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Nathy Peluso: “Ya era hora de decir ‘clítoris’ en una canción”

La cantante argentina, que interpretó ‘La violetera’ en la gala de los Goya, triunfa con el disco ‘Calambre’, un compendio de trallazos urbanos donde rinde tributo desde su experiencia a la libertad y el gozo de las mujeres

Nathy Peluso, controlando todos los frentes con su mirada bicolor, en Málaga.
Nathy Peluso, controlando todos los frentes con su mirada bicolor, en Málaga.García-Santos
Luz Sánchez-Mellado

Son las dos de la tarde del pasado jueves y Nathy Peluso se acaba de levantar de la cama, no hace falta que lo jure. Lo pregona su pijama, su coleta despeinada, su cara de sueño y la taza de café en primerísimo plano, a la que le da un tiento de cuando en cuando. Así aparece en la pantalla del móvil mediante el que ¿videohablamos? desde su habitación de un hotel de Málaga. No le hacen falta excusas. Anoche acabó a las cuatro de la madrugada de grabar su actuación en los Premios Goya, de la que no suelta prenda, pero espera que sorprenda y electrice lo suficiente para remover el aire estancado en este año de pandemia sin conciertos en directo. Viendo su orgulloso descaro en sus vídeos y su divertida y vertiginosa locuacidad en la charla, trufada con profusión de “¿viste?” y demás giros argentinos, caben pocas dudas al respecto. Veremos.

Mi hija entrena con sus canciones. Dice que le hacen sentir sexy y poderosa. Explíqueme eso.

Qué bueno. Cuando compongo, lo hago desde mi experiencia, y creo que de ahí sale una pasión, una fuerza. Para llegar hasta aquí tuve que trabajar mucho, enfrentarme a cosas, y eso me hace sentir una mujer fuerte. Nunca compuse nada con intención de hacer sentir poderoso a alguien, porque dejaría que ser genuino. Es curioso descubrir que a mucha gente le provoca eso; e inspirador, porque no lo hago queriendo, y eso para mí es lo más poético de todo.

¿Antes de ser tan fuerte fue débil?

Sigo siendo débil. La fortaleza existe porque existe la debilidad, en el contraste está su existencia. Jamás quisiera ser solo fuerte. Me permito la debilidad, la tristeza, sentirme frustrada. Pero sí, obviamente, he tenido momentos. He aprendido cómo salir de ellos. Luego aparecen otros laberintos, pero ese ya lo tengo resuelto.

Juega con ventaja, su padre es psicólogo: tiene el diván en casa.

Cierto, pero, más que psicólogo, mi papá siempre ha sido una persona muy reflexiva. Estoy muy agradecida a que en mi casa se haya hablado de todo porque es sano. Aprendí a hablar, a pensar, a cuestionar. Tenemos que aprender a cuestionarnos todo. Nos conformamos muy rápido.

Labia tiene, desde luego. ¿Qué son las palabras para usted?

Trabajo con la palabra como instrumento. Tienen un poder muy fuerte y me gusta jugar con ellas. Incluso la sonoridad de cada una es compositiva, dibuja diferentes sensaciones. Yo tengo mis fundamentos, mis palabras clave, mis puntos de fuga, y luego eso ya entra como manteca en la música y la mente. Y, sí, uso palabras que disfruto al decir y otras que la gente quizá no se atreva a decirlas.

¿Como “clítoris”, al que canta con todas las letras en un tema?

Ya era hora de decirlo y de cantarlo en una canción. No resulta muy poética al principio, y le juro por mi mamá que ni siquiera pensé en decirlo. Compuse esa canción en media hora, muy impulsivamente. En ningún momento pensé: “Guau, estoy diciendo ‘clítoris’, soy una portavoz”. Fue una cosa supernatural, me salió así y me encantó. Y lo que viene después no lo controlas. Los artistas, los comunicadores, hacemos de canal. Y luego una aprende de lo que provoca, eso es lo que más me gusta de la dinámica de mi trabajo. Hacer lo que me gusta y ver lo que sucede al rebotar con el espectador.

Su cuerpo canta tanto como su voz en escena. ¿Por qué?

La consciencia corporal es clave en mi proyecto. Mi cuerpo es una herramienta de la que decido valerme para acompañar mi mensaje. De qué forma habla nuestro cuerpo es clave para comunicar. Obviamente, soy coqueta. Me gusta sentirme linda. Es verdad que pasé bastantes complejos, cosa que decidí revertir y usar a mi favor. Es un trabajo que tenés que hacer, pero una vez lo haces eres mucho más libre y tienes el poder de contagiar a los demás. Yo tenía complejo de piernas gordas...

