Diego Vasallo: “A veces pienso que las cosas de salud que he tenido en realidad me han salvado la vida”
El músico que fuera la mitad de Duncan Dhu acaba de participar en el homenaje a uno de sus mejores amigos, el fallecido Rafa Berrio
El introvertido niño Diego Vasallo (San Sebastián, 1966) al salir de su colegio inglés se encerraba a dibujar en su cuarto. El despertar creativo le vino gracias a los cómics (“Descubrí cosas muy bestias, como Liberatore, de una incorrección violenta que no sé si hoy pasaría la censura”) que a su vez le conectaron con la escena musical de su ciudad: “El rock y el cómic siempre han ido de la mano”. A pesar de que con Duncan Dhu muy pronto conoció el éxito masivo, nunca renunció al mundo alternativo del que había salido ni a la melancolía que le caracteriza y que le conectó con quien se convertiría en uno de sus mejores amigos, Rafael Berrio, miembro del primer Donosti Sound y cantautor de culto. Fallecido en 2020, 13 músicos le rinden ahora tributo en La vida que amo, un disco en el que Vasallo canta con una voz ronca y profunda que “del aire también se vive”. Él vive de su faceta de pintor abstracto y de sus ocasionales conciertos como solista (esta noche toca en el Museo Lázaro Galdiano de Madrid) pero, dice que “jamás de recuerdos”. “Para un artista la nostalgia es un ingrediente muy tóxico”.
Pregunta. ¿Por qué le ha cambiado tanto la voz?
Respuesta. La voz cambia en las trayectorias largas, pero además han pasado varias cosas. Una es que yo nunca me consideré cantante y de hecho me sigue costando considerarme cantante. Yo he acabado cantando mis canciones por casualidad. Y segundo, no soportaba mi voz. No es que no me gustara, es que no la soportaba. Tuve que aprender a escucharme en las grabaciones, entonces eso me ha hecho experimentar mucho con ella.
P. Cuando le llegó el éxito masivo con Duncan Dhu y los críticos le pusieron directamente la etiqueta comercial, ¿le dio rabia?
R. Nacimos en la época de las tribus urbanas y en Donosti éramos tan pocos que casi encarnábamos una cada uno de nosotros. Veníamos del underground, nos relacionábamos con bandas alternativas, tocábamos en circuitos de salas minúsculas, grabábamos nuestras maquetas en casa. Incluso con el primer disco publicado, Por tierras escocesas, éramos underground. Pero es verdad que hubo siempre un conflicto ahí. Con Canciones, que abría con Cien gaviotas, llegamos a ser un grupo de éxito en muy poco tiempo y eso no solo cambió totalmente la percepción que la gente y los medios tenían de nosotros: también la que teníamos nosotros mismos. Fue un proceso muy complicado en el que se perdieron cosas que yo siempre eché de menos.
P. ¿Le hizo Rafa Berrio reconciliarse con la vida “de provincias”?
R. A mí siempre me ha gustado esa vida. Cuando conocí a Rafa él vivía en una roulotte, en un camping de Hondarribia. Quedábamos y nos recorríamos los bares. Éramos muy bareros. Pero luego me ha tirado mucho Madrid y a Rafa también. Cuando iba a tocar al Rincón del Arte Nuevo, o a la Fídula, sitios de canción de autor donde yo también he tocado, solía quedarse en mi apartamento de Chamberí. Nos hacíamos el uno al otro listas de tascas que descubríamos porque compartíamos ese gusto por las tabernas castizas.
P. Él siempre vivió al margen de la fama. ¿Su forma de ver el mundo le ayudó a sobrellevar el momento en el que la suya empezó a ser menor?
R. Rafa no tenía prejuicios de ningún tipo y no hacía esa distinción entre músicos famosos y músicos que no lo son. Ni siquiera entre la música comercial o la música underground. Por eso hizo canciones para La oreja de Van Gogh pero también para grupos más oscuros.
P. Pero usted mismo sí hace esos distingos, ¿no? Ha dicho que es muy diferente la música que se hace como simple expresión de ocio y la que es expresión artística
R. Es difícil porque esos baremos con el tiempo también cambian pero, por ejemplo, toda la hornada de los concursos televisivos, sí los veo en otra categoría. El propio título de Operación Triunfo… no esconde nada.
