El legado cultural de Miguel Delibes se va de casa
Centenares de libros, objetos y documentos guardados cuidadosamente por los hijos del escritor en su antigua vivienda se trasladarán a un nuevo museo en Valladolid dedicado a su figura
El cuadro de una mujer de rojo sobre fondo gris observa el centenario escritorio sobre el que Miguel Delibes Setién (Valladolid, 1920-2010) pasó sus últimos 30 años creando. La mujer era su amada Ángeles de Castro, fallecida en 1974, que inspiró precisamente su novela Señora de rojo sobre fondo gris (1991). Allí redactó, a mano como siempre, El hereje, su última gran obra y por la que recibió el Premio Nacional de Literatura en 1998. La sala, como el resto de la casa, ubicada en un céntrico barrio de su ciudad natal, permanece como si el novelista siguiese trabajando en ella. Los Delibes han conservado la vivienda como el escritor la dejó antes de fallecer, con libros hasta en la cocina y su vieja mecedora huérfana. Pero ahora muchos de esos libros, además de premios, fotos y documentos, van a ser trasladados a un nuevo museo que la ciudad de Valladolid va a dedicar por entero a su ilustre escritor, que además será sede de su Fundación.
Ha costado. Elisa Delibes, de 72 años, pasea por el inmueble, que conecta con el piso donde ella reside mediante unas escaleras de caracol, de madera, que el patriarca subía y bajaba a diario antes de morir. A la izquierda, un amplio salón con un enorme cuadro de su padre de John Ulbricht y miles de libros, propios y ajenos, meticulosamente repartidos entre estanterías que él mismo, poco amigo de adornos y decoraciones, mandaba colocar cuidadosamente. Aquí, el Premio Cervantes; allá, el Premio Príncipe de Asturias; al fondo, la butaca en la que recibía a los ganadores del Premio de Periodismo Miguel Delibes, a cuyas galas evitaba acudir porque, como sonríe su hija, “no era muy sociable”. A cambio, organizaba tertulias caseras: “Era entretenido y divertido, pero no le gustaban las grandes reuniones. Siempre decía que Ángeles se movía por ellas como una mariposa y a él le tocaban los pelmazos”.
La muerte del escritor hace 12 años abrió una nueva etapa con su legado cultural: ¿qué hacer con ello? Sus siete hijos y herederos tenían claro que querían compartir ese valioso patrimonio, pero se han topado con las dificultades que han tenido la Junta de Castilla y León y el Ayuntamiento de Valladolid para encontrar una ubicación. La crisis y la pandemia han dilatado el proceso hasta que, por fin, la semana pasada se anunció que el palacio del Licenciado Butrón, en la capital del Pisuerga, acogerá un espacio para que la memoria de Miguel Delibes sea correctamente expuesta en la ciudad en la que, junto a Sedano (Burgos), desarrolló su creación literaria. “Los Delibes somos puros y miedosos”, explica Elisa sobre las ganas de sus sucesores de encontrar un emplazamiento adecuado para este conjunto, que fue tasado en cinco millones de euros, y que confían en que pronto pueda recibir visitas como la Casa de Miguel de Cervantes o la Casa de José Zorrilla de Valladolid.
Además de la recreación de su casa, en el nuevo espacio habrá sitio para una exposición permanente y otra estancia para conferencias y talleres para colegios. Cuando el tiempo lo permita, se usará también el patio renacentista del palacio, que acoge también el Archivo General de Castilla y León. En el primer piso se instalarán las oficinas y el archivo de la Fundación con unas condiciones de temperatura, luz y humedad que garanticen su buena conservación.
Un paseo por la casa corrobora esta necesidad. La pesada persiana del salón se ha caído y solo vuelve a levantarse tras izarla a pulso. La alcayata de un cuadro ha vencido y la pintura reposa sobre la cama del “cuartillo de monje”, donde el novelista dormía, perfectamente hecha, como si su inquilino fuese a dormitar tras uno de sus largos paseos por el parque del Campo Grande, donde ahora una estatua ensalza su figura.
Sus descendientes celebran que por fin se haya encontrado un emplazamiento y que la Fundación Miguel Delibes, hasta ahora ubicada en una sala de exposiciones vallisoletana, tenga un espacio más amplio. “Hace unos años me dejé un grifo abierto, se inundó parte de la casa y se echaron a perder 100 páginas del manuscrito original de El hereje”, comenta Elisa, también presidenta de la Fundación, que insiste en que su progenitor no se hubiera indignado demasiado porque, dentro de su intrínseca sobriedad castellana, era poco mitómano para esas cosas, aunque sí pragmático: “Le habría dado un infarto al verlo todo empapado”. La consigna que han mantenido los Delibes para el futuro museo se basa en mantener la estructura que ellos han cuidado este tiempo: quieren que la exposición tenga “alma” y respete el hogar donde el escritor rellenó páginas y páginas de su producción cultural. La hija menor, Camino, que se dedica a la moda, ayudará a que se adapte al gusto familiar.
Los visitantes podrán observar los equipos con los que escuchaba zarzuelas o música clásica, los cuadros con motivos cinegéticos, el televisor donde “veía cada partido de tenis o fútbol” e incluso los garabatos que trazaba sobre cuartillas que traía del periódico. Aún se pueden observar esos dibujos que en sus últimos años componía con pluma estilográfica plasmando los ejercicios de rehabilitación que debía hacer por prescripción médica cuando la salud empezaba a fallarle. En esa misma estancia, junto al cuadro al que no podía dejar de mirar, se almacenan los libros más apreciados por Delibes, que según sus familiares llegó a poseer más de 10.000 ejemplares junto a los que guardaba en Sedano. Son los que compró con Ángeles en ediciones baratas de Madrid en los años cuarenta y que luego fueron encuadernados en piel.
En su mayoría son clásicos de Chéjov, Stendhal o Shakespeare, que huelen a libro viejo y rezuman recuerdos, además de esconder dedicatorias de enamorados. Miguel Delibes escribía, con su caligrafía afilada, mensajes muy sucintos, poco dados a la emoción, mientras que Ángeles de Castro mimaba las palabras que le refería a su entonces novio. Elisa quiere que todo Valladolid pueda contemplar esa herencia a la que los suyos se han acostumbrado. Las bisnietas del novelista, que no lo conocieron, aún preguntan con respeto si pueden bajar “a la casa de Miguel Delibes”, cuyas pertenencias pronto se podrán contemplar en público. Han tardado, pero el caso es haberlo conseguido, celebra su hija, antes de regresar escaleras arriba. Las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera. Y, sin embargo, sucedieron así.
Babelia
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