Cannes aplaude la última galopada de Indiana Jones y concede a Harrison Ford una Palma de Oro honorífica
El actor desfila sobriamente por la alfombra roja del certamen en el estreno mundial de la entrega que cierra la saga del mítico aventurero
Y Harrison Ford pisó la alfombra roja. De la mano de su mujer, Calista Flockhart, acompañado de la música de John Williams tan apegadas a su personaje como él mismo, Ford pasó sobrio aunque sonriente por la alfombra roja. Tan rápido que dejó atrás al resto de sus compañeros de Indiana Jones y el dial del destino, el plato fuerte de este jueves en Cannes, programado como Sesión Especial a mitad de una tarde gris en la que chispeó constantemente. Ford y Flockhart volvieron sobre sus pasos, dejaron un minuto al reparto de la película francesa Rosalie, con Benoît Magimel y la estrella emergente Nadia Tereszkiewicz a la cabeza, disfrutar de la alfombra roja, y retornaron con todo el equipo Indiana, el reparto y el director de la quinta y última película del aventurero: además de Ford, los actores Mads Mikkelsen, Phoebe Waller-Bridge, Boyd Holbrook, Shaunette Renée Wilson y el niño Ethann Isidore, junto al director James Mangold y los productores, y pesos pesados de Hollywood, Frank Marshall y la presidenta de Lucasfilm, Kathleen Kennedy.
Arriba, con más de media hora retraso, algo a lo que se ha abonado en esta edición Cannes, les esperaban el delegado general, Thierry Frémaux, y la presidenta del certamen, Iris Knobloch. Todos juntos saludaron desde el final de la escalera, y fueron recibidos en el interior de la sala Lumière con aplausos de todo el patio de butacas en pie. En el vestíbulo, Flockhart le quitó con mimo una huella de carmín a su marido: ninguno sabía que un puñado de minutos después, el actor iba a recibir una Palma de Oro honorífica.
Era el día de Indiana Jones. Probablemente, no el más importante para Thierry Frémaux, fan de Scorsese, que llevaba años luchando por su vuelta a Cannes. Pero sí para los centenares de curiosos que se asomaban en los balcones de las casas de La Croisette adyacentes a la alfombra roja. Entre el público que apretujaba en la zona de bajada de estrellas de las limusinas, alguno iba disfrazado de Indiana Jones, otros enseñaban DVD de la saga y varias portaban fotos de Harrison Ford con frases como “I Love You”. En el atasco de la alfombra, que acumulaba equipos de películas de otras secciones (por ejemplo, Steve McQueen, con su documental de cuatro horas sobre el Ámsterdam tomado por los nazis), estrellas, influencers y modelos, asomaron el compositor francés Jean Michel Jarre y la actriz china Gong Li, un matrimonio tan longevo como extraño, al que el dj dedicó un extracto de Oxygène, uno de sus discos más populares; Charlie Heaton, de Stranger Things; la estrella de Bollywood Aishwarya Rai Bachchan, con una capa rematada con una gigantesca capucha. Eso sí, no hubo aviones como el año pasado para Tom Cruise y su Top Gun: esta es la 76ª edición del certamen, y los fastos del aniversario ya no se repiten.
Cannes, devorado por la inauguración y por el estreno ayer del mediometraje de Pedro Almodóvar, no le ha hecho mucho caso en realidad a Indiana Jones y el dial del destino (que se estrena en el resto del mundo el 30 de junio), hasta esta tarde. Apenas un cartel de promoción de la película en la puerta del hotel Carlton. El certamen devora cada día decenas de películas y alberga varios festivales en uno, aunque al atardecer sí ha rendido pleitesía al icono cinematográfico.
Sin embargo, en pantalla, al menos en el arranque, poco queda del icono. En agosto de 1969 Indiana Jones se siente apartado del mundo. Le faltan horas para jubilarse como profesor de arqueología del Hunter College, donde imparte de manera rutinaria sus clases, y rumia su soledad en un modesto apartamento en Nueva York. El ser humano ha llegado a la Luna y a Indy, los papeles del divorcio. Solo la llegada de su ahijada Helena Shaw, que quiere hacerse con la anticitera, una computadora supuestamente creada por Arquímedes y recuperada por Indiana y el padre de la nueva aventurera al final de la II Guerra Mundial, y de un grupo de nazis que también desean obtener la máquina obligarán al arqueólogo más famoso del mundo a levantarse del sofá.
Han pasado 15 años del patinazo que supuso Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal, teórico final de una saga que había lanzado sus grandes aciertos entre 1981 y 1989, cuando se estrenaron En busca del arca perdida, Indiana Jones y el templo maldito e Indiana Jones y la última cruzada. No ha habido un personaje a su altura, al menos en la aventura. Según el American Film Institute, Indiana Jones es el segundo héroe más grande de la historia del cine: solo le adelanta el abogado Atticus Finch, encarnado por Gregory Peck, en Matar un ruiseñor. Puede que en el pasado, Indiana se haya manejado en una moral un poco más dudosa; sin embargo, en esta entrega mantiene su integridad con perseverancia y, en cambio, le señala a su ahijada sus métodos dudosos.
