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Paco de Lucía: un concierto eterno y lleno de altibajos recuerda al genio “infinito”

Más de 30 artistas homenajearon al guitarrista en el Teatro Real, un auditorio que el de Algeciras abrió al arte jondo tras su actuación de 1975.

Mariza y Josemi Carmona durante el homenaje al músico Paco de Lucía en el Teatro Real.
Mariza y Josemi Carmona durante el homenaje al músico Paco de Lucía en el Teatro Real.Ricardo Rubio (Europa Press)
Silvia Cruz Lapeña

El día que falleció, en la mesilla de noche, Paco de Lucía tenía un libro de Charles Dickens. Lecturas al anochecer, historias de fantasmas que visitan a los vivos para juguetear con ellos o saldar cuentas pendientes. El espíritu del guitarrista sigue activo, por eso su fundación y su discográfica lo convocaron a un homenaje celebrado el sábado 30 de julio en el Teatro Real de Madrid. Lo titularon Infinito, es decir, sin límites, un título perfecto para el tocaor, pero no para el concierto, que fue eterno: parecía no tener principio ni fin.

En tres horas y media, más de 30 artistas (casi todos trabajaron con él) actuaron entre vídeo y vídeo de entrevistas a De Lucía. Sirvieron para separar temáticamente las actuaciones y por eso, después de escucharlo hablar de cuánto le gustaba el cante, apareció Miguel Poveda. El catalán echó el resto en el primer ay, cantando a palo a seco, para pasar a un medley tan en su línea. No hay duda de que Poveda es el cantaor más reconocido hoy, tampoco de que no se parece a Camarón ni a los cantaores y cantaoras que prefirió el homenajeado. ¿Dónde estaban Duquende, Potito o La Tana? Artistas gitanos de voces rasgadas, camaroneros, que eran la predilección del de Algeciras. La organización ya advirtió que la fecha era mala por las giras de verano, pero cuesta creer que no acudieran a rendir honores a Paco de Lucía.

Al di Meola y John Mclaughlin sí estuvieron y satisficieron a los fans de la guitarra tocando con el sobrino del homenajeado, Antonio Sánchez, un Mediterranean Sundance que ojalá hubiera durado toda la noche, pues el concierto supo a poco para quienes aman la sonanta. Estuvieron y lo hicieron bien Niño Josele, Antonio Rey o Josemi Carmona (inmenso acompañando a la fadista Mariza), pero Paco de Lucía, que nunca temió la competencia, tocó en vida a cuatro manos con Manolo Sanlúcar o Juan Manuel Cañizares e incluso con un chaval aspirante a adelantarlo en curiosidad y cabeza, Dani de Morón. Ninguno, a pesar de su nivel, estuvo en ese escenario.

El homenaje de por sí ya era extraño: era parte del Universal Music Festival, pero no celebraba una fecha redonda ni el lanzamiento de un nuevo disco. Y se volvió más raro cuando Pepe de Lucía ofreció un espectáculo paralelo. Cuando Jorge Pardo apareció soplando su flauta para convocar a Rubem Dantas, Carles Benavent, Niño Josele y Tino de Geraldo, fue la primera vez que se notó la emoción de un homenaje. Dos minutos de gloria, de un regreso de la primera banda al pasado pero sin nostalgia y con frescura. Hasta que apareció, vestido de negro, Pepe de Lucía para destrozar “Solo quiero caminar”, esos tangos casi himno, y desconcertar a sus compañeros dando órdenes en tan mal tono como cantó. El resto de la banda lo cobijó y al acabar incluso lo besaron. El hermano de Paco de Lucía no salió más, ni siquiera cuando se unieron sobre las tablas la primera banda con la segunda: la que formaron el armoniquista Antonio Serrano, el cantaor Rubio de Pruna, el bailaor Farru... Entre todos, ya sin Pepe, lograron diluir el mal rollo, sobre todo cuando Benavent se metió Entre dos aguas, ese hit que nunca es tópico. Y el protagonista volvió a ser Paco de Lucía.

Miguel Poveda durante el homenaje al músico Paco de Lucía en el Teatro Real.
Miguel Poveda durante el homenaje al músico Paco de Lucía en el Teatro Real.Ricardo Rubio (Europa Press)

Quizá quien entendió mejor de qué va un homenaje fue Farruquito, el único capaz de llenar un escenario enorme y a ratos desangelado, componiendo una letra propia para Paco de Lucía y bailándola por alegrías, celebrándolo. Otro bailaor le puso creatividad a la noche con un número minimalista, Joaquín Grilo. No quiso ni músicos, solo a Paco tocándole María de la O para desplegar todo su repertorio de movimientos, su vis cómica, su enorme talento jerezano nunca suficientemente reconocido.

Lo demás, más de lo mismo: una Sara Baras muy aplaudida; una Niña Pastori cantando la copla Te he de querer mientras viva o un vídeo de Alejandro Sanz para mandar un mensaje: “Paco era un genio”. Muy en la línea de un concierto que tuvo photocall y entrada para celebridades. Nada que ver con aquel de 1975 en el que Paco de Lucía actuó en ese mismo escenario abriéndole las puertas del Teatro Real a lo jondo y sus artistas. Entonces, contaron las crónicas, había bastantes hippies, y Paco de Lucía tuvo que demostrar que el flamenco era una música rica y compleja, a la altura de cualquier otra y de cualquier escenario. Entonces, la aspiración era acceder a los grandes teatros, también dejar de ser una música de minorías. La de hoy, cómo estar ahí sin diluirse.

El fin de fiesta fue tristón. Las estrellas, a excepción de Sara Baras, no salieron y hubo dos sillas vacías: la de Paco de Lucía, donde se colocó una guitarra, y la de su hermano Pepe que no salió ni a despedirse. No sonó el Buana Buana King Kong de las grandes ocasiones y apenas sonreía nadie sobre las tablas. Hubo grandes músicos, unos cumpliendo el trámite y otros (los hermanos Farruco y la primera banda del tocaor, especialmente) entregados a la causa, pero apenas se notó el espíritu de Paco de Lucía. A él, sin embargo, sigue dando gusto verlo aunque sea en vídeo con palabras y falsetas mil veces escuchadas. ¿Qué diría de este homenaje? No se sabe, pero seguramente lo habría hecho eterno de otra manera. Por ejemplo, seleccionando, empezándolo y rematándolo con más esmero. Lo hizo siempre, hasta con el libro de Dickens que dejó como última lectura en su mesilla y que acaba así: “Su estrella brillaba; y aún sigue brillando sobre su tumba”. Buen resumen de un concierto donde el mejor, sin estar y sin tocar, volvió a ser él.

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Sobre la firma

Silvia Cruz Lapeña
Periodista en EL PAÍS Audio. Ha publicado en los principales medios españoles, colaboradora en RNE o CADENA SER y ha sido jefa de Actualidad en Vanity Fair Licenciada en Periodismo, es autora del libro 'Crónica jonda', y de su podcast homónimo publicado en Podium Podcast, así como de la biografía de la boxeadora Lady Tyger.

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