El Prado muestra el Renacimiento que brotó en el Nápoles español
El museo descubre a los artistas inspirados en la revolución artística de Leonardo, Rafael y Miguel Ángel
A lo largo de los últimos años, son numerosas las exposiciones que se han podido ver sobre la fecunda vinculación entre Nápoles y España, aunque la luz se ha dirigido casi siempre hacia los grandes protagonistas de los siglos XVII (Luca Giordano, José de Ribera). Sin embargo, no se había estudiado hasta ahora el arranque de la relación artística entre España y Nápoles, un período que comenzó oficialmente el 1 de noviembre de 1506, con la entrada de Fernando el Católico en la ciudad entonces más grande, vital y deslumbrante del Mediterráneo. Empezaron así dos siglos de relaciones, que en el ámbito artístico y cultural pueden calificarse de sobresalientes. Los hitos y los nombres principales de sus protagonistas se pueden ver en el Museo del Prado en una gran exposición titulada Otro Renacimiento. Artistas españoles en Nápoles a comienzos del Cinquecento. Coproducida por el Museo e Real Bosco di Capodimonte y la Fundación BBVA, permanecerá abierta hasta el 29 de enero en las salas A y B del edificio Jerónimos del Prado. En febrero se trasladará a Nápoles.
Sobre un sorprendente montaje destinado a emular las construcciones napolitanas de la época, se exhiben 75 obras (44 pinturas, 25 esculturas, cinco libros y un retablo) procedentes de colecciones públicas y privadas nacionales e internacionales. Algunas piezas no habían salido nunca de las iglesias o capillas privadas en las que han estado hasta su viaje a Madrid.
Miguel Falomir, director del Prado, ha precisado en la presentación de la exposición este lunes que lo que ahora se muestra está ceñido a los años iniciales del siglo XVI. El ámbito geográfico es Nápoles y sus protagonistas son pintores y escultores italianos y españoles que integraban un panorama artístico a veces considerado secundario por estar ligeramente alejados de los focos del Renacimiento: Florencia y Roma; unos focos centrados en Leonardo, Rafael y Miguel Ángel.
Javier Solana, presidente del patronato del Prado, ha añadido que la exposición propone un viaje visual por una etapa cargada de interés, por un instante en el que se estaba descubriendo “una nueva manera de expresión artística, que se interpretaba de otro modo y que llegaría a la península Ibérica digerida, metabolizada y diferente”. Una de las grandes novedades de esta etapa, ha añadido Solana, es que la cultura no se circunscribe a una sola disciplina artística. “Se transmite de este modo una percepción global, ajustada a una realidad de convivencia de técnicas y materiales. La pintura sobre madera o lienzo, la miniatura, la madera policromada o la escultura en mármol presentan un panorama variado de tipologías y formatos que traslada de manera más verosímil al período que se ilustra”.
Los comisarios, Andrea Zezza y Riccardo Naldi, han dividido la narración en ocho capítulos. En el primero, recuerdan que a comienzos del XVI, Nápoles sumaba más de 100.000 habitantes y era la ciudad europea más poblada después de París. En las décadas anteriores al establecimiento de la corte de los reyes de Aragón se habían congregado allí muchos de los humanistas italianos más importantes, que desarrollaron una peculiar forma de “humanismo monárquico” —distinto del “humanismo cívico”, propio de las ciudades libres del centro de la península itálica—, fundado sobre el prestigioso legado de los antiguos. Para ilustrar lo que era el Nápoles españolizado, los comisarios han escogido tres obras: el palacio-fortaleza de Castello novo, del que se expone un dibujo a pluma y tinta, el busto de bronce al estilo antiguo de Gioviano Pontano y el naturalista retrato de Jacopo Sannazaro.
En aquellos años, ha destacado Naldi, Nápoles no tenía una gran escuela pictórica como las que se disfrutaban en Florencia o Venecia, pero contaba con un gran puerto al que se podía acceder fácilmente. Para los artistas españoles de entonces, ha bromeado Naldi, el mejor plan era hacer su “Erasmus en Nápoles”. Allí estaba el poder de la Corte y de la Iglesia, de todos aquellos que tenían dinero para pagar unas obras que muy pronto empezaron a demandar.
El recorrido avanza por los efectos de la revolución de Leonardo, Rafael y Miguel Ángel y su búsqueda de la perfección. Uno de los artistas más notables es Pedro Fernández, nacido en Murcia, que había llegado a Nápoles con las tropas del Gran Capitán y pronto hizo suya la manera de enfrentarse a las telas como sus admirados Leonardo o Rafael. La Adoración de los pastores y el Retablo de la Visitación certifican esa aspiración a la pureza renacentista.
Una de las partes centrales de la exposición está presidida por La Virgen del pez, de Rafael (1513), un precioso óleo propiedad del Prado que cuando llegó a Nápoles procedente de Roma dejó sin palabras a los artistas que pudieron verlo. El impacto fue tal que se creó una escuela pictórica siguiendo su estela. De esa escuela pudo surgir otra de las joyas de la exposición, La Virgen y las ánimas del Purgatorio (1517) de Pedro Machuca, donde la virgen se exprime la leche, en una bella alegoría de la gracia divina.
Seguridad
Fuera del tema de la exposición presentada este lunes, el director del museo, Miguel Falomir, respondió a una pregunta sobre la seguridad en el centro después de lo ocurrido el pasado viernes en la National Gallery de Londres contra Los girasoles de Van Gogh, cuando dos activistas medioambientales lanzaron salsa de tomate contra la obra. “No es la primera vez que ocurre algo así y creo que hay mejores maneras de defender las causas nobles. Pienso que cuanto menos se hable de ello es mejor".
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