Jorge Herralde anuncia que el archivo Anagrama se queda en casa
El editor ha recibido, a sus 87 años, un homenaje privado organizado por la Fundación Formentor
Durante la última década se había especulado sobre cuál sería el destino final del archivo de la editorial Anagrama. Podría haber sido la Biblioteca de Catalunya o la Biblioteca Nacional. Pero la decisión está tomada. Finalmente, la documentación generada por la mítica empresa cultural comandada por Jorge Herralde —uno de los focos de irradiación estética e ideológica en la España del último medio siglo— se quedará en casa. Lo han explicado Herralde mismo y la editora Silvia Sesé durante el homenaje privado que se ha tributado a este joven de 87 años organizado por la Fundación Formentor en el Hotel Raval Barceló. La Fundación Feltrinelli conservará el archivo en la sede barcelonesa de la editorial —desde hace unos meses en la calle Pau Claris— y ese fondo de cartas y documentos será la base de la nueva colección Herralde. En mayo se publicará el primer libro: la extensa correspondencia cruzada entre el editor y el poeta y pensador Hans Magnus Enzensberger.
Enzensberger, recientemente fallecido, ha sido una de las paredes maestras sobre las que Herralde construyó la colección de ensayos de Anagrama. La historia es conocida. Cuando ese joven ingeniero barcelonés, hijo de familia acomodada, decidió poner en marcha una editorial revolucionaria, visitó al gran editor de la modernidad literaria en la posguerra: Carlos Barral. En su despacho de la calle Mallorca, Barral le habló de algunos títulos que podía traspasarle. Uno era de Enzensberger. A principios de la década de los sesenta, esa joven figura de las letras alemanas había conectado con la galaxia de Seix Barral en uno de los primeros Prix Formentor celebrados en Mallorca y que actuaron como un factor clave para la modernización del sistema literario español.
En 1968, Seix Barral publicó un clásico de Enzensberger que ya impugnaba el orden establecido: Política y delito, actualmente en el catálogo de Anagrama. En los prolegómenos filosóficos del Mayo del 68, un temprano informe editorial de Gabriel Ferrater, inédito, recomendaba la traducción. Y además Ferrater se había comprometido a traducir del alemán Einzelheiten. Sobre ese volumen había informado positivamente Manuel Sacristán y Herralde lo había leído en francés. Pero Ferrater, a pesar del contrato firmado, a pesar de haber sido director literario de la empresa de Barral, no tradujo una línea. La situación podía crearle problemas a un Barral con relaciones cada vez más tensas con Ferrater. Y en esas circunstancias le propuso traspasarle el contrato a Herralde, que aceptó. Al presentarse a editores internacionales no tardó en anunciar que tendría a Enzensberger en su catálogo. En 1969, Detalles. Del sarcasmo considerado como una de las Bellas Artes estrenó la colección Argumentos.
La relación entre autor y editor fue constante durante décadas. “Se me consideró algo así como cónsul general de Enzensberger en España”, explicó en su día Herralde. “Me he enterado de que acabas de publicar un libro sobre Durruti”, le escribía a finales de 1972, “imagino que sería difícil que pasara la censura, pero en el caso de que no lo tuvieras comprometido me gustaría intentarlo”. Lo publicó y no dejó de publicarlo, muy consciente del compromiso intelectual de un autor que pronto se convirtió en amigo y fue miembro del jurado del Premio Anagrama de Ensayo. A través de él podría explicarse en parte la historia de la editorial. “Como tantos intelectuales de los radicales años sesenta, Enzensberger ha variado notoriamente sus posiciones políticas. Se esté o no de acuerdo con algunas de sus opiniones, en todos los escritos resplandece su extraordinaria agudeza, la mirada inesperada, el horror al tópico (o mejor, la imposibilidad de pensarlo), el regate seco e inapelable, la paradoja súbitamente luminosa”. La descripción podría ser un autorretrato del catálogo de Anagrama de ensayo.
El making of de ese catálogo, el de ensayo y el de novela, empezó a descubrirse en Los papeles de Herralde que Jordi Gracia editó en 2021. Ahora podrá seguirse explorando esa mina de la historia cultural de la democracia. Para estudiar cómo organizar su funcionamiento, Sílvia Sesé visitó el archivo de la editorial Gallimard en París. Previa petición podrá accederse al archivo y estudiar el espacio privado donde se desarrollan las relaciones entre editores, agentes, autores y críticos. Porque a cada libro publicado por la editorial, contó Lali Gubern, le corresponde un sobre y dentro de esos sobres está la documentación sobre la recepción crítica del libro (en algunos casos, más interesante que la crítica, son los subrayados iracundos del propio Herralde). El archivo también es un espacio para descubrir cómo se construye un editor literario.
Ser un editor como Herralde ha sido un objetivo compartido por decenas de letraheridos en España e Hispanoamérica. Antes de entregarle una medalla en reconocimiento a su labor, Basilio Baltasar —director de la Fundación Formentor— se recordó joven en Mallorca, tras estudiar periodismo y sin saber exactamente a qué dedicarse. Abrió un periódico. Leyó una entrevista a Herralde. Pensó que él también querría ser editor.
Babelia
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