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Sole Giménez: “Sufrí bulimia cuando esa enfermedad no tenía ni nombre”

La cantante y compositora de Presuntos implicados conmemora sus 40 años de carrera en grupo y solitario con ‘¡Celebración!’

Sole Giménez en un hotel del centro de Madrid el pasado 8 de mayo.
Sole Giménez en un hotel del centro de Madrid el pasado 8 de mayo.Jaime Villanueva
Jesús Ruiz Mantilla

Es un auténtico referente del pop sofisticado. La voz de Presuntos Implicados, Sole Giménez, cumple cuatro décadas de carrera —empezó a cantar con 11 años— con ¡Celebración!, un doble disco en directo. Creció en París, allí nació hace 60 años, con unos padres que suspiraban por Yecla, su origen murciano. No disfrutó de una adolescencia fácil, tragándose una desquiciante bulimia. Pero una voz suave, fresca, personalísima y elegante ha sido el vehículo por el cual ha labrado una carrera con gusto, eso que no sabe definir bien con palabras en qué consiste, pero sabe distinguir de sobra. Sigue destilándolo por los cuatro costados.

Pregunta. Si tomamos Cómo hemos cambiado, aquella canción suya como referencia, usted, no tanto en cuanto a la voz, la tiene fresca como un zumo de naranja, ¿cómo lo hace?

Respuesta. Pues sí, la verdad es que se mantiene. ¿Genética, quizás? No sé. Yo me cuido, porque si no, aquello no funciona.

P. ¿Cuándo adquirió conciencia de que para esto debía cuidarse?

R. Muy pronto. Empecé a cantar a los 11 años. Desde pequeña, en coros y danzas. Al comenzar con Presuntos Implicados ya me di cuenta de que salir daba problemas. Además, era la época en que fumaba todo el mundo, ¿te acuerdas?

P. ¡Cómo no! ¿Usted fumaba?

R. Sí, fumé 10 años, de los 16 a los 26. Me di cuenta enseguida de que la voz era un elemento frágil. O te cuidas…

P. O acabas como Sabina o Chavela Vargas.

R. Exacto, hay personas que hasta así adquieren un tono, pero yo no he tenido esa suerte… O esa desgracia, no lo sé.

P. Pero sí ha cambiado muchísimo en cuanto a estilos musicales.

R. Sí, no me gusta encasillarme. En Presuntos teníamos un estilo marcado. Un sello.

P. ¿Cuál?

R. Yo creo que la querencia por la música de calidad, el pop de calidad, armónicamente rico, sofisticado.

Otra imagen de la cantante del 8 de mayo.
Otra imagen de la cantante del 8 de mayo. Jaime Villanueva

P. No la veremos haciendo reguetón, ¿verdad?

R. No, tal como lo conocemos, no.

P. Qué cosa más basta y más absurda.

R. Yo me pregunto, dentro de 40 años, a los chavales de ahora, ¿qué les emocionará del recuerdo de una canción?

P. Eso, ¿producirá nostalgia el reguetón?

R. Pues, no sé, pero si piensas en la ruta del bakalao, el chunda chunda, mira. No tiene ni pies ni cabeza.

P. Nació usted en París y luego se mudó a Yecla, Murcia. La distancia física son 1.530 kilómetros. ¿La emocional?

R. Poca, muy poca. Los emigrantes estamos vinculados con el origen.

Mi padre trabajó en albañilería, tuvo un problema de dermatitis, volvimos a Yecla, montaron una fábrica de muebles y les fue bien”

P. ¿Cómo acabaron allí?

R. Mis padres fueron a trabajar en lo que fuera. Mi padre en albañilería, tuvo un problema de dermatitis, volvimos a Yecla, montaron una fábrica de muebles y les fue bien. El pueblo siempre estaba muy cerca, volvíamos en coche, mi padre casi no quería parar.

