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LA CABRA MECÁNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

El mundo ya no necesita el regreso de La Cabra Mecánica, pero nosotros sí

El grupo liderado por Lichis regresa en un concierto único en el festival Gigante y ofrece una gran actuación repleta de himnos de barra del bar

La Cabra Mecánica, durante su actuación en el festival Gigante.
La Cabra Mecánica, durante su actuación en el festival Gigante.
Fernando Navarro

El mundo ha cambiado mucho en la última década. Parece que más aún en la música española, donde todo ha dado un vuelco tan grande que hasta los indies, que abrieron nuevas brechas en el panorama sonoro, han quedado relegados a un plano menor ante el triunfo de los nuevos ídolos de la música urbana, capaces de ensanchar más el horizonte y avivar nuevas polémicas. Doce años son los que han pasado desde el fin de La Cabra Mecánica, el grupo liderado por Miguel Ángel Hernando, alias Lichis. En la noche de este sábado, el regreso de este combo recopilador de ritmos callejeros y bastardos fue una de las grandes bazas del festival Gigante, estupendo certamen de pequeño-medio formato celebrado en Alcalá de Henares. El mundo giraba en un sentido, aunque se detuvo, como un reloj que diese la hora de otra época, a las 21.20 horas, momento en el que La Cabra Mecánica saltaba al escenario, después de tantas negativas de Lichis por reanimar una banda tan querida por la memoria colectiva de otro tiempo.

No era un regreso más porque se trataba de un concierto único para el Gigante y, sin embargo, tampoco ha suscitado la atención mediática que merecía. Quizá si este regreso se hubiese producido en un marco como el del Sonorama Ribera, que atrae más pulso informativo en verano, hubiese sido más celebrado por más gente. Dio igual. Mayoritariamente, el público que se agolpaba frente al escenario rondada entre los 35 y 50 años y se entregó desde el primer minuto a la reaparición de La Cabra Mecánica. Imposible no hacerlo si Lichis y los suyos —otros sietes músicos que le acompañaron, entre guitarristas, vientos, teclados y batería—, arrancaron con Felicidad, esa canción rumbera y contagiosa de alegría como una mañana soleada de sábado. La escenografía era muy sobria y no se echó de menos. Lo que importaba no era el espectáculo, sino volver a cantar a pleno pulmón un cancionero tan radiante y vivo, tantos años después, como el de La Cabra Mecánica.

Con la mano en las cejas, Lichis divisó el horizonte de cabezas y cuerpos bailarines y dijo: “¿Qué pasa?”. Y todo estaba ya encendido, aunque fallase en los primeros minutos su micrófono y tuviese que cambiarse al de su compañero y fiel escudero, Fernando Polaino. Los “guapos” y “salaos”, como el propio Lichis llamaba constantemente a los asistentes, estaban ya enchufados a un repertorio invencible, un lugar de encuentro a través de acordes y versos de acento popular como el que se recoge en canciones que sonaron en la actuación como El día de tu boda, Carne de canción, La uña de la rumba, Fábula del hombre lobo y la mujer pantera, Valientes, Todo a cien o Sha la la, esa pequeña maravilla que bien podría haber firmado el mismísimo Kiko Veneno.

En la noche del sábado, La Cabra Mecánica sonaron certeros y cumplidores. Quizá faltó algo más de épica hacia un cancionero que puede ponerse en lo alto del pop español. Entendido por pop algo que sabe llegar al corazón de la gente sin campañas de promoción desmedidas ni intensas redes sociales. Este concierto único se celebraba para conmemorar el 25º aniversario del nacimiento de la banda. Un cuarto de siglo desde que La Cabra Mecánica irrumpieron en la música española, con un Lichis, tal y como recordó sobre el escenario, después de mover maquetas por bares de Lavapiés y medio Madrid. En 1999, telonearon a Celtas Cortos y se empezó a hablar de ellos, pero nada fue igual tras la publicación en 2001 de Vestidos de domingo, un álbum apabullante de campechanería, gracejo y sonidos barriales. De alguna manera, este grupo, capitaneado por su compositor y cantante y por el que entraron y salieron tantos músicos, seguía el fabuloso legado de Kiko Veneno o Los Rodríguez, aunque también podría incluirse en el eclecticismo de Manu Chao u Ojos de Brujo. La Cabra Mecánica no se parecía a nada, pero sonaba a la música de todos.