Porque al contrario que las películas precedentes, en esta entrega Indiana no es el único protagonista. Su ahijada Helena, a la que encarna la actriz y guionista Phoebe Waller-Bridge (creadora de series como Fleabag o Killing Eve y del guion del último bond, Sin tiempo para morir), comparte pantalla y viajes con él, emana el espíritu pícaro del joven Indiana Jones. Más cambios de calado: ya no dirige Spielberg como en las cuatro anteriores, sino que el testigo lo recoge James Mangold, gran realizador de filmes de aventuras con aroma clásico: sabe narrar historias de viejas glorias, como confirman Cop Land y Logan. Según Kathleen Kennedy, productora y presidenta de Lucasfilm, fue Harrison Ford el que pidió un último tango. “No quería que se acabara y pidió otra aventura más”, aseguraba hace unos meses Kennedy. Ahora bien, el viaje final —lo inició con 38 años— ha pillado al actor con 80 años (en pantalla se asume que tiene 65 y en la secuencia inicial, gracias a un buen rejuvenecimiento digital, retorna a sus tiempos de gloria en la II Guerra Mundial). Hace tres semanas, Spielberg contó que vio la película con Mangold y otros ejecutivos de Disney, y al encenderse las luces les dijo “¡Maldita sea! ¡Creía que era el único que sabía cómo hacer una de estas!”.
Aquel profesor —creado por George Lucas en recuerdo a los seriales cinematográficos de los años 30 y 40— nació en 1973 como un puro divertimento, aventura a la vieja usanza, disfrute cinematográfico que encontró rápidamente unos villanos a su altura: los nazis. Cuatro años más tarde, Lucas le enseñó aquellas ideas a su amigo Steven Spielberg y juntos le vendieron el concepto a Paramount Pictures tras el éxito de La guerra de las galaxias: y ahí ya manejaban la idea de una saga.
Icono desde 1981
Henry Walton Jones junior arrasó desde el estreno del primer filme el 12 de junio de 1981. No será un arqueólogo meticuloso, pero inició a varias generaciones en la importancia de custodiar con mimo los objetos antiguos, y que todas esas reliquias escondían en su interior una aventura. De su éxito surgieron series de televisión (Las aventuras del joven Indiana Jones), películas con personajes similares (La momia, las minas del rey Salomón, la saga National Treasure, Los Goonies, Atlantis: el imperio perdido, los filmes de animaciónTadeo Jones o El código DaVinci) y hasta videojuegos como Tomb Raider.
Y lleno de recovecos. En la promoción en Estados Unidos, Mangold aseguraba: “Indiana Jones es un personaje que siempre nos sorprende. Puede ser egoísta, empático, valiente o hasta cobarde. Y Harrison aunó todos esos elementos. No es un héroe a la usanza griega, sino un ser humano. Todas esas excentricidades, fobias y neurosis son parte de su encanto. Tiene, eso sí, un superpoder: una enorme suerte”.
En Indiana Jones y el dial del destino esa suerte se maneja como elemento irónico en numerosas secuencias. Empezando en la inicial, que transcurre en los últimos días de la Segunda Guerra Mundial en Europa, que sirve también para presentar al villano de turno, Jürgen Voller (encarnado por Mads Mikkelsen) un arqueólogo nazi que, como Indiana, va detrás de reliquias de postín, como la punta de la lanza de Longinos, el centurión romano que atravesó a Jesucristo en la cruz, o la anticitera, una máquina creada por Arquímedes destinada a algo más que el mero cálculo astronómico, pues podría servir como una máquina del tiempo, y que el matemático griego escondió tras la caída de Siracusa, conquistada por los romanos en el 212 a. C. Voller reaparece en 1969, ya que trabaja para el Gobierno estadounidense en su programa espacial, y le acompaña un pequeño ejército de neonazis. Mangold y sus guionistas han recuperado a los enemigos clásicos de Indiana, dejando de lado a los soviéticos, los villanos de la cuarta entrega.
¿Vuelven algunos personajes de la trilogía inicial? Sí, Sallah, el amigo árabe encarnado por Jonathan Rhys-Davies, es ahora taxista en Nueva York, y la sombra de su esposa Marion (Karen Allen) asoma por toda la historia. Antonio Banderas se suma a la fiesta como Renaldo, un veterano marino y buzo español algo loco que vive en las islas griegas, un amigo que ha acompañado a Jones en periplos anteriores, y le ha jurado lealtad eterna. Son ganchos para un estreno que se espera sea otro éxito para el universo Jones, que solo en salas ha recaudado cerca de 2.000 millones de euros.
No habrá Indiana Jones sin Harrison Ford. A pesar de los rumores de hace años de su sustitución por Bradley Cooper o Chris Pratt, a pesar de que en la pantalla grande o pequeña ha tenido el rostro de otros actores, como Corey Carrier, River Phoenix, Sean Patrick Flanery y George Hall, los productores y Ford ya han confirmado que esta será su última aventura. Tras el rodaje en Marruecos, Sicilia —la película transcurre mayoritariamente en el Mediterráneo—, Escocia, Inglaterra y en los míticos estudios londinenses Pinewood, se acabó Indiana.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.