... Pero si podría partir cocos, según canta usted misma.

Esa es la cosa. Revertirlo. No todo el mundo tiene estas piernas, no soy una mártir por tenerlas. Pero has de hacer ese trámite. Y yo lo he hecho no por responsabilidad ni por voluntad de mostrar algo a alguien, sino porque fue mi camino y mi historia.

Parece que la devora la pasión.

Cien por cien. Y la pasión es tan buena como mala. Soy pasional para todo, es una compañera que no me puedo sacar de encima, es el pacto que hice con la vida, y le saco provecho. En mi vida privada quizá me agota más, porque me enamoro con intensidad, vivo con intensidad, todo con intensidad. Pero bueno, dicen que así somos los artistas.

¿Qué combustible la mueve?

Mira, me levanta el sol, el calor, la salsa, la comida rica, las cosas intensas. El amor. Las amigas, la compañía. Un hombre, un hombre pasional. Las cosas simples y lindas de la vida.

Ya que le gustan las palabras y los sonidos ¿Qué aporta esa equis entre sensual y sexual?

Uf, muchísimas cosas. Un libro entero. Una biblia. En mi trabajo y en la vida soy una mujer sensual y, a veces, muy sexual. Lo delimita una fina línea de delicadeza, de suspense, de elegancia, que a veces se puede sobrepasar dependiendo del contexto. Me van a llamar de la RAE [risas].

Haga de académica por un día: ¿nos faltan palabras entre “follar” y “hacer el amor”?

Sin duda, ¿viste?, estoy cien por cien de acuerdo con vos. Eso sí que es un reto. Me encanta, lo voy a pensar. Es que, incluso, si quieres decirle a alguien “vamos a coger, o follar”, es duro; y decirle “hacer el amor”, aunque estés enamorada, suena muy moñas. ¿Qué dices, entonces? ¿Intimar? Al final acabas diciendo coger o follar.

¿Qué opina del “solo sí es sí”? ¿Hace falta verbalizar siempre el consentimiento sexual entre adultos?

El problema es que hay adultos que no lo entienden. Y deberían, porque el consentimiento es absolutamente fácil de entender sin palabras; el gran problema es que hay algunos que no quieren entenderlo y se hacen los boludos. Por eso quizá hay que poner medidas, para que ninguna de nosotras, que somos personas inteligentes y conscientes y no deberíamos ni siquiera pedir ni exigir, estemos seguras. Todos esos debates son muy fructíferos, pero todavía queda.

Mañana es el Día de la Mujer. ¿Qué nos queda por lograr?

Uf, yo puedo hablarte de mi experiencia como mujer en la industria musical. Falta ver dónde podemos la vara de medir a las mujeres, con qué agudeza las criticamos, con qué exigencia las juzgamos. Porque ahí hay una gran diferencia con los hombres. Son varas distintas. Y es injusto y agotador tener que estar todo el tiempo explicando y justificándote. He decidido no hacerme cargo de lo que los otros puedan pensar o analizar sobre mis acciones. Eso es clave. Actúo orgánicamente, desde el corazón, siempre con respeto, y lo que quieran interpretar ya no está en mis manos

¿Ni permiso ni perdón?

Perdón no voy a pedir por ser libre y hacer lo que me gusta, y permiso, ¿a quién voy a pedírselo? A mí misma y a mi vieja, como mucho, a nadie más.

'HETERÓCROMA'

Nathalia Peluso (Luján, Argentina, 26 años) tiene heterocromía ocular: un ojo azul y el otro pardo, una dualidad que va más allá de su herencia genética. Criada en España desde niña, usa su dominio de los acentos y las palabras, y el control de su cuerpo, adquirido en sus estudios de teatro físico, para crear un 'trap' poderoso musical y visualmente en el que canta, desde sus vivencias, a la diversidad y la libertad de las mujeres. Está acostumbrada a aclarar que no, no tiene nada que ver con Nancy Pelosi, la líder demócrata norteamericana, aunque a veces, su nombre es tendencia en redes por culpa del equívoco. Divertida y locuaz, cintura no le falta.

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Sobre la firma

Luz Sánchez-Mellado
Luz Sánchez-Mellado, reportera, entrevistadora y columnista, es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y publica en EL PAÍS desde estudiante. Autora de ‘Ciudadano Cortés’ y ‘Estereotipas’ (Plaza y Janés), centra su interés en la trastienda de las tendencias sociales, culturales y políticas y el acercamiento a sus protagonistas.

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