Gustavo Dudamel: el sueño del niño de Barquisimeto de dirigir la Filarmónica de Nueva York se hace realidad
“Es un orgullo ser el primer latino al frente de esta orquesta”, dice el músico venezolano durante su presentación como director musical y artístico de la formación
Gustavo Dudamel era este lunes sobre el escenario de la Filarmónica de Nueva York la personificación de un sueño, el del niño de Barquisimeto (Venezuela) que a los ocho o nueve años dirigía en su casa, “para mi familia y mis muñecos”, que quería tocar en una orquesta de salsa como su padre, trombonista, y que hoy, a los 42 años, asume la dirección musical y artística de la formación más veterana de EE UU, un puesto por el que desfilaron Gustav Mahler, Arturo Toscanini, Leonard Bernstein, Lorin Maazel y otros grandes de la historia de la música.
“Es un sueño estar en un sitio tan emblemático, su pasado impresiona, pero veo también todas las posibilidades que ofrece el futuro, no sólo como institución, como orquesta, sino como factor de identidad de una comunidad y como herramienta de transformación social”, ha dicho este lunes el director, cuya labor pedagógica, como impulsor de El Sistema de Abreu o creador de la YOLA, la orquesta juvenil de Los Ángeles que copia el modelo venezolano, ha corrido siempre paralela a la interpretativa. Tras un exitoso periodo al frente de la Filarmónica angelina, a la que llegó en 2009, Dudamel se incorporará a la formación neoyorquina como director musical designado en la temporada 2025-2026 y a partir de la siguiente será durante cinco años su 27º responsable. Sucederá en el puesto a Jaap van 0zweden.
“Cuando llegué a la Filarmónica en 2007 tenía el pelo negro y 25 o 26 años”, bromea sobre su primer concierto en Nueva York, “Lorin Maazel era el director artístico y fue algo muy especial que él me diera la bienvenida. Inmediatamente sentí una conexión con la orquesta, fue un punto de inflexión en mi carrera”. Desde entonces ha dirigido 26 conciertos de repertorio, pero un director, subraya, “no es nada sin una orquesta, no es el centro del universo, y cuando tienes un increíble grupo de músicos como estos no es difícil hacer música excepcional”.
Dudamel era de pequeño un buen pelotero, que “jugaba de todo, en todas las posiciones” (risas) y puesto en el brete de tener que elegir entre los dos grandes equipos de la que será su casa a partir de 2025 -una de las preguntas que le hacen en la presentación-, escoge “… a los Cardenales de Barquisimeto… y también los Dogers [de Los Ángeles], y bueno, vale, un poco los Yankees” (más risas). Sonriente, cercano, carismático, se mete en el bolsillo a los asistentes a su estreno formal como responsable musical de la Filarmónica -buena parte del patronato, algunos músicos y una nube de cámaras-, sentados en semicírculo en el escenario del renovado auditorio de la orquesta, el David Geffen Hall, con su nueva y perfeccionada acústica, “la nueva era de la orquesta”.
“La vida ha sido muy generosa conmigo”, ha dicho el músico, en conversación con Deborah Borda, la directora ejecutiva saliente de la formación, y su entusiasta mentora. “Ser el primer latino, el primer hispano [al frente de la Filarmónica] es algo que me enorgullece, pero esto no es un logro individual, sino el reflejo del trabajo y el esfuerzo de muchísimos niños y jóvenes que están abriéndose paso en la vida a través de la música. Llega a Nueva York ese niño de Barquisimeto, y eso me hace feliz porque significa que los sueños se pueden lograr con disciplina y trabajo”, ha señalado el músico, quien no obstante ha subrayado que su progresión fue un proceso natural, nada forzado, el resultado de “hacer música con otros que acaban siendo amigos, familia”. Como la del director Claudio Abbado, la de Daniel Barenboim y la de tantos otros, a los que cita con veneración.
Homenaje a Abreu
Dudamel ha recordado también a su maestro José Antonio Abreu, con el que empezó a los nueve años. “Fue un padre para mí. Recuerdo sus conversaciones, no sólo de música, también de filosofía o poesía. Es la base de mi carrera”. De ahí que no sólo no reniegue de sus años de formación venezolanos, sino que los reivindique, igual que a Abreu, El Sistema (“está en mi ADN”) y la Orquesta Simón Bolívar, de la que fue director musical desde 1999. “Aunque no viajo regularmente a mi país desde 2017, sí estoy en continuo contacto. La orquesta Simón Bolívar está en buena forma y algunos de sus músicos han participado en el programa Encuentros [Los Ángeles] de mi fundación y la de mi esposa”. Citando a Miguel de Unamuno en castellano, Dudamel ha recordado: “La libertad está en la cultura”.
El músico, que repite que, aunque joven aún, ya no es una joven promesa, asegura que asume riesgos en su carrera desde que empezó. “Cada paso que damos es un riesgo, pero sí, me gusta asumir riesgos. A los 22 o 23 años era un animal salvaje [risas], no sólo por mi pelo, que era salvaje [más risas]. A esa edad era el tiempo de exagerar, y yo exageraba, era la forma de aprender. Ahora ya no soy una joven promesa, con la experiencia cambias”, dice sobre su abordaje de la Filarmónica y, en general, del resto de sus trabajos, que asume sin apriorismos. “Es difícil llegar a un sitio y decir ‘voy a hacer estoy y lo otro’, así no funcionan las cosas, primero hay que aprender”.
Como ha recordado en la presentación el responsable del comité de selección de la Filarmónica, “nada hay más difícil de encontrar en el seno de una gran orquesta que la unanimidad. Pero Gustavo fue la excepción: era el único candidato, y la unanimidad [de los músicos] sobre su persona fue total”. Nueva York se rinde a los pies de Dudamel y cuenta los días para tenerlo en exclusiva, sin compartirlo con Los Ángeles o París, en una ciudad, recuerda el músico, con tantos inmigrantes latinos y “con una vibra muy especial, toda su energía y la cultura que abraza. Estoy ansioso por estar aquí”.
Babelia
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