando monté McEnroe con Jaime teníamos ya 33 años, yo era padre, y seguíamos con nuestras vidas. La música era un privilegio, algo que teníamos que cuidar, que tenía que ser especial. Cuando nos fichó Subterfuge, para nosotros fue un éxito total. O el día que sonamos en Radio 3. Todo lo que nos ha ido pasando ha sido increíble, y así lo he vivido.

P. ¿Habría deseado vivir solo de la música?

R. ¿Eso es el éxito? No lo sé. No necesariamente. Siempre he pensado que ahí había un salto que no quería dar. ¿Qué diferencia hay entre llenar la sala Vesta o el Wizink? ¿El dinero? Porque el éxito es algo que no se toca y que para cada uno es algo distinto. No quiero decir para nada que el que vive de la música se venda. Hay grupos maravillosos, mucho mejores que nosotros, que llenan salas inmensas, como The National, y que hacen lo que les da la gana. Pero nosotros estamos aquí y está bien. Y nos siguen pasando cosas. Yo nunca pude imaginar que íbamos a tocar en las Noches del Botánico y sucedió este verano.

P. ¿Cómo cura esa belleza tan presente en sus canciones?

R. Silenciosamente. El concepto de belleza es complicado. Cada uno tenemos el nuestro. Para mí está muy unida a la pureza y a la bondad. La bondad me impresiona y me emociona mucho. La gente que no usa el amor como trueque, que simplemente da.

P. La tristeza también tiene su parte de belleza, dice en una de sus canciones.

R. A mí no me sale escribir desde la tristeza. Tengo que hacerlo desde la alegría, o desde la calma. Pero muchas veces lo hago pensando en momentos chungos que he tenido, y que han llegado después de otros hermosos. Haber pasado por todo ello hace posible que escriba ciertas canciones. La tristeza encierra esos brillos.

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Sobre la firma

Mónica Ceberio Belaza
Reportera y coordinadora de proyectos especiales. Ex directora adjunta de EL PAÍS. Especializada en temas sociales, contó en exclusiva los encuentros entre presos de ETA y sus víctimas. Premio Ortega y Gasset 2014 por 'En la calle, una historia de desahucios' y del Ministerio de Igualdad en 2009 por la serie sobre trata ‘La esclavitud invisible’.

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