P. ¿Y cantaban?

R. Sí, canciones francesas, españolas.

P. Cantar en francés se le quedó ahí, bien.

R. Sí, aprendí de niña y ahí sigue.

P. De niña también empezó a cantar en público, me contaba antes. ¿Cómo?

R. Una hermana afro colombiana, una monja muy jovencita, montó un coro de niñas para la misa de once, aunque la importante era la de doce. Aprendíamos las canciones directamente del disco. Enseguida me puso de solista, yo me moría de vergüenza.

P. ¿Era tímida?

R. Sí, sí. Iba del instituto a mi casa sin levantar la cabeza. Tuve una adolescencia complicada porque engordé muchísimo. Sufrí bulimia cuando esa enfermedad no tenía ni nombre. Pesé unos años que todos los días me quería morir.

P. ¿Tanto?

R. Sí, sí. No metafóricamente. Pensaba que nadie me entendía, empezando por mis padres.

P. ¿Y cuándo recuperó las ganas de vivir?

R. Me fui a Valencia, perdí peso, hice amigos y todo se olvidó. Empezamos con Presuntos. La vida recuperó su luz.

P. Y a partir de ahí, ¿feliz?

R. No, por Dios.

P. ¿Cuándo llega entonces la felicidad a su vida?

R. Bueno, a raticos siempre está. Me he convertido en una persona disfrutona conforme me he hecho mayor. Pero de jovencita, el punto de perfección me lo puse tan alto que eso es una putada. En Presuntos nos pasaba mucho y el manager nos decía: ‘¡Joder, no estáis disfrutando de vuestro éxito!’. A raíz de mi carrera en solitario, me quito presión.

P. Además empieza a probar cosas. A arriesgar.

R. Pues sí, porque lo otro, el estilo, la presión del mercado, las discográficas, encarcela, pesa.

P. Ahora que las discográficas ya se derrumbaron, ¿dónde está la presión?

R. En poder seguir haciendo lo que te gusta como te gusta. Y que se entere la gente.

P. Es que son muchos, destacar resulta difícil, todo se ha abaratado un poco. ¿Desde cuándo?

R. Yo te lo digo exactamente: hace 15 años, con la piratería.

Es que ser artista no sólo consiste en cantar o componer bien. Si no en tener concepto, ser coherente y mantener una dirección”

P. O con esa manía de que hoy cualquiera puede ser artista.

R. Es que ser artista no sólo consiste en cantar o componer bien. Si no en tener concepto, ser coherente y mantener una dirección. Sin embargo, conozco a mucha gente que sabe eso y lo aplica, pero no ha tenido éxito.

P. ¿Y al revés, quienes no saben a dónde van y arrasan?

R. Me vienen muchos a la cabeza entre esos, que aun no tienen idea de lo que hacen y triunfan. A lo mejor lo veo desde una perspectiva distinta. En las nuevas generaciones los parámetros están cambiados, lo que ocurre es que no lo entendemos. En mi concepto, lo primero es la música, la armonía. Y hacerlo con gusto. Eso me dijo una vez Chucho Valdés, que la diferencia entre la música buena y la mala es la que está hecha con gusto. El problema es saber qué es eso del gusto.

P. Ya…

R. No se puede definir, se siente. Hay algunos que escuchas y piensas, joé, qué bien tocas y todo, pero que poco gusto tienes. O al revés. ¿Lo distingues?

P. Es que ahora, como estamos rodeados de mal gusto, puede parecer fácil.

R. Tiene que ver con tantas cosas: a mí me dicen que soy más músico que cantante. Sabemos distinguirlo sin necesidad de explicarlo: esto sí y este, no. Lo sabes y ya.

P. ¿Y el estilo?

R. Eso es distinto: es el lugar donde reposa la belleza de lo que debes hacer con gusto. A mí me encanta probarlo todo. Como decirte: igual que entrar en una pastelería en la que te apetece comer todo. Pero para eso, antes debes conocerlo, metértelo dentro.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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