La Cabra Mecánica fue algo más que un muy buen grupo. Fue una banda de un brillante latido verbenero, que le cantaba a la siesta y a los platos combinados, asuntos serios en este país que todavía se reconoce en las barras de los bares, donde no hay banderas ni personajes con corbata y maletín. “Son tus labios para mí un plato de calamares”, cantaba Lichis en Gigante en Fábula del hombre lobo y la mujer pantera. Lichis, que estaba suelto, juguetón y con una voz que se colaba por todos los surcos, es uno de los grandes letristas españoles. También uno de los más maltratados por el maldito negocio. Es un tipo capaz de poner sobre la mesa de composición el lenguaje familiar de la tasca y el verso rompedor del poeta de mercado de carnicerías y pescaderías.

Una vista desde el público del concierto de La Cabra Mecánica.
Una vista desde el público del concierto de La Cabra Mecánica.

Al igual que “nada vuelve a ser lo mismo después de una gira de provincias”, tal y como se cantó en El día de tu boda, nada vuelve a ser lo mismo después de haber triunfado con una banda que se disolvió cuando nadie lo esperaba. Su líder necesitó cambiar de fórmulas musicales y encontrar otro idioma propio. La carrera de Lichis en solitario, que ha coqueteado con variantes estilísticas muy dispares y alejadas del espíritu de La Cabra Mecánica, ha quedado reducida a los márgenes, fuera de foco. Una pena.

Este concierto aniversario y único sirvió para recordar el talento descomunal de Lichis, que le canta siempre a la falta de amor desde el banco del parque o la barra, donde nada nunca es tan trágico como para echarle un cantecito o soltar un buen chiste. Ahí, en su latido desconsolado y verbo gallito, Lichis saca el corazón por todo el callejón principal y las emociones de sus canciones se abren en canal con la gracia que mezcla lo castizo y lo mediterráneo, al calor de un buen bar y una mejor parranda entre colegas. Podemos decirlo: al frente de La Cabra Mecánica, a principios de siglo, Lichis anticipó a C. Tangana en su personaje El madrileño. Es algo que ahora deberíamos reconocerle y que seguro que el propio Puchito reconocería después de tomar tan buena nota de tanta música de los noventa para montar su actual show. El rollo popular y folclórico de C. Tangana, con esa virtud de colarse en la casa por la ventana como un viento fresco, se asocia a grupos como Ketama, vale, pero también La Cabra Mecánica. Nuestra memoria enlaza ambos universos.

Da algo de rabia este país, que puede olvidar una banda así y un compositor así. Que ve cómo la música de La Cabra Mecánica ha quedado diluida para el gran público en tiempos como estos, en los que C. Tangana vuelve a poner sobre el tablero el gran folclore pop español. Cuando Lichis y los suyos ya reventaron los termómetros en 2001, España estaba en el primer Operación Triunfo. La industria, la televisión, la radio y un público domesticado hasta la extenuación arrinconaron propuestas como la de La Cabra Mecánica mientras se buscaban nuevos Bisbales, Rosas y Bustamantes. Menos mal que un músico tan inteligente como C. Tangana ha vuelto a rescatar ese espíritu de verbena infinita y lo ha barnizado con los efectos de estos tiempos. Hay un hilo directo e invisible que une a Puchito afrontando una canción como Tú me dejaste de querer con La Húngara, mientras todo el público se menea loco, con La lista de la compra, ese temazo en el que Lichis cantaba con María Jiménez. A ambas canciones les separan dos décadas, pero les une el jolgorio popular, el alma de himno. Cuando sobre el escenario la cantó sin María Jiménez, Lichis dijo: “¿Cuál es esta?”. Y luego soltó en mitad de la canción: “¡Viva la República!”.

Los himnos no son los que suenan cuando izan las banderas o se encienden los altavoces de los ministerios, sino los que se cantan en las fiestas de los pueblos y en los bares. C. Tangana se ha merendado a la música española con esta clave. Y La Cabra Mecánica nos lo volvió a recordar en el festival Gigante. Nos lo recordó de forma sencilla y gozosa. Como ese plato de calamares que no falla cuando aprieta el hambre en toda la pandilla. Himnos de esos que nos unen cuando el mundo no es amable ni humano y, como en la noche del sábado, suenan como si fueran compuestos hoy mismo. Parafraseando uno de los versos más conocidos de Lichis, puede que el mundo, tal y como está planteado hoy en día, ya no necesite este regreso, pero qué demonios, nosotros sí necesitamos el júbilo vital de La Cabra Mecánica.

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Sobre la firma

Fernando Navarro
Redactor cultural, especializado en música. Pertenece a El País Semanal y es autor de La Ruta Norteamericana. Ejerce de crítico musical en Cadena Ser. Pasó por Efe, Abc, Ruta 66, Efe Eme y Rolling Stone. Ha escrito los libros Acordes Rotos, Martha, Maneras de vivir y Todo lo que importa sucede en las canciones. Es de Madrid.

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