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Cultura
Tribuna
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La larga mano de la censura: así veta el régimen nicaragüense a una escritora en España

Gioconda Belli cuenta en este artículo cómo la Organización de Estados Iberoamericanos le retiró la invitación a participar en un festival literario en Madrid por presiones del Gobierno de Daniel Ortega

Daniel Ortega, presidente de Nicaragua
Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, durante un acto en julio de 2019.Jorge Torres (EFE)
Gioconda Belli

Este próximo 19 de septiembre se inicia en Madrid el festival Celebremos Iberoamérica bajo los auspicios de la Organización de Estados Iberoamericanos (OIE). Yo había sido invitada para estar con Nélida Piñón y Mónica Ojeda en un coloquio sobre la escritura viajera. La descripción del acto decía: “Tres escritoras dialogarán sobre la experiencia de escribir desde un lugar con la imaginación colocada en ciudades o lugares distantes, apenas alcanzados por la fuerza de la invención o la memoria”. Acepté encantada porque el tema y la compañía prometían un intercambio interesante para nosotras y el público.

Según mi entender, la OEI es una organización dedicada a la educación y la cultura. Por eso, me sorprendió cuando me enteré de que, en una reunión relacionada con el festival en la que participó la representante de Daniel Ortega en Madrid, ella llevó la decisión de la Cancillería nicaragüense de vetar mi participación. El resultado fue que recibí una llamada de la dirección de cultura de la OEI informándome de que me retiraban la invitación al evento.

No es mi intención juzgar los compromisos diplomáticos de la OEI. Pienso que esto va más allá de ellos y de mí misma. Se trata de hasta dónde la diplomacia puede permitir que un dictador como Ortega use su membresía en un organismo multilateral para impedir la participación de una escritora de su país en una mesa en España donde se hablaría de creación artística. ¿Podrán ahora dictaduras como la de Ortega ampararse en la soberanía para extender su brazo represor allende de sus fronteras? ¿No sienta esto acaso un precedente nefasto para la libertad intelectual de quienes, porque nos ha sido arrebatada, hemos tenido que salir de nuestros países?

Daniel Ortega y Rosario Murillo han traspasado y transgredido los límites de la decencia en su propio país y en sus relaciones diplomáticas con otros países insultando a diestra y siniestra en sus comunicados oficiales a los gobiernos que han tratado de interceder por la defensa de los derechos humanos de los nicaragüenses. Su régimen, después de silenciar radios, televisoras, al diario La Prensa —tras sus más de 96 años de existencia—, se ha ensañado ahora contra los únicos espacios de libertad que aún no silenciaba: los púlpitos de las iglesias católicas. En su embate, han encarcelado a sacerdotes críticos y desterrado a otros. En casa por cárcel se encuentra desde hace un mes uno de nuestros más queridos y sabios obispos, monseñor Rolando Álvarez. Hace varios años el régimen logró que el mismo Vaticano desterrara a monseñor Silvio Báez, otra voz valiente que exponía las arbitrariedades de la pareja gobernante.

Esta misma voluntad de combatir la libertad de expresión impuso una orden de captura contra mi compatriota, Sergio Ramírez, Premio Cervantes; canceló la personaría jurídica recientemente de la Academia Nicaragüense de la Lengua que funcionaba desde 1928, canceló también al Festival de Poesía de Granada, al que han asistido muchos poetas españoles desde su primera edición en 2014, El Festival Centroamérica Cuenta, que empezará en Madrid el mismo 19 de septiembre que da inicio a “Celebremos Iberoamérica” y que se ha visto obligado a convertirse en itinerante al no poder realizarse en Nicaragua.

Un régimen como ese ni siquiera debería siquiera formar parte de la Organización de Estados Iberoamericanos cuya misión es la Educación y la Cultura. Es aún menos aceptable que intente convertirlos en ejecutores de acciones que van contra todos los principios elementales del respeto a la cultura, la independencia y libertad de expresión de los creadores iberoamericanos.

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