Buen ballet con buenos fines
En la gala ‘Valencia Danza Somos Arte’ hubo partes virtuosas y artistas revelación acompañados de música en directo. Es un ejemplo que debería cundir
Las galas de ballet son la parte más inmediata de la industria del baile; muy complejas ya hoy día, tienen sus liturgias y sus propios procesos, sus jerarquías y sus métodos de explotación productiva. En medio de esto están los bailarines, que no siempre son lo más importante, como nos induce a creer la cultura humanista de la que dependemos todavía (si vamos de cabeza y precipitadamente al metaverso dichoso, también por la misma avenida llegaremos al bailarín virtual en la proto escena, y tampoco eso es tan nuevo). En las galas, sí son los bailarines los que van por delante de los artefactos escénicos: por lo regular y en general, encontramos un escenario desnudo y uno o dos artistas que tratan de llenarlos con sus evoluciones que quieren ser siempre virtuosas y supremas. Es aquí cuando empiezan los problemas, éticos y estéticos. No es banal ni caprichosa en este caso la aplicación de la palabra “industria”; las galas de ballet son a la realidad comercial de la danza lo mismo que las promociones (y después en consecuencia las rebajas) a la moda y el mercado consumista. Han abundado las galas temáticas, pero esas son más difíciles de articular. Por lo general, cada bailarín o bailarina con su pareja escénica viene y se hace un par de PDD de su gusto y conveniencia. En la función Valencia Danza Somos Arte, celebrada en el Palau de Les Arts el sábado pasado, hubo buena danza, unos loables fines benéficos, partes virtuosas, novedades y artistas revelación, con detalles de mucho mérito, como que varias piezas se acompañaran de la música en directo. El auditorio valenciano se llenó probando la sed del público por ver buen ballet.
Como muestra de pieza de concierto y exhibición, Grand Pas Classique es un ejemplo típico; fue una pieza de encargo a Victor Gorski en 1949, y le suministraron, desde los archivos de la Ópera, varias músicas de Auber, entre ellas, fragmentos de los bailables de la ópera-ballet El dios y la bayadera. Tras una re-orquestación apresurada, tuvo el creador a mano ya un “Pas” con entrada, adagio, variaciones y coda ampliada. Una joven de 32 años bastante preparada, Yvette Chauviré y Vladimir Skouratov (que a pesar de este nombre nació en París) bailarín con buena planta y eficiente partenaire —casi nueve años menor que ella— fueron los destinatarios de los saberes, propósitos y mañas de Gorski. Nicoletta Manni brindó la mejor variación de la noche en este dúo.
El bailarín es un ejecutor, pero también puede ser un transformador de la materia que expone. Decía Plinio: “Es maravilloso cómo la mente se pone en actividad gracias al ejercicio corporal enérgico”. Lo cita Walter Pater para agregar que esto se verifica “en unas frases elegantes y flexibles, con todo tipo de felices enlaces entre la figura y la abstracción”. No estaban hablando de ballet, pero lo parece, se puede aplicar la transposición sin fisura. El bailarín de Reus Martí Fernández Paixà ha sido la revelación de la función, su nuevo héroe. Con un físico vigoroso, pero de líneas muy armónicas, destreza como partenaire en Aguas primaverales e intensidad actoral en el solo Firebreather (de Katarzyna Kozielska), es muy evidente vislumbrar una más que prometedora carrera ya en marcha. Somos Arte es un ejemplo que debía de cundir.
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