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CONCIERTO
Crónica
Texto informativo con interpretación

Nathy Peluso: baile, gimnasia y mucho poderío en el WiZink

La argentina, pletórica de ritmo y deficiente en dicción, cierra la eufórica gira de ‘Calambre’ con un relativo pinchazo de asistencia de público en Madrid

La cantante argentina Nathy Peluso, durante el concierto del sábado en el WiZink Center de Madrid.Foto: BORJA SÁNCHEZ TRILLO (EFE)

Solo el puente más anhelado del calendario pudo este sábado aplacar parcialmente el fulgor de una de las grandes acaparadoras de portadas, piropos y escuchas durante toda esta temporada. La huracanada Nathy Peluso decidió cerrar su gira de entronización con la primera escala de su carrera en el WiZink madrileño, la cita que en los últimos tiempos ha señalado la incorporación a la Liga de los Elegidos, pero el relativo pinchazo de asistencia (menos de 10.000 asistentes en un pabellón con capacidad para 16.000) deslució un poco este asalto a los cielos. Tiempo habrá para culminar el ascenso, tranquilos: ahora mismo, esta argentina afincada en Barcelona parece, merecidamente, un artefacto imparable.

Ejerce Natalia Peluso el empoderamiento por la vía de la empatía, el baile y el sudor. Regala rosas, selfis y carantoñas por doquier cada vez que se concede un paseo por las primeras filas, pero en el escenario exhibe tanto su candidatura a nueva Reina del Pop como un potencial físico no menos deslumbrante. Ceñidísima con mallas negras y corpiño plateado de tirantes, a Peluso se la rifarían todos los gimnasios como monitora de fitness. Pero dejemos que la querida y entrañable Eva Nasarre conserve su perfil icónico en ese apartado, porque a Nathy le corresponde ahora consolidarse como una suerte de Gloria Estefan ardorosa, sicalíptica y milenial del cono sur.

Nathy es tan ecléctica y desprejuiciada como tantos otros creadores de su generación, pero en su fórmula acaba prevaleciendo el gusto por el músculo y la sabrosura. Por eso tiene algo de engañoso ese arranque con Celebré, muy en la estela de Rosalía (pero sin la desvergüenza de prescindir de músicos: ella exhibe media docena de sólidos instrumentistas), y el muy urbano rap de Sana sana. Enseguida la sección de metales sale a relucir con el R’n’B refinado de Buenos Aires, una pieza que la acredita como una Alicia Keys latina o incluso una Anita Baker del siglo XXI. Y ni siquiera la diferencia idiomática respecto a sus inspiradoras es un dato significativo: la dicción de Peluso en directo es lo bastante indescifrable como para que a ratos no tengamos claro si se expresa en español, inglés, sánscrito o esperanto.

Esa especie de balbuceo articulatorio se convierte en el aspecto más vulnerable de este espectáculo, El último calambre, quizá junto con la tendencia de Peluso a un discurso arquetípico y autocomplaciente. De acuerdo, ya sabemos que un escenario de pop no tiene que parecerse a una cátedra de filosofía, pero de una mujer que se ha afianzado como espléndido referente feminista y generacional puede esperarse algo más que rutinarias apelaciones a “mi gente”, el valor universal del amor o el recuerdo a quienes ya no están.

Nathy Peluso en su actuación el sábado en Madrid.
Nathy Peluso en su actuación el sábado en Madrid.Ricardo Rubio (Europa Press)

Dejemos, pues, las proclamas para las entrevistas y consagrémonos al hedonismo sonoro de Nathy, que es vigoroso e intenso. A partir de la salsa de Puro veneno, el trabajo para las caderas se torna extenuante, desde la travesura de Ateo (el exitazo junto a C Tangana cuyo vídeo tanto escandalizó a las mentes pacatas) a la tórrida Estas buenísima, que parece inspirada por el Prince más lúbrico carnal. Y que enlaza con la no menos fiera y macarrónica Nasty girl, excusa para que la bonaerense exhiba el perfil de malota más logrado de toda la noche y hasta amague con un lingotazo de ron.

Confirmado: Peluso y sus calambres no sirven como invitación a la vida sosegada. Los paréntesis baladísticos apenas incluyen Viernes 3am, un original del legendario Charly García, y la desgarrada Agárrate, baladón de amor turbulento muy infrecuente en los conciertos y que parece concebido con esa misma vocación atormentada con la que Armando Manzanero encadenaba boleros medio siglo atrás. A partir de ahí, toca desgañitarse… y hasta evocar nuevamente a Nasarre cuando comprobamos cómo Nathy aprovecha Business woman, a los 80 minutos de concierto, para marcarse una severa tanda de saltos a la comba. Benditos 27 años.

Ahora le toca a Peluso recapitular lo aprendido e ingeniárselas para superar un listón que ella misma ha acercado a la estratosfera. Sin duda, aquella chavala que hace cuatro años asumió una cuantiosa indemnización para desligarse de la discográfica independiente con la que había difundido el EP La sandunguera, ha reunido argumentos muy sólidos para la autoestima (que no tiene nada que ver, ¡albricias!, con el autotune). Es poderosa, brillante, magnética. El día que, además, cante de manera inteligible no habrá quien la detenga.

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