Una nueva ola de pintores españoles arrasa en Asia
Artistas como Javier Calleja, Edgar Plans, Rafael Macarrón o Cristina BanBan consiguen precios récord en las subastas con obras que conectan con la cultura popular contemporánea y hacen furor entre los coleccionistas jóvenes
Una nueva ola de pintores españoles llega a través de océanos de dinero desde Asia. En los años ochenta, Barceló, Broto, Sicilia, García-Alix o Juan Muñoz (1953-2001) consiguieron trasladar la electricidad creativa de unos chicos que apenas superaban la treintena hacia una Europa que contemplaba con curiosidad un país que recuperaba la libertad tras décadas de dictadura, con el eco amplificado de la Movida madrileña. Las expectativas de aquella generación han sido retomadas ahora por Javier Calleja, Edgar Plans, Rafael Macarrón, Adriana Oliver, Cristina BanBan o Jordi Ribes. Aunque su impacto supera el viejo continente y llega mucho más al este.
“El trabajo de estos artistas contemporáneos españoles empodera al espectador, ya que no requiere antecedentes históricos del arte y, por lo tanto, permite ampliar las posibilidades de interpretación”, defiende Maura Marvao, experta en arte contemporáneo de la casa de pujas Phillips para España y Portugal. Y añade: “Las imágenes simples y los eslóganes humorísticos funcionan como vehículo para comunicarse”. Sus trabajos comparten no solo colores brillantes y formas planas, sino un retorno a la niñez. Es un mundo de personajes infantiles. Los niños de grandes ojos de Javier Calleja, por ejemplo, están en deuda con el universo del japonés Yoshitomo Nara. El principal argumento para convencer a los coleccionistas es que aportan simplicidad en un mundo complejo. Una propuesta de mínima resistencia.
Son imágenes “fáciles”. Te gustan o no. Te dicen algo o nada. Atrapan el triste espíritu de los tiempos o se les escapa. “Es verdad que entre el público asiático han conseguido batir sus récords de venta”, observa Beatriz Ordovás, directora de la firma de subastas Christie’s. “Se debe a que en sus obras incorporan referencias contemporáneas combinadas con elementos de la cultura popular asiática generando furor entre los espectadores”. Si la imagen del éxito la trazan los números, Javier Calleja (Málaga, 52 años) tiene los más elevados. Las cifras de la plataforma MutualArt.com a 1 de junio de 2023 resumen que en 2021 consiguió en subasta 14.338.096 dólares (13.318.800,76 euros) a través de la venta de 188 lotes; durante 2022 completó 11.302.455 dólares (10.498.963,47 euros) con 147 piezas, y este año acumula 4.000.233 dólares (3.715.856,44 euros).
Otra característica que comparte esta nueva ola es que sus autores —pese a que su presencia institucional en espacios expositivos de primer nivel resulta débil— están representados por galerías de prestigio. Calleja trabaja, por ejemplo, con la francesa Almine Rech, quien, por cierto, también gestiona a Barceló o el legado de Tàpies. “La obra de Calleja tiene una personalidad propia que escapa a las tendencias del mercado”, subraya Reach. “La admiración por su trabajo continuará en Asia y globalmente, porque ha creado una gran comunidad de coleccionistas apasionados por su propuesta”, prevé.
La barcelonesa Cristina BanBan ha sabido encajar sus pinturas con lo que demanda el mercado. O al revés. Representada por Perrotin (tiene galerías en tres continentes), comparte espacio con el sarcasmo italiano de Maurizio Cattelan o el legado de Anna-Eva Bergman (el Reina Sofía mostró sus soberbias pinturas en el Palacio Velázquez en 2020). Su trabajo —según su galería— “hunde sus raíces en el arte figurativo europeo de la primera mitad del siglo XX, más concretamente en la tradición de Picasso”. Casi nada. Quizá algo exagerado. Los cuadros de gran formato cuestan unos 90.000 euros en galería y durante 2022 vendió en subasta 20 piezas por 1.070.633 dólares (994.521,70 euros). Asia es responsable de este mundo dorado e iridiscente.
A los jóvenes asiáticos no les interesan los maestros antiguos europeos, sino trabajos cercanos, como el cómic japonés, aquello que les resulta fácilmente reconocible. Edgar Plans (Madrid, 46 años) encaja en esta corriente que algunos llaman muñequismo. Y mezcla a Takashi Murakami y Kaws. El responsable de la feria Estampa, Chema de Francisco, clasifica a estos artistas como “neofigurativos”. “Tienen un grado de superficialidad elevada y llegan con facilidad a la gente. Es una moda, el problema es que estas suelen ser circunstanciales”, advierte.
El mercado ha aprendido física cuántica y sabe que el tiempo solo viaja en una dirección. La propia. En 2022, Plans vendió 11.461.723 dólares (1.0646.909,11 euros) en subasta a través de 185 lotes. Un compañero de viaje “cuántico”, Rafael Macarrón (Madrid, 42 años), antiguo ciclista, colocó ese año 21 piezas por 5.343.752 dólares (4.963.864,67 euros). Hasta el 1 de junio, en pujas, logró algo más de 1.400.000 dólares (1.300.474 euros). Le representa, sobre todo, la galería belga Nino Mier.
Estos son los vientos que llegan de Asia. Nadie sabe su tiempo ni su fuerza. Tal vez, al final, se conviertan, siguiendo el segundo principio de la termodinámica, en una alta entropía. Un elevado desorden. Es cuestión de tiempo saber si el agua que baña esta nueva ola se evapora o quedará.
Zóbel regresa al mercado y a Filipinas
Fernando Zóbel Ayala (1924-1984) siempre fue un pintor en España de segunda línea. Era rico, viajaba con chófer y puso en marcha en 1966 ese milagro, en pleno franquismo, que es el Museo Abstracto Español, en Cuenca. Muchos le valoran más por su excelente colección de dibujos italianos del siglo XVII que por su propuesta pictórica. También por su recuerdo. “Era una persona extraordinaria y muy brillante”, reflexiona la historiadora del arte Manuela Mena. Pero casi de súbito, el mercado ha recuperado su trabajo. El auge económico de su país de origen, Filipinas, el bum del coleccionismo asiático y las compras de la propia familia Ayala (poseen el Museo Ayala y la Fundación Ayala Inc.) han disparado su cotización.
“Nunca pensé que iba a suceder, pero un lienzo de 60 x 60 cm que en 2015 costaba unos 40.000 euros ahora supera los 100.000”, describe Eduardo Bobillo, director del área de contemporáneo de la sala Alcalá Subastas. “Deben de venderse todas las telas que llegan al mercado secundario”, calcula. Dios no juega a los dados en el arte. Siempre surgen explicaciones. “En Filipinas hay una reivindicación de su patrimonio artístico y Zóbel se considera un creador del país y su pintura resulta muy asiática”, condensa José Manuel Matilla, coordinador de la exposición del pintor —Zóbel. El futuro del pasado— que le dedicó el Museo del Prado. “Cada vez es más complicado conseguir telas”, admite el galerista Jordi Mayoral. Hay que separar. Los lienzos alcanzan esos precios, pero los grabados y afiches apenas tienen valor. Por eso la diferencia entre los lotes ofertados y los vendidos. La plataforma MutualArt.com (datos a 1 de junio) enmarca los números. En 2021 vendió 72 lotes sobre 87 ofertados. Dejó 4.587.583 dólares. Un año después remató 54 piezas y su caja cerró en 3.667.673. Este año, con 30 trabajos, ya suma 1.693.393 dólares. Zóbel es el primero de Filipinas.
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