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CAFÉ PEREC
Columna
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Complejidad eres tú

Tal vez me suceda solo a mí, pero creo que estas navidades, lo complejo y la complejidad, han sido términos al alza (con los políticos hasta abusando de ellos)

Enrique Vila-Matas
Italo Calvino, en Roma, en 1984.
Italo Calvino, en Roma, en 1984.Gianni Giansanti (Getty)

Tal vez me suceda solo a mí, pero creo que estas navidades lo complejo y la complejidad han sido términos al alza (con los políticos hasta abusando de ellos), conceptos cada vez más utilizados por todo dios. Podría ser que hubiéramos comenzado a desconfiar de lo simple y estuviéramos descubriendo que el mundo, como decía Carlo Emilio Gadda, es un enredo, un ovillo, una maraña, un “sistema de sistemas” que se condicionan entre ellos, de modo que las catástrofes, como los acontecimientos felices, no vienen de una única causa, sino de un sinfín de múltiples causas, que no son nunca consecuencia o efecto de una sola.

Lo complejo, en narrativa, por ejemplo, se traduce en multiplicidad, a veces maniática: Gadda, hablando del risotto alla milanese y describiendo, uno por uno, individualizándolos, los granos de arroz revestidos en parte todavía por su envoltura (“pericarpio”).

El activista de la Multiplicidad es alguien que piensa que, tal como predijo Italo Calvino, hay un futuro en nuestro siglo para novelas complejas, enciclopédicas, con ansia de un conocimiento adquirido en la red infinita de conexiones entre los hechos.

Atrás quedaron las navidades, pero dejaron un cuento navideño de A. G. Porta, que a primera vista parece sencillo, pero solo lo parece, porque, a medida que nos adentramos en su modélico rastreo de cuentos navideños, vamos descubriendo un mundo de sutilezas, de gallinas robadas, de misterios en los arrabales del cuento dickensiano y, entre carcajada y carcajada, acabamos horrorizados a un metro del abismo más complejo. Es un cuento extenso, como también su título: Persecución y asesinato del rey de los ratones representada por el coro de las cloacas bajo la dirección de un escritor fracasado.

Tras leerlo, he pensado en Bruno Galindo que en Equilátera le hace decir a una joven que la gente compleja necesita gente simple, pero la gente simple suele ser demasiado simple para la gente compleja. Y he pensado también en todos aquellos que apoyaban la propuesta de Levedad para el futuro, reconvertidos en este siglo en activistas de la Multiplicidad, como yo. Hay incluso vecinos entre esos activistas. Ayer, uno de ellos, propenso a la frase tópica, anunció en un bar del barrio un discurso sobre lo mal que andaba el mundo. Pensé que hablaría de colapso demográfico, emergencia climática, ascenso de los populismos… Pero no, su mundo en mal estado lo formaban usureros, asaltantes de parlamentos, grandes tarados normales, personas normales, violadores normales, y demás hijoputas.

Cada cual vive, en un absoluto presente subjetivo, su propio enredo global. Aunque el sentido del Enredo de nuestro tiempo ¿no fue también el mismo sentido que el del Ovillo global del ayer, construidos ambos con acumulación de un vergonzoso pasado y vértigo del vacío?

Lo que pasa, señaló Borges, es que todas las cosas “le suceden a uno precisamente, precisamente ahora. Siglos de siglos, y solo en el presente ocurren los hechos; innumerables hombres en el aire, en la tierra y el mar, y todo lo que realmente pasa me pasa a mí”.

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