De Byung-Chul Han a Irene Vallejo o Harari: el ensayo despega como guía en un presente cambiante e incierto
Impulsado por algunos éxitos de ventas, este género literario adquiere relevancia en una época en la que la tecnología y las redes sociales avivan la discusión sobre la realidad
El mundo, para la industria editorial, se divide en dos partes: la ficción y la no ficción (aunque a veces las fronteras entre ambas sean porosas y polémicas). La no ficción es un cajón de sastre donde se encuentran manuales para hacer gin tonics extraordinarios, recopilaciones de ejercicios de Pilates, recetarios de gastronomía asturiana, biografías de celebrities o guías botánicas. Pero también ahí se enmarca el género del ensayo, que reflexiona sobre el mundo real (al menos la gran mayoría de las veces, porque, aunque raros, también hay ensayos de ficción, como Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, de Jorge Luis Borges). Si bien el ensayo ocupa una posición minoritaria dentro de esta taxonomía, hay razones para pensar que está acorde con el zeitgeist o espíritu del tiempo contemporáneo, de igual manera que el teatro conecta de manera profunda con el Siglo de Oro español, la poesía con la primera mitad del XX o la novela con la segunda. El goteo de grandes best sellers en el género hace que las editoriales se animen a probar suerte.
La no ficción avanza por múltiples caminos que le facilita la contemporaneidad. “El individualismo favorece la proliferación de libros que cuentan la experiencia de personas célebres; la dignificación de muchas profesiones favorece la aparición de todo tipo de manuales (psicología, gastronomía, etc.); la implosión de la información y el consiguiente desorden en los saberes favorece los libros de análisis y de síntesis, generales o particulares, sean de sociología o de autoayuda”, enumera Joaquín Palau, editor junto a su hijo Álvaro de Arpa, especializada en no ficción. Aunque esta aparente diversidad esconde un tronco común: “Formalmente”, añade Palau, “pretenden algo parecido: ayudar a poner orden en las ideas y en las cabezas”.
El interés por el ensayo puede tener raíces en la necesidad de obtener información veraz, cuando proliferan las fake news, y de una mayor profundidad, dada la superficialidad con se tratan muchos temasAlvaro Manso, portavoz de CEGAL
En un presente extremadamente cambiante e incierto, el ensayo es una guía para comprender lo que nos pasa y lo que pasa en el mundo. Al mismo tiempo, el debate sobre la actualidad se ha visto intensificado por el flujo de información que se comparte en las redes sociales, la noticias que se difunden, las discusiones que se generan, muchas veces virulentas. El interés por la coyuntura es notable cuando existen múltiples canales donde discutirla. Necesitamos información, conocimiento, explicaciones, nuevos enfoques. A veces leemos para explicar lo que pensamos a priori, para cargarnos de razones para defenderlo. Otras veces buscamos la verdad, si es que tal cosa existe. “El interés por el ensayo puede tener raíces en la necesidad de obtener información veraz, cuando proliferan las fake news, y de una mayor profundidad, dada la superficialidad con se tratan muchos temas”, opina Álvaro Manso, portavoz de la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (Cegal). En esta búsqueda de explicación de lo que vivimos enmarca el librero el éxito de la obra de filósofos como Byung-Chul Han. Otra razón por la que consumimos ensayos (y que horrorizaría el citado filósofo de origen surcoreano) podría ser la rentabilización del tiempo en una época en la que se da cierto culto a la productividad: leer ficción o poesía, para muchos, sería una pérdida de tiempo, un mero deleite de los sentidos, mientras que la lectura de no ficción puede aportar información útil de manera eficiente: aportarnos capital cultural.
En cuanto a la edición, según los últimos datos recogidos por el Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2019, dentro de la categoría de literatura se enmarcaron el 41% de los 64.154 títulos publicados en España. El restante 59% lo copan mayormente géneros de no ficción. En cuanto a las ventas para el mismo año, la Federación de Gremios de Editores declara un 20,5% para la literatura y un 22% para la suma de las categorías de libros científicos y técnicos, de ciencias sociales y humanidades y de divulgación general. Sin embargo, preguntados los lectores en una encuesta de Cegal en 2020 sobre el último libro literario que habían leído, solo un 4,6% de ellos respondió ensayo, frente al 93% que respondió novela. Conclusión: la no ficción en general puede rivalizar en volumen de edición y ventas con la ficción, mientras que el ensayo es un género minoritario dentro de aquella.
Las interacciones entre el ensayo y el mundo
“Existe una retroalimentación entre los ensayos que se publican y la realidad”, dice Miguel Aguilar, editor de Taurus y Debate, “los editores detectamos qué temas interesan, qué le preocupa a la sociedad; pero a la inversa, hay ensayos que influyen enormemente en el debate público”. Se refiere a libros como El capital en el siglo XXI (Fondo de Cultura Económica), de Thomas Piketty, Imperiofobia y la Leyenda Negra (Siruela) de María Elvira Roca Barea o La España vacía (primero en Turner, ahora en Alfaguara), de Sergio del Molino. A través de textos como estos se generó gran debate social en torno a asuntos como la desigualdad económica, la conquista de América o las complejas relaciones entre el mundo rural y el urbano. Otros ensayos que han cosechado gran éxito de ventas en las últimas temporadas son El infinito en un junco (Siruela), de Irene Vallejo, o el best seller mundial Sapiens (Debate), de Yuval Noah Harari. Las reflexiones en torno a la existencia que hacen Juan Luis Arsuaga y Juan José Millás en La muerte contada por un sapiens a un neanderthal (Alfaguara), es uno de los últimos muy vendidos.
