Goya a cobre descubierto: la última restauración de los grabados del pintor permitirá ver los trazos originales sobre las planchas metálicas
La Academia de Bellas Artes de Madrid ha quitado los recubrimientos de níquel y acero que protegían 101 de las piezas por la corrosión que provocaban en placa original
Los grabados de Goya han vuelto a su primera vida, a aquella que el pintor realizó con sus manos directamente en el cobre. Las planchas que contienen estas imágenes se pueden ver tal y como el autor las concibió gracias a la restauración que la Academia de Bellas Artes está llevando a cabo financiada por la Fundación Ibercaja. Durante años, estas piezas han sido recubiertas con acero, níquel y cromo para endurecerlas y así prolongar su vida útil. Sin embargo, estas capas han producido un deterioro importante en la superficie metálica sobre la que Goya dibujó. Para evitar esta situación, se ha empezado un proceso de desacerado que ya ha restaurado 101 planchas de las 228 con las que cuenta la Academia. “Han dejado de ser un instrumento útil para ser una obra de arte en sí mismas”, apuntó Víctor Nieto, historiador del arte y miembro de la institución, el viernes 2 de junio en la presentación del proyecto.
El “efecto pila” es el causante de los daños presentados en las planchas. Se trata de un proceso de corrosión que se produce de manera natural entre los metales —la matriz de cobre y las capas metálicas superpuestas— favorecido por la humedad ambiental. Al llegar a la pieza original, este efecto deteriora la talla y los detalles que presenta. El Istituto Centrale per la Gráfica de Roma lleva 12 años trabajando para adelantarse a este fenómeno en los grabados de Giovanni Battista Piranesi. Ahora Lucia Ghedin, conservadora de matrices en la institución italiana, ha ayudado a la Academia a salvar las piezas de Goya.
El proceso empieza con la identificación del material que recubre cada plancha. La restauradora del Museo del Prado Laura Alba es la encargada de analizar, mediante un equipo de fluorescencia de RX, los elementos que componen las capas metálicas. Detrás de ella, las piezas pasan por las manos de la restauradora Silvia Viana, la responsable de eliminar los baños de níquel y acero mediante el proceso de Ghedin. Una vez eliminadas las capas electrolíticas se realiza un tratamiento de inhibición del cobre y la protección de las planchas con un barniz reversible y estable.
Los residuos de la restauración de las planchas se van a reutilizar. La Universidad Autónoma de Madrid va a complementar el proyecto con un análisis de los baños utilizados para la eliminación de los recubrimientos para controlar y conocer el proceso químico de desacerado que se ha realizado en la Academia de Bellas Artes.
Todo este proceso se ha llevado a cabo solo con las piezas cubiertas con níquel y acero, puesto que el cromo no sufre el efecto pila y se han mantenido estables. Viana comentó que la aportación de la Academia ha sido ver que en el recubrimiento de níquel también se podía utilizar este método. “Es una cosa que ni los romanos sabían”, bromeó el director de la Academia, Tomás Marco.
Han conseguido coger la corrosión a tiempo en todas —aún faltan 127 por restaurar—, menos en la plancha Bobalicón. Esta pieza presenta en los márgenes unas pequeñas manchas de color más claro, aunque se ha salvado el dibujo. Una de las planchas que se ha librado de un deterioro importante es la número 37 de Los desastres de la guerra. Este grabado se prestó a una exposición y en el viaje, por el cambio de lugar a pesar de ir dentro de una vitrina estanca, se produjo un daño importante en solo dos meses que estuvo exhibido. “Eran como dos bombas que habían estallado en medio de una plancha”, detalló Bordes. Los investigadores apuntan a que pudo ser una bacteria y esto les llevó a restaurarla de manera urgente para evitar daños irreversibles.
En la obra gráfica de Goya destacan sus cinco series calcográficas: Los cuadros de Velázquez (1778), Los Caprichos (1797-1799), Los Desastres de la guerra (1810-1815), La Tauromaquia (1814-1816) y Los Disparates (1815-1824). Todas ellas realizadas con un discurso crítico ante la sociedad en la que vivía. Por ejemplo, Los Caprichos, que representan el final del Antiguo Régimen y el nacimiento del pensamiento liberal burgués, está concebida como una sátira contra los vicios y las incoherencias de la conducta humana; y su oposición a todas las formas de violencia queda clara en Los Desastres de la guerra y La Tauromaquia. Se pueden ver las 101 restauradas en la sala que la Academia dedica exclusivamente a su exhibición.
Si estos grabados se volviesen a estampar, el resultado del proceso sería totalmente distinto, apuntó Viana. Con el desacerado, las planchas han ganado profundidad en la talla, por lo que son visibles nuevos detalles que hasta ahora podían haber quedado opacados por el recubrimiento. Pero el director de la Academia aseguró que su intención no es volver a crear una serie y, en caso de producirse una impresión, sería para guardarla en el archivo.
Los únicos grabados que estaban con la matriz en cobre eran los cuatro expuestos en el museo del Louvre (París). “Contemplarlos era otro mundo”, contó Bordes, aunque el académico explicó que el empeño era ayudar a la conservación y no tenía un fin estético. Pero lo cierto es que gracias a quitar las protecciones ha salido a la luz la habilidad del pintor con el cobre: Goya utilizaba las coqueras —los pequeños orificios irregulares que salen al tratar los metales— a su favor y las convertía en, por ejemplo, una mancha dentro de un rostro. “Gracias a eliminar los baños se puede hacer un análisis más profundo de estas obras”, aseguró Bordes. Ahora que las planchas se encuentran en su estado original, la Academia debe cambiar el sistema de iluminación de la sala y así lo quieren hacer, puesto que la luz no deja ver esos detalles nuevos que tanto remarcaron en esta exposición que a Bordes le gusta llamar “Goya a cobre descubierto”.
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