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Pablo Andrés Escapa: “El consumo crea clientes, no personas”

El cuentista y bibliotecario del Palacio Real defiende el valor de la Navidad más allá de su sentido religioso

El escritor Pablo Andrés Escapa posa en Madrid el pasado 20 de diciembre.
El escritor Pablo Andrés Escapa posa en Madrid el pasado 20 de diciembre.Andrea Comas
Berna González Harbour

Pablo Andrés Escapa vive entre legajos de cartas y libros antiguos en la Biblioteca del Palacio Real, donde investiga el rastro epistolar de personajes legendarios como el conde de Godomar o el cardenal Granvela. Pero también es un cuentista de largo aliento. Este leonés de 58 años aprendió escuchando los cuentos que inventaba su padre y ahora acaba de reunir los suyos de toda una vida en Herencias del invierno. Cuentos de Navidad (Páginas de Espuma). Él es creyente, pero defiende el valor de esta época para todos.

Pregunta. ¿Qué le dice la Navidad?

Respuesta. Para mí es un estado de ánimo, tengo recuerdos de infancia muy buenos que le debo a mi padre, que nos hacía vivir unas navidades de cuento. Crecimos creyendo que el valle de Laciana [León] era el territorio al que llegaban los Reyes Magos después de burlar al faraón de Egipto, que intentaba impedírselo. Por eso la Navidad es un estado de ánimo predispuesto a la credibilidad, a leer y a la magia.

P. ¿Tiene sentido la Navidad en un mundo laico?

R. Para mí sí, porque es creer en el misterio, que está por encima de nosotros. Es trascender la realidad, no quedarse solo en la cuestión de las luces, sino saber que tiene un trasfondo que nos apela. Y no hablo de valores religiosos, sino humanísticos. Entre lo mejor que tiene el espíritu humano está la inocencia, la credulidad, el candor. A veces pasa desapercibido entre tanta luz y tanto aparato, pero están ahí. Siempre me ha interesado la imaginación, el misterio y el prodigio como parte de lo cotidiano y eso es lo que aporta la Navidad. Despegarse de la realidad mostrenca es importante y contribuye a la edificación del alma.

Importa que se conozca el emisor, pero el contenido del mensaje importa cada vez menos. Demasiado mensaje, demasiado superficial y demasiado rápido”

P. ¿Hasta qué punto hay fantasía o realidad en esos Reyes Magos, en la Virgen o San José?

R. Hay una verdad histórica que es el nacimiento de Jesús y, a partir de ahí, un relato magnífico que me ha influido como escritor. Hay elementos que considero propios de la narrativa. El estado de ilusión e inocencia me parece un valor humano todo el año y nos ayudaría bastante desde febrero hasta diciembre también.

P. ¿No hay más consumo que candor?

R. Claro, el candor cuesta más trabajo porque lo que se nos presenta es el embalaje. El consumo crea clientes, no personas. Deslumbra, aunque te esté vendiendo humo.

P. ¿Pero hay espacio para las personas en un mundo de clientes?

R. Debería haberlo. Cada vez es más difícil, es un trabajo personal de búsqueda y de conciencia crítica. Lo fácil, lo iluminado y lo que se invita a seguir es el otro camino, el del consumo, con la idea falsa de que estás ejerciendo una libertad que en realidad es muy dirigida.

P. ¿Qué cuento de su padre le dejó más huella?

R. Mi padre siempre nos llevaba en su relato a un castillo con siete puertas, cada una de un color. Allí solo podíamos elegir una y los tres hermanos teníamos que ponernos de acuerdo. Era una elipsis fabulosa, te dejaba siempre con las ganas de abrir las demás. Nunca cedió, solo podíamos elegir una por cuento, un cuento por día. Era capaz de fabular con cualquier situación, por ejemplo, la nieve. Todo siempre entreverado con elementos mágicos.

P. ¿También les leía cuentos clásicos?

R. Mi madre lo hacía, que era maestra, pero mi padre los inventaba. Él tenía una tienda en el pueblo donde vendía relojes porque mi abuelo era relojero de los de antes. Hacía traer una pieza de Suiza, por ejemplo, y nunca entendió que se tiraran cuando se estropeaban en lugar de sustituir la pieza rota. Su concepto era otro, la garantía era de por vida.

P. ¿Qué significa ser bibliotecario del Palacio Real?

R. Para mí es estar en contacto con una tradición, la del libro antiguo y la posibilidad de conocer a fondo la historia de la lectura y la imprenta.

Hay una verdad histórica que es el nacimiento de Jesús y, a partir de ahí, un relato magnífico que me ha influido como escritor”

P. ¿Qué ha sido lo más sorprendente que ha encontrado en su trabajo?

R. Conocer la vida cotidiana de principios del siglo XVII, por ejemplo, a través de estos epistolarios. Gondomar nació en Astorga, era gallego de formación, viene a la corte y acaba siendo embajador de Felipe III en Londres y un diplomático excepcional, de primer orden. He ido conociendo su personalidad a través de su correspondencia. Y Granvela era un representante de la gran política europea: primer ministro de Carlos V y también con Felipe II, por lo que sus correspondientes fueron los grandes nobles italianos, franceses, españoles, ingleses. A través de las cartas ves cómo se gestiona la batalla de San Quintín o el Concilio de Trento. De primera mano.

P. ¿Y cómo siente el mundo actual en que las decisiones se toman por WhatsApp y se anuncian por Twitter? ¿Cómo se estudiará en el futuro?

R. Se estudiará como una época con demasiadas palabras y escasa profundidad. Estamos rodeados de ruido, pero no se profundiza. Importa que se conozca el emisor, pero el contenido del mensaje importa cada vez menos. Demasiado mensaje, demasiado superficial y demasiado rápido.

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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