“Cada vez publicamos más libros de no ficción en general y de ensayo en particular, en varias colecciones”, dice Ofelia Grande, directora de Siruela, donde se publicaron dos de los últimos grandes éxitos del género, los de Vallejo y Roca Barea. ¿Cómo consigue un libro que trata sobre un tema tan especializado como la historia antigua de los libros, El infinito en un junco, vender más de 400.000 ejemplares en casi 50 ediciones? “No esperábamos ninguno de nuestros últimos éxitos, sabíamos que eran libros buenos, pero los lanzamos con tiradas normales”, explica. Pero, de pronto, incluso con una pandemia de por medio, se alinean los astros. “Primero, el libro de Vallejo tiene una gran calidad literaria”, explica la editora, “segundo, es un libro que no te enseña como un frío catedrático, sino que te acompaña en el descubrimiento (lo han llamado “ensayo de aventuras”), y, tercero, la personalidad de la autora, tan trabajadora, tan amable, tan dispuesta, también ha ayudado mucho”.
Acontecimientos históricos como la crisis financiera que estalló en 2008, el ciclo político iniciado en el 15-M, el problema del cambio climático, el auge del feminismo, el Brexit, el ascenso de la extrema derecha, la amenaza tecnológica, la crisis migratoria y, en fin, la sensación de que la civilización está en vilo “han vuelto a poner muchas cosas en cuestión y se han despertado viejas y nuevas contradicciones ―dice Daniel Moreno, editor de Capitán Swing―. Este escenario ha supuesto una revitalización de un tipo de ensayo que, tanto de forma directa como indirecta, ha estado pegado a la actualidad: la demanda de más información-conocimiento y una visión más global al respecto han aumentado progresivamente. Creo que el ensayo está en mejor posición para afrontarlas que la ficción, donde priman más las preguntas”.
El ensayo está en mejor posición para afrontar la demanda de información y conocimiento que la ficción, donde priman las preguntasDaniel Moreno, editor de Capitán Swing
Aunque la novela sigue siendo el género con mayor aceptación, esta se ve con frecuencia contaminada por la realidad (novela-ensayo, autoficción, etc.), como se ve en las exitosas obras de Emmanuel Carrère, premio Princesa de Asturias de las Letras el año pasado, mientras que las editoriales de ensayo, ya sean de grandes grupos editoriales o independientes, gozan de buena salud. Dentro de la primera categoría se encuentran sellos como Taurus, Debate, Paidós, Crítica, Península, o Ariel; en la segunda, Capitán Swing, Arpa, Pepitas de Calabaza, Hoja de Lata, Errata Naturae o la longeva Akal, que cumple 50 años. Algunas de las citadas combinan el ensayo y la narrativa. También hay editoriales con buena aceptación centradas en el periodismo literario, otra forma de convertir en letras la realidad, como Libros del K.O. o Círculo de Tiza. Con frecuencia, aparecen temas que se ponen de moda y copan los anaqueles, como el feminismo, el cambio climático o la salud mental, hasta que se llega al hastío, la burbuja estalla y se pasa a otra cosa: así funciona el capitalismo. En estos momentos los asuntos políticos o relacionados con la historia o naturaleza de España tienen buena acogida.
“El ensayo ha adquirido relevancia: es una etiqueta proteica donde metemos casi de todo, desde periodismo a filosofía, pasando por divulgación o memorias, pero que el lector común empieza a identificar con un tipo de libro narrativo de estructura muy libre, cuya característica principal es que casi nunca se puede adaptar al cine”, explica el escritor Sergio del Molino. Para el autor de La España vacía, el éxito puede tener que ver con un mundo “hipersaturado de series, la mayoría de las cuales son diegéticamente mucho más atractivas y eficaces que las novelas canónicas”, en el que el ensayo ofrece una experiencia literaria intraducible a otro lenguaje. Podría decirse que hay un perfil de lector que sacia su ansia de ficción mediante las plataformas audiovisuales y que, a la hora de ponerse a leer, prefiere los ensayos.
Una tendencia acusada es el ensayo que ya no es impersonal, que ya no parece un manual o un libro de texto, sino un texto en el que el autor se implica con sus propias percepciones, con su propia biografía a cuestas, textos en los que muchas veces se aprecian las costuras del libro, el making off, en el que el autor viaja, entrevista, duda, reflexiona desde un punto de vista propio. El plural mayestático ya suena aparatoso: las cosas que se cuentan las cuenta una persona determinada, que es ella y su circunstancia. “En este sentido, existe una muy buena escuela anglosajona que influye a los escritores españoles y europeos”, apunta Miguel Aguilar, “que los ensayos tengan ese componente personal hace que los lectores empaticen y la lectura se haga más llevadera”. No solo queremos ver la realidad, sino filtrada a través de una subjetividad concreta. No es tan distinto de lo que escribía Michel de Montaigne en el Renacimiento, del que se dice que inventó el género encerrado en la torre de su propio castillo: “Quiero que se me vea en mi forma simple, natural y ordinaria, sin contención ni artificio, pues yo soy el objeto de mi libro”.
Babelia
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