P. ¿Nunca se ha sorprendido cambiando de opinión con respecto a algo que le hubiese parecido una filfa?
R. El trap no me interesó nada cuando apareció, pero con el tiempo he visto que tiene bastante interés. Me pasa a menudo. También tiene que ver con mi impulso personal, que no es predecible. Ahora estoy volviendo a escuchar techno y electrónica oscura porque cuando era joven me gustaban muchísimo Depeche Mode o Pet Shop Boys. Yo tengo mis propias modas.
P. ¿Y es de los que se monta un ritual para escuchar música, en un buen sillón y con copa de balón?
R. Es curioso porque en mi generación cuando ganabas tu primer dinero te gastabas la pasta en un buen equipo. Hoy día yo creo que ya nadie hace eso. Yo mismo he empezado a escuchar música en el móvil con auriculares. No se puede hacer nada contra la corriente de los tiempos [risas].
P. En una ocasión hizo una gira con Luis Auserón. Cuando se ha relacionado con gente de la aristocracia del rock, ¿los problemas han tenido más que ver con el ego o con el caos organizativo?
R. Las dos cosas [risas]. De todas formas no recuerdo haber tenido grandes problemas con casi nadie de la profesión, aunque tampoco tengo relación con gente del oficio. Salvo con Mikel [Erentxun], que es como mi hermano, y con Rafa.
P. ¿El fallecimiento de Rafa le hizo cambiar de alguna forma su visión de la vida?
R. Perder a alguien tan cercano te hace una persona más triste. Llevas un trozo de tristeza dentro que ya nunca se va. También es verdad que las correrías de otros tiempos, que a Rafa siempre le gustaron muchísimo, ya no las hago: alcohol, noche…. Yo tuve achaques de salud antes y no me quedó más remedio que retirarme.
P. ¿Y con la sobriedad descubrió un nuevo Diego?
R. A veces pienso que las cosas de salud que he tenido en realidad me han salvado la vida porque me han obligado a ser mucho más sano y diurno. No echo de menos la noche para nada. Fue una época que los de mi generación vivimos muy intensamente pero la verdad que me gusta mucho mi nueva rutina. Por la mañana salgo mucho a caminar, a andar en bici, me obligo a ir a la piscina; por las tardes leo mucho y me meto en mi estudio, en el taller de pintura. Y es curioso porque hay amistades que se forjan en las rutinas nocturnas y que dejas de ver. Eso me da pena.
P. Entonces sí lo echa de menos…
R. No tiene que ver con la noche únicamente. Cuando te vas haciendo mayor tienes una percepción del tiempo muy diferente y parece que mengua. A mí ahora me falta tiempo siempre. En cambio, cuando eres joven te sobra para todo, los días son larguísimos. Con los años parece que te cuesta encontrar tiempo incluso para reencontrarte con gente a la que quieres. Es una sensación que no me gusta nada.
P. ¿El alcohol lo añora alguna vez?
R. Reconozco que para tener una buena conversación todavía me gusta tener una botella de vino delante. Asocio absolutamente una buena conversación a beber algo, así que dentro de mis moderadas posibilidades lo sigo haciendo…
P. ¿Y para crear?
R. No creo en ese supuesto plus de creatividad que te puede dar alguna droga y mucho menos el alcohol. Yo creo que para la creatividad conviene tener la mente lo más concentrada posible.
P. ¿Le daría miedo que hicieran una serie sobre sus giras como la que se va a estrenar ahora de Bosé?
R. A veces hay más mito que realidad en esto de las giras, pero bueno, sí, efectivamente había mucha farra, pero eso es lo de menos ahora.
P. ¿Y qué tal lleva la nostalgia de los fans y que le recuerden constantemente el pasado?
R. Mal. Soy alguien al que no le gusta nada mirar hacia atrás y no lo hago. Hay gente que todavía quiere vivir en una época que estuvo muy bien pero de la que no queda nada. Yo soy de los que piensa que mi mejor disco y mi mejor cuadro están por hacer. Creativamente estoy muchísimo mejor ahora que hace 30 años.
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