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ÓPERA | CRÍTICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El ‘Macbeth’ de Jaume Plensa fue más de Pons, Salsi y Radvanovsky

El Liceo estrena una nueva producción de la ópera de Verdi, con la atractiva estética visual del escultor catalán, pero donde sobresale la dirección musical y el reparto vocal

La soprano Sondra Radvanovsky durante la escena del sonambulismo de ‘Macbeth’, el jueves pasado en Barcelona.
La soprano Sondra Radvanovsky durante la escena del sonambulismo de ‘Macbeth’, el jueves pasado en Barcelona.David Ruano

“¡Esta tragedia es una de las más grandes creaciones humanas!... Si no podemos hacer algo grande, intentemos al menos algo fuera de lo común”. Giuseppe Verdi fue extremadamente ambicioso en su primer encuentro operístico con Shakespeare, tal como explica por carta, en septiembre de 1846, a su libretista de Macbeth, Francesco Maria Piave. El compositor le exigió “brevedad y sublimidad” y el resultado fue tan efectivo como esquemático. Los acontecimientos de la tragedia del dramaturgo inglés se yuxtaponen sin apenas contexto y vemos poca evolución dramática de la pareja protagonista.

Verdi prefirió potenciar la ambientación. Con esa omnipresencia de la noche, pero también de elementos sobrenaturales, como brujas y apariciones, junto al poder psicológico del repique de campanas, redoble de tambores y aporreos en la puerta. Su partitura, estrenada en Florencia, en 1847, fue la más moderna que había escrito hasta el momento. Leemos en ella anotaciones imposibles para la orquesta, como suono muto (sonido silencioso), o extrañas indicaciones a los cantantes, como voce soffocata (voz ahogada). Incluso llegó a definir a su Lady Macbeth ideal, en 1848, dentro de una misiva a Salvatore Cammarano, como una mujer fea y mala, una cantante no convencional, de voz áspera y sombría, y con un perfil diabólico.

Para el estreno parisino en el Théâtre Lyrique, en 1865, el compositor rehizo la ópera con cambios sustanciales y algunos añadidos importantes, además del ballet del tercer acto. Es la versión más habitual y la que ha elegido el Gran Teatro del Liceo para una de sus apuestas más ambiciosas de esta temporada: una nueva producción de este título verdiano, con el debut como director de escena del escultor Jaume Plensa, junto a la dirección musical de Josep Pons y varios repartos encabezados por la soprano Sondra Radvanovsky y el barítono Luca Salsi.

Coro ‘Patria opresa’ en el cuarto acto de ‘Macbeth’, en el estreno de la producción de Jaume Plensa, el pasado jueves en el Gran Teatro del Liceo.
David Ruano

El indudable atractivo visual de la propuesta escénica de Plensa ha acaparado todo el protagonismo mediático. Y hasta comercial: este jueves se podía comprar una edición limitada de la taza “Macbeth” diseñada por el artista catalán en la tienda de merchandising del teatro barcelonés. Pero la parte musical ha sido mucho más determinante en el éxito de este estreno, el pasado jueves, 16 de febrero.

Costaba reconocer en el foso a la misma Orquesta Sinfónica del Gran Teatro del Liceo que escuchamos el mes pasado en Tosca. Era perceptible el esmero de Josep Pons al precisar todos los detalles de esta partitura desde los primeros compases. El director de orquesta catalán subraya su modernidad con tintes casi expresionistas. Lo comprobamos en la escena de las brujas, que abre la ópera, con ese admirable crepitar de los vientos, la dimensión fantasmal que consigue en los tutti, el tono mercurial de la cuerda al unísono o los extremos contrastes dinámicos. Su momento de mayor lucimiento fueron las tres partes del ballet y resultó siempre ideal propulsando el canto.

Un momento de la batalla del cuarto acto de ‘Macbeth’, en el estreno de la producción de Jaume Plensa, el pasado jueves en el Gran Teatro del Liceo.
Un momento de la batalla del cuarto acto de ‘Macbeth’, en el estreno de la producción de Jaume Plensa, el pasado jueves en el Gran Teatro del Liceo.David Ruano

El Coro del Gran Teatro del Liceo también brilló en sus múltiples intervenciones. Sonó especialmente compacto y emotivo en el arranque del cuarto acto, en el movimiento coral Patria oppressa. En el reparto, la estrella fue la soprano estadounidense Sondra Radvanovsky. Su imponente Lady Macbeth se adueñó de la escena desde la cavatina inicial con poderosos agudos y sin abusar del cambio de color en el registro grave. Cosechó una inmensa ovación al final de la cabaletta Or tutti sorgete, aunque cantó mejor en el segundo acto la impresionante aria La luce langue, que Verdi añadió en 1865. Y convirtió la famosa aria del sonambulismo en uno de los mejores momentos de la velada.

A pesar del merecido éxito de Radvanovsky, el mejor cantante sobre el escenario del Liceo fue el barítono italiano Luca Salsi como Macbeth. Resultó admirable su capacidad para moldear la voz al atender todos los detalles de expresión indicados por Verdi (cupo, esclamando, a voce aperta, dentro de una misma intervención). Aparte de sus muchos aciertos en los tres primeros actos, su mejor momento lo escuchamos en el aria del cuarto acto, Pietà, rispetto, onore. El bajo-barítono Erwin Schrott fue un sólido Banco, tal como demostró en su romanza del segundo acto, Come dal ciel precipita. A diferencia del tenor Francesco Pio Galasso que fue de menos a más como Macduff, con una buena romanza en el cuarto acto. Bien el Malcolm del tenor Fabián Lara y el resto de los secundarios.

Comienzo de ‘Macbeth’, en el estreno de la producción de Jaume Plensa, el pasado jueves en el Gran Teatro del Liceo.
Comienzo de ‘Macbeth’, en el estreno de la producción de Jaume Plensa, el pasado jueves en el Gran Teatro del Liceo.David Ruano

Jaume Plensa no ha conseguido integrar, a nivel dramático, sus maravillosas esculturas dentro de la ópera de Verdi. Utiliza varios de sus iconos, como la inmensa escultura elaborada por una malla de letras (similar a El Alma del Ebro), en el primer acto, o sus famosas cabezas gigantes, en el ballet del tercero. Pero constituyen meras aportaciones visuales. Su concepto dramático de la ópera, que consistía en resaltar la frase “Sleep no more!”, de la tragedia de Shakespeare, no pasó de unas letras al comienzo. Tampoco vimos una dirección de actores propiamente dicha, y el estatismo generalizado se contrarrestó con puntuales adiciones danzadas. Unas atractivas coreografías de Antonio Ruz que resultaron algo cargantes en el ballet.

Como director de escena, Plensa opta por mantenerse en un segundo plano y facilitar el trabajo de los cantantes. Los principales solos y conjuntos de la ópera se escucharon con mínimas intromisiones escénicas. Y su mayor logro fue la creación de una estética visual completamente personal con esos colores rojo, negro y blanco, el vestuario con letras para los protagonistas, el uso virtuoso de la iluminación en un ambiente generalmente oscuro (admirable trabajo de Urs Schönebaum) y una escenografía donde se sugiere más que se muestra. El momento visual más impactante de la producción se reservó para la batalla final con esas cabezas gigantes sobrevolando la escena y hubo muchos detalles incomprensibles como esas inmensas interrogaciones o la bella instalación que despliega y desmonta al comienzo del cuarto acto. El Macbeth de Plensa ha resultado ser más de Pons, Salsi y Radvanovsky.

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