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Así es el nuevo ‘Fantasma de la ópera’ readaptado que se estrenará en Madrid

EL PAÍS asiste a la versión reinventada del clásico musical de Andrew Lloyd Webber, que se presentará en otoño en el teatro Albéniz y en la que el acosador más famoso del teatro se somete a una mirada feminista

Un instante de la representación de 'El fantasma de la ópera' en el teatro Rossetti de Trieste, en julio de 2023.
Un instante de la representación de 'El fantasma de la ópera' en el teatro Rossetti de Trieste, en julio de 2023.LET'S GO COMPANY
Tom C. Avendaño

Ramin Karimloo (Teherán, 44 años) está finalmente sentado, a solas ante un espejo, tras una noche inusualmente ardua: ha tenido que estrangular hasta la muerte a dos personas, casi tres (en su defensa, se habían interpuesto en su camino); extorsionar a ciertas clases dirigentes para quedarse con sus fortunas; secuestrar e hipnotizar a una joven con la esperanza de enamorarla y, al no lograrlo, ha visto necesario arrojar una enorme lámpara de araña sobre el escenario de una ópera en plena representación. Todo esto, además, expresándose a lo largo y ancho de dos escalas completas, algo que no todas las voces masculinas pueden defender. “Es un trabajo cansado, sí, pero no parecía haber otras soluciones a los problemas que hemos visto esta noche”, concede Karimloo, una de las mayores y más veteranas estrellas de Broadway, ante el periodista de EL PAÍS que se ha colado en su camerino del teatro Rosetti de Trieste (Italia).

Karimloo acaba de interpretar al Fantasma de la ópera en la obra del mismo nombre y esta frase no se dice a la ligera. El actor iraní-estadounidense ha dado vida con su voz de tenor a chorro todos los grandes papeles del género musical, pero el Fantasma, el rol más icónico y popular del género, solo lo ha encarnado en ocasiones muy especiales, casi históricas. ¿Un concierto por todo lo alto por el 25º aniversario de la obra, el cual es hoy la grabación más escuchada, la oficial? Le llaman a él. ¿Una función filmada para la posteridad como referencia? Le llaman a él. ¿Un cameo para representar a la comunidad teatral en la película de Joel Schumacher de 2004? Karimloo es el elegido.

Hoy también le han llamado a él. En esta noche de julio, en esta ciudad de 200.000 habitantes al noreste de Italia, en este teatro con capacidad para 1.500 personas, El fantasma de la ópera está sometiéndose al experimento más radical de sus 36 años de historia. La versión más conocida del musical más conocido del mundo, la que se estrenó en 1986 en Londres y en 1988 en Nueva York y se representó sin interrupción hasta 2020 y 2023, respectivamente (la friolera de 14.255 funciones en el West End y 13.981 en Broadway), es cosa del pasado. Ahora, un grupo de artistas italianos y españoles la recrea de cero: nuevos escenarios, nuevas coreografías y vestidos, nueva mirada sobre la clásica historia. Misma música, de Andrew Lloyd Webber, por supuesto, y mismo guion. Todo lo demás es nuevo. El fantasma de la ópera quiere vivir tras las casi cuatro décadas que ha estado vigente. Tras el experimento de Trieste, la función fue a Milán. Su siguiente destino, y quizá su casa durante un largo tiempo, será Madrid, donde se empezará a representar con un reparto plenamente español en el teatro Albéniz a partir del 20 de septiembre.

Ramin Karimloo, como el Fantasma, en un instante de la representación de la obra en Trieste, en julio de 2023.
Ramin Karimloo, como el Fantasma, en un instante de la representación de la obra en Trieste, en julio de 2023.

Nadie que quiera reinventar un clásico se libra de sus retos creativos. En este caso, la colisión entre la historia de El fantasma y la evolución de la sociedad estos 40 años. Esta es la historia de un hombre marginado, con la cara deformada aunque altamente sensible, un excelente compositor que se enamora de una soprano y, para conseguir su amor, la manipula (para el lector zeta: le hace luz de gas) y la aleja de quienes quieren protegerla. Mientras, extorsiona a diestro y siniestro para conseguir todo lo que quiera.

