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La España despoblada que quiere ser rescatada por la orden de Cluny

Pueblos de Palencia y León con edificios románicos promovidos por los monjes franceses en la Edad Media buscan la declaración de Patrimonio Mundial de la Unesco para visibilizar el legado cluniacense y generar turismo y empleo joven

José Antonio Perrino (izquierda), gerente del hotel San Zoilo, charla con Zoilo Perrino (derecha), presidente de Cluny Ibérica, en el claustro del monasterio de San Zoilo, en Carrión de los Condes.
José Antonio Perrino (izquierda), gerente del hotel San Zoilo, charla con Zoilo Perrino (derecha), presidente de Cluny Ibérica, en el claustro del monasterio de San Zoilo, en Carrión de los Condes.José María Sadia

En el año 2012, el monasterio de San Salvador de Oña (Burgos) acogía la edición de turno de la exposición Las edades del hombre bajo el título Monacatus. Una proyección sobre el coro permitía revivir, siquiera durante unos segundos, los cantos de los antiguos monjes benedictinos. Finalizada la muestra, aquellos cantores virtuales volvieron a hacer las maletas para regresar al pasado. Aquel viaje, aquella secuencia visual, parece haber inspirado la mayúscula aventura en la que un grupo de pueblos de las provincias de Palencia y León lleva varios años embarcado. Los promotores trabajan en la reconstrucción de la antigua red de emplazamientos que, en torno a la poderosa abadía francesa de Cluny, trajeron a la zona su época de mayor apogeo histórico y, a la Península, un nuevo estilo arquitectónico, el románico. El territorio, fuertemente golpeado en la actualidad por la despoblación, reclama ahora, casi un milenio después, el metafórico regreso de los monjes negros para recuperar acaso una pequeña parte de aquel esplendor perdido.

Localidades como Carrión de los Condes o Sahagún, que apenas superan los dos mil vecinos, y otras visiblemente más pequeñas, como Villasirga (169 habitantes) o Nogal de las Huertas (46), forman parte de un ambicioso proyecto de ámbito transnacional, que engloba a un centenar de lugares radicados en ocho países. Quien lidera la recuperación de los antiguos enclaves de carácter religioso, económico y cultural impulsados por la orden de Cluny en torno a los siglos X y XI es la Federación Europea de los Sitios Cluniacenses. El reto que se ha marcado el organismo con sede en la Borgoña francesa está a la altura de una red que puso los cimientos del actual continente europeo: presentar en 2025 la candidatura ante la Unesco para su inscripción de estos bienes en la lista de Patrimonio Mundial.

Zoilo Perrino en la torre del monasterio de San Zoilo.
Zoilo Perrino en la torre del monasterio de San Zoilo.José María Sadia

Pese a la dimensión internacional que ha adquirido la empresa, su germen tiene mucho que ver con la investigación de los orígenes medievales en el monasterio palentino de San Zoilo. La reconversión del edificio en hotel a principios de los noventa ha permitido a los nuevos responsables identificar elementos románicos —de la época de Cluny— tan significativos como la antigua iglesia o el primitivo claustro, cuyos restos se encuentran bajo el actual, una obra maestra gótico-renacentista. Los hallazgos han ido alentando al gerente del hotel, José Antonio Perrino, a investigar y sumar apoyos para rescatar aquella potente red cluniacense bajo cuya actividad el territorio vivió sus tiempos de mayor crecimiento. Esa labor ha llevado a Perrino a convertirse en el primer miembro no francés en la directiva de la Federación Europea de Sitios Cluniacenses —actualmente, es uno de sus dos vicepresidentes—, a la que persuadió en 2017 de asaltar el reto de la Unesco.

“Hoy miramos más a Alemania por el euro que hacia las raíces que nos hicieron ser europeos. Cluny era economía, pero había cosas más importantes, como las ideas o la filosofía, y eso fue lo que nos movió a presentar a la Federación una propuesta para poner en valor lo que de verdad nos hace europeos”, argumenta José Antonio Perrino. La idea caló en una institución que agrupa a más de dos centenares de lugares relacionados con la orden medieval. De ellos, un centenar se sumarán a la candidatura: el 70% situados en Francia y el resto, por todo el continente, desde Portugal hasta Polonia, salvo la basílica de Josafat (Israel) o el actual yacimiento arqueológico subacuático cluniacense que llevó los tentáculos de los monjes hasta Turquía.

En el caso de la península Ibérica, la corriente cluniacense llegó con fuerza y alumbró la construcción de numerosos monasterios y otros edificios en torno al Camino de Santiago, con San Zoilo y Nájera como principales embajadores de la orden. Los antiguos territorios de Castilla y de León fueron “protagonistas de la historia”. Perrino cita, para justificarlo, la celebración de “cortes, concilios y matrimonios reales”. “Si Castilla pudo sufragar el descubrimiento de América es porque aquí se habían establecido los recursos económicos más importantes: la comida y el vestido, el trigo y la lana”, enfatiza el gerente del hotel. También en torno al siglo XI, el monasterio leonés de Sahagún —el llamado Cluny español por su opulencia y declive final— impartía estudios superiores y tenía la capacidad de acuñar moneda propia.

