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UNIVERSOS PARALELOS
Columna
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Y Peter Gabriel quería estudiar cine

Así es el legado de Charisma Records, una de las discográficas más audaces de los años setenta

Peter Gabriel, en un concierto el 2010.
Peter Gabriel, en un concierto el 2010.claudio álvarez
Diego A. Manrique

Veo que Peter Gabriel anuncia nuevo álbum, i/o. Buena noticia, ya que lleva 20 años sin publicar una colección de canciones nuevas. Y eso que cuenta con estudios propios, presupuesto para experimentar y una cabeza en perpetua ebullición.

Pudo ser diferente. En 1970, Gabriel y su grupo estaban desmoralizados. Habían debutado en 1969 con From Genesis to Revelation, un pinchazo: la liquidación de su discográfica, Decca Records, especificaba que ese año habían vendido 650 copias. Ellos venían de la clase media acomodada y los padres insistían que volvieran al mundo real. Los chicos bajaron la cabeza y pidieron plaza en universidades; Gabriel quería estudiar cine en la London School of Film Techniques.

Pero se dieron una última oportunidad. Se juntaron en un chalet en las colinas de Cotswold y buscaron bolos en Londres, a 150 kilómetros de distancia. Lograron tocar los martes en Upstairs at Ronnie’s. Suena muy prestigioso pero era un local improvisado sobre el Ronnie Scott’s, club de jazz que quería competir con el cercano Marquee. Y el público del rock no picó.

La actuación del 24 de marzo de 1970 sí que atrajo a un puñado de curiosos. Trabajaban para la discográfica Charisma y estaban encabezados por el fundador de la compañía, Tony Stratton Smith. Algo ocurrió esa noche ya que inmediatamente fueron fichados. Stratton Smith les pidió que se trasladaran a Londres, prometiendo pagar 10 libras semanales a cada miembro (en realidad, ofreció 15 libras pero los músicos no quisieron abusar).

La historia se cuenta en Strat! (Bedford, Wymer Publishing), de Chris Groom, una biografía de Tony Stratton Smith que ha pasado un tanto desapercibida, tal vez por salir al mercado en los días aciagos de la covid, cuando corría la llamada cepa británica. O puede que el texto rompa el consenso de que los disqueros (y los managers, ya que Tony a veces combinaba las dos facetas) son la peor subespecie humana.

Stratton Smith rompía los esquemas. Alcanzó cierta fama como periodista deportivo en los años cincuenta: estuvo a punto, en 1958, de subirse al avión del Manchester United que se estrelló en Múnich. Viajó mucho y en Brasil entendió que el fútbol ya era global: inauguró una serie de anuarios llamados International Fooball Book que le proporcionaría ingresos regulares.

Puede que Stratton Smith viera al pop como el juego más excitante en la ciudad durante los sesenta. Además, la industria británica se concentraba en el Soho y calles adyacentes: se solapaba con el ambiente gay que atraía a artistas y managers. Tony Stratton Smith estaba a gusto y tuvo la paciencia para aguantar los años sin éxito hasta que llegaron las vacas gordas con Genesis (y todos sus satélites), Van der Graaf Generator, Lindisfarne, Julian Lennon, etcétera. Apechugaba con todo: desde un denso doble LP conceptual como The lamb lies down in Broadway a media docena de álbumes de Monty Python y los recitados musicados del poeta John Betjeman.

Tenía una asombrosa predisposición para meterse en complicados fregados. Tras una charla con Leonard Cohen, puso en marcha una editorial, Charisma Books. También, bendito sea, metió dinero a fondo perdido en revistas musicales como Zigzag. Arrebatos puntuales que destapaban sus crecientes problemas económicos: aficionado al llamado “deporte de reyes”, invirtió millones en crear una cuadra de caballos de carreras. En 1983 vendió Charisma a un voraz competidor: Richard Branson, de Virgin. Al poco, se iba a Las Palmas de Gran Canaria, por cuestiones fiscales. Desde allí, pudo contemplar el primer número uno de Peter Gabriel, Sledgehammer. Tony Stratton Smith murió de repente en 1987, con 53 años.

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