En 2023 este planteamiento es, como mínimo, peliagudo. “Nos fuimos al corazón del conflicto: un hombre que no se acepta a sí mismo”, explica Federico Bellone, director de la nueva versión. A partir de ahí se puede generar cierta empatía y, con ella, se puede estudiar las consecuencias que este conflicto genera en los demás. Christine Daaé, la hasta ahora bastante pasiva soprano, se resiste en esta versión a los trucos de su seductor. Bellone le ha dado toques pequeños que obtienen grandes repercusiones. “Hay un momento en que ella sube al tejado de la ópera y su novio le canta una canción de amor. Aquí jugamos con la idea de que parece que se va a suicidar para librarse del Fantasma. La canción de amor que le cantan ya no es de amor: es un argumentario para que no se mate” (Este enfoque estaba en la versión que vio EL PAÍS, pero puede cambiar en el futuro). Y así, los momentos que en 1986 estaban diseñados para mostrar un Fantasma intimidante y todopoderoso —la caída de la lámpara de araña sobre el escenario, por ejemplo— ahora se ven con un buen subrayado psicológico: este personaje no es un personaje sobrenatural, es un hombre emberrinchado.

Es una respuesta arriesgada a un factor clave en el éxito de la producción: la gente ama al Fantasma. Por asesino, mentiroso y villano que sea, es el favorito de la función y esa era la clave de la versión clásica. Esta relectura da una nueva profundidad aunque, ¿modifica su esencia? Preguntamos al hombre que más sabe del atractivo del hombre enmascarado. “Bueno, ¿y qué va a hacer, con esa cara?”, se defiende Karimloo mientras se pasa toallita tras toallita por el rostro para quitarse el maquillaje de piel de pergamino. “No se sabe mucho de su infancia, pero seguramente le torturaban de pequeño, debió tener un pasado del que o aprendes a huir o a luchar. Y él luchó, porque también es un genio. La sociedad le convirtió en un asesino, no es que él lo sea. Creo que la gente conecta mucho con eso, con la idea del superviviente a toda costa”.

Orquesta más pequeña

El nuevo Fantasma, producido entre Broadway, Italia y la promotora española Let’s Go Company (artífices de Articus; Tim Burton, El laberinto; Ghost, El Musical), tiene la ambición ser la nueva versión oficial de la obra para producciones internacionales. El equipo de Lloyd Webber, The Really Useful Group (TRUG), ha dado su bendición, y Antonio Banderas, que tiene un acuerdo con TRUG para traer sus musicales a España, también. Sin embargo, para cumplir esa función, para poder viajar por el mundo, la enorme producción de los ochenta ha de ser, también, más compacta. Los decorados ahora están pintados, la orquesta de 27 músicos ahora tiene 14. Y lo que antes eran despliegues de atrezo, ahora lo son lo de ingenio. “No cabe una mosca aquí”, describe Moisés Robles, habitual director técnico español que ha trabajado en esta función, mientras pasea entre bambalinas del teatro italiano. “Todo pasa rozando, todo”. Señala el arco motorizado que corona el escenario: “El alma de la propuesta escenográfica es esto, el carro”, explica con orgullo. Sobre él desfilan los escenarios de siempre de la historia, una ópera, un cementerio, unas catacumbas... “Es un milagro que esta función quepa aquí, pero es un milagro bonito”, zanja. El director de orquesta, por ejemplo, tiene que comerse una llamarada que se enciende de golpe a medio metro de él.

El tamaño menor refuerza el componente psicológico. El musical se escribió en los ochenta, con la sutileza de un martillazo sobre un yunque, cuando se estilaban los musicales grandilocuentes y con producciones enormes. En 2023 se habla otro idioma. “La producción original, dirigida por Harold Prince, era de grandes gestos: la música es grande, los movimientos también”, explica. “Hacerla ahora nos obliga a ser un poco más orgánicos”.

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Sobre la firma

Tom C. Avendaño
Subdirector de la revista ICON. Publica en EL PAÍS desde 2010, cuando escribió, además de en el diario, en EL PAÍS SEMANAL o El Viajero, antes de formar parte del equipo fundador de ICON. Trabajó tres años en la redacción de EL PAÍS Brasil y, al volver a España, se incorporó a la sección de Cultura como responsable del área de Televisión.

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