Iglesia de San Martín, en Frómista (Palencia).
Iglesia de San Martín, en Frómista (Palencia).José María Sadia

Pero ¿qué rastro material ha dejado aquel tiempo de esplendor? “La iglesia de San Martín de Frómista es hoy icono del románico y seguimos investigando los orígenes en San Zoilo, mientras que Sahagún, Nogal de las Huertas o San Román de Entrepeñas han llegado a nuestros días en estado de ruina”. El agridulce resumen corresponde a Zoilo Perrino, arquitecto técnico que hace un lustro impulsó la creación de la asociación Cluny Ibérica, que agrupa las voces de los ayuntamientos a los que pertenecen los bienes. El colectivo lucha igualmente para revertir el desconocimiento que afecta a este patrimonio, circunstancia común a la vecina Francia. Y eso porque “tras la Revolución, los franceses arrasaron los monumentos cluniacenses más representativos y los pusieron en venta como material de construcción”, apuntan desde Cluny Ibérica, aludiendo al evidente paralelo español de las desamortizaciones eclesiásticas, que igualmente tuvieron aquí un efecto devastador.

Turismo de interior y empleo joven

Hoy, ese viejo patrimonio se ha convertido en una oportunidad. El objetivo último del sello de la Unesco es la visibilización de un territorio despoblado que necesita oportunidades de futuro. “El proyecto puede generar puestos de trabajo, pero antes tenemos que conseguir que el patrimonio sea un socio vivo de la población”, reflexiona Zoilo Perrino, quien pone directamente el dedo en la llaga: “En un país en el que la cultura compite con el sol y playa, nuestros museos provinciales están vacíos. ¿Es por falta de interés? Quizá es que no están integrados en la vida social de las ciudades y los pueblos”, hipotetiza el presidente de Cluny Ibérica.

Y en ese reto de hacer atractivo el pasado, aprovechando el creciente interés de la sociedad por indagar en sus orígenes, aparecen las nuevas tecnologías. Como el ejemplo de Sant Climent de Tahüll, cuya proyección virtual o mapping se ha convertido en el tirón más fuerte del patrimonio románico de todo el valle leridano de Bohí. “Debemos contarle a la gente el recorrido de estos monumentos y la historia de la orden de Cluny, pero no con palabras, sino con imágenes. ¿Quién puede crear el software necesario? La respuesta está en el empleo joven”, apunta José Antonio Perrino. Puestos de trabajos derivados de la actividad turística, pero también de “otros aspectos no tan obvios”. “Debemos integrar a las empresas de la zona para que puedan generar productos vinculados con el patrimonio de Cluny”, pone como ejemplo, por su parte, Zoilo Perrino.

José Antonio Perrino (izquierda) y Zoilo Perrino (derecha), presidente de Cluny Ibérica, en en uno de los ánditos del claustro.
José Antonio Perrino (izquierda) y Zoilo Perrino (derecha), presidente de Cluny Ibérica, en en uno de los ánditos del claustro.José María Sadia

“Uno de los mayores éxitos del programa Patrimonio Mundial de la Unesco es la proyección que da a los bienes inscritos, con una marca que ha conseguido un claro desarrollo cultural y económico”, asegura Enrique Saiz, arquitecto especialista en patrimonio y responsable técnico de la candidatura de los Sitios Cluniacenses. “Tenemos la esperanza fundada de que muchos de estos sitios, que están ubicados en territorios rurales, puedan experimentar un impulso notable gracias al mayor conocimiento que la Unesco puede dar a sitios dignos de ser visitados, dentro, además, de un ámbito turístico de calidad”, asume el ex director de Patrimonio de Castilla y León.

Sin embargo, como en cualquier reto de esta magnitud, el camino será largo y complejo. “El principal valor no está solo en la creación de una gran red internacional en la Edad Media, sino también en el desarrollo cultural, social y político que supondría el núcleo de los futuros estados europeos”, sostiene Saiz, quien reconoce, no obstante, que “el hecho de que se trate de una propuesta transnacional, de la que forman parte ocho países (aunque se canalice a través de uno solo, Francia), aumenta la complejidad”. Promotores y técnicos coinciden, en todo caso, en que, aunque el objetivo final no se consiga, el trabajo —la búsqueda de nuevas formas de interrelación entre los sitios cluniacenses de distintos países— habrá merecido la pena. Incluso en el escenario menos optimista, puede que los monjes de la orden de Cluny escuchen desde el pasado la llamada de estos territorios de la España despoblada y regresen al presente, como los de Oña, pero esta vez para quedarse.

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