Bely Basarte: “Salí del hoyo y ahora no hay quien me pare”
La cantante que ha triunfado desde su canal de YouTube, ajena a la industria, es una referencia del pop en su generación
Se construyó al margen de la industria. Como un paradigma de su generación, ha caído por el precipicio pero ha vuelto a subir con su piedra de Sísifo hasta arriba. Bely Basarte (Madrid, 31 años) comenzó con una legión de seguidores en YouTube, donde cada semana fue colgando una canción desde que decidiera hacerse un hueco en el mundo de la música. De ahí a su triunfo ahora sostenido y creciente —cantó este año en la gala de los Goya— ha labrado un lenguaje propio y no se rinde.
Pregunta. Si yo comenzara hoy una carrera musical, ¿me abro un canal de YouTube?
Respuesta. No sé si lo utilizaría hoy para empezar.
P. A usted no le fue mal. ¿Ya no sirve?
R. ¡Pero yo me lo hice en 2014! Creo que ahora TikTok o Instagram son mejores.
P. ¿Ni una palabra de cariño va a tener con YouTube?
R. Sí, me ha dado muchas cosas, estar sentada aquí para esta entrevista, por ejemplo, pero ya no es su momento. Sirve para los videoclips, pero se consume infinitamente menos que hace dos años.
P. De cero a 500.000 seguidores se puso... ¿en cuánto tiempo?
R. En años. Fui a la universidad a estudiar Empresariales, pero decidí dedicarme a la música y me dije: lo primero que tengo que hacer es ponerme a componer regularmente.
P. Y lanzaba una canción a la semana, como hacía Bach, más o menos, una cantata cada domingo.
R. Sí, la música, para mí, no era un hobby. Más bien un trabajo.
P. Una de las razones de su éxito es meter la palabra ‘no’ en los títulos de algunas de sus canciones: El camino que no me llevó a Roma, El diciembre que no estás, No te quiero ver llorar. ¿A qué viene tanta negatividad?
R. Uy, no lo había pensado. Al contrario, soy una persona muy optimista. Igual tengo que hablarlo con mi psicólogo.
P. ¿Cree que su generación, a la que se le han puesto tantas piedras en el camino, parte del no para empezar?
R. Es verdad que hemos crecido con el no ya lo tienes. Cuando estaba en la universidad nos decían: “No terminéis de estudiar porque no hay trabajo”. Tras la pandemia, que si no hay conciertos y así… Aunque nos llamen la generación perdida, somos muy luchadores.
P. Hizo un corto en que contaba una historia de superación personal, ¿cuál?
R. La vida, supongo… Como les ha pasado a muchos, tuve que pedir ayuda. En el corto cuento que no debemos torturarnos por no saber hacer según qué cosas antes de aprenderlas. Que debes chocarte con la misma pared ocho veces antes de superarla.
P. ¿Eso es algo a lo que no se aprende en un colegio de monjas, como al que fue usted?
R. Exactamente. Ahí me enseñaron a amar al prójimo, pero a veces al prójimo quieres verle lejos.
P. ¿Cómo salió del colegio?
R. Igual de rebelde que entré. Hay algo que ni las monjas pueden domar. Pero las recuerdo con un cariño tremendo, aunque me expulsaran.
P. ¿Por qué?
R. Por una gamberrada, pero no lo sabe nadie. Ahora me río. Siempre fui buena estudiante, pero un día la lie.
P. Volvamos al problema que quiso contar en su corto.
R. Pues que todo se me hizo bola, que nos cancelaban fechas, salí de una relación tóxica, me diagnosticaron depresión... Paré a respirar, a coger aire. La incertidumbre era lo que más me angustiaba. No quería ni hacer planes porque todo se chafaba.
La vida tiene más que ver con un maratón”
P. La piedra de Sísifo, la que una vez arriba vuelve a caer, ¿debe ser la primera lección a aprender en su generación?
R. Quizás nos hayamos creído demasiado el ritmo de las películas, tan rápido. Una decide ser doctora y en dos secuencias lo es. Cuando la vida, por el contrario, tiene más que ver con un maratón.
P. O sea, que la culpa la tienen las elipsis en el cine…
R. No… Nosotros también, que debemos aprender a tener paciencia, a ganar públicos poco a poco, a que nos quiera el algoritmo, que te funcione, que sea una la comunidad que te sigue.
P. ¿Cómo te quiere un algoritmo?
R. Creando contenido chulo, para empezar, y luego, una vez lo terminas, no has acabado el trabajo, estás sólo a la mitad, necesitas defenderlo.
P. Cuando dice contenido, ¿se refiere a arte? ¿No es una palabra odiosa?
R. Tienes razón, yo no hago contenido: ¡hago música!
P. Vale. ¿Quién le dijo que podía dedicarse a cantar?
R. Lo bueno es que nadie me dijo que no podía hacerlo. Nuestros límites se establecen así. Mi madre cantaba en casa: boleros, Luis Miguel. Mi padre me ponía Supertramp o Pink Floyd. Desde pequeñita lo quise ser y no se me pasó la tontería.
P. Luego se echó a la calle con su guitarra.
R. Sí, a ponerme delante de la gente en la calle Preciados o Arenal y que me echaran moneditas. Hasta que también me di cuenta de que para crecer podía a colgar videos en internet. También he tenido trabajos…
P. ¿Cuáles?
R. He cuidado niños, vendido helados y perritos calientes, he currao…
P. Defina su música.
R. Me cuesta mucho: ¿Pop? ¿Cantautor? ¿Indie? Mi equipo lo define así: pop policromático.
He cuidado niños, vendido helados y perritos calientes, he ‘currao’…”
P. ¡Guau!
R. Entre lo acústico y lo electrónico me vale todo.
P. ¿Adónde quiere llegar?
R. ¡A ser feliz! Me da igual si es en el Madison Square Garden o en un chiringuito. Lo que sí estoy segura es que será encima de un escenario.
P. ¿Por qué lleva el pelo rojo?
R. El pelo es una forma de expresión. Y el rojo demuestra cómo resurgí de las cenizas el año pasado. Es pasión, fuerza y un poco de ira. Salí del hoyo y ahora no hay quien me pare.
Babelia
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