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Por qué nos cuesta tanto elegir qué serie ver

Internet nos ha dado acceso a contenidos culturales casi infinitos, pero la abundancia también produce ansiedad, falta de paciencia, tendencia al ‘zapping’ compulsivo y desidia

Librería Hugendubel, en Fráncfort, el pasado 25 de abril.
Librería Hugendubel, en Fráncfort, el pasado 25 de abril.Alex Grimm/GETTY IMAGES (Getty Images)
Sergio C. Fanjul

Era todo un acontecimiento: la banda favorita de uno anunciaba nuevo disco y uno se ponía a esperar su publicación. Ahorraba dinero, leía reseñas, se lo imaginaba escuchando el single por la radio. Cuando por fin conseguía hacerse con el disco, se aprendía los títulos de las canciones, las letras al milímetro, escrutaba sin cesar la ilustración de la portada, lo escuchaba hasta que echaba humo. Qué experiencia.

Pero este acontecimiento es cada vez menos común: desde la llegada de la abundancia cultural en Internet, la ilusión no embarga con frecuencia al cultureta de a pie. Llegan, en cambio, la ansiedad por abarcarlo todo, la falta de paciencia o tiempo para disfrutarlo, el zapping compulsivo, el tedio cultural, la desidia que sigue al empacho de contenidos. En tiempos de confinamiento esta sobreoferta se hizo más evidente, cuando, además de las plataformas de cine y series (Netflix, HBO, Filmin), música (Spotify, Deezer), podcasts (Ivoox), libros o audiolibros (Storytel, Nubico), se unieron al menú cotidiano versiones digitales de las visitas a los museos, las salas de conciertos o los teatros. Además de las creaciones que cualquier artista, profesional o amateur, compartió en la Red. Una variedad inabarcable.

“La sobreproducción y la sobreoferta ya existían antes de la pandemia, pero estaban algo más repartidas en los centros culturales”, opina el crítico literario y escritor Jorge Carrión, autor del reciente libro Contra Amazon (Galaxia Gutenberg). Ahora, en la pantalla, están más concentradas. A juicio de Carrión también ha influido “la ficción de que todos somos creadores, de que todos somos agentes culturales, productores de discurso, y de que todos tenemos derecho a publicar, a exhibir, a exponer, a proyectar. A ser profesionales de la cultura”.

Si hace unos años nos hubiesen dicho que dispondríamos de tal oferta cultural a golpe de clic y a precios irrisorios (por menos de lo que costaba un disco podemos acceder a la mayor parte de la producción musical de la humanidad, y lo mismo ocurre con las entradas de cine y las películas), nos hubiese parecido un sueño. Lo cierto es que el acceso masivo a la cultura nos forma, nos enriquece, nos maravilla, pero también tiene su lado negativo.

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Un 49% de los usuarios estadounidenses de plataformas audiovisuales sienten frustración ante la enorme oferta audiovisual, según un informe de la consultora Deloitte

Un 49% de los usuarios estadounidenses de plataformas audiovisuales declararon haber sentido frustración ante la enorme oferta audiovisual de los 300 servicios diferentes disponibles, según un informe de 2019 de la consultora Deloitte. Queremos libertad de elección, pero con mesura. En un estudio del año 2000, los psicólogos Iyengar y Lepper, de las universidades de Columbia y Stanford, descubrieron que a sus investigados les resultaba mucho más satisfactorio elegir entre seis tipos de mermelada o chocolate que entre 24 o 30 opciones. Cuando disponemos de una oferta demasiado amplia llega el bloqueo y la desmotivación. ¿Quién no se ha enfrentado a Spotify sin saber qué canción poner? Es lo que el psicólogo Barry Schwartz ha llamado “la paradoja de la elección”: reducir las opciones disponibles puede ayudar a reducir la ansiedad del consumidor.

“Cuando tenemos tanto donde elegir, cuando estamos expuestos a esta sobrecarga, tendemos a no valorar las cosas y a consumir de forma más compulsiva”, apunta el psicólogo José Antonio Molina, profesor de la Universidad Complutense de Madrid y autor de libros como SOS, tengo una adicción (Pirámide). En nuestra trayectoria vital solemos pasar por procesos que nos llevan a conseguir nuestras metas, pero ahora nos estamos acostumbrando a disponer de ciertas cosas sin demora, lo que nos hace ser más impulsivos y tener poca paciencia, asegura.

“Ante la oferta ilimitada de contenido acabamos recurriendo a prescriptores o algoritmos. Es como si quisiéramos volver a ver la televisión programada por un programador”
Elena Neira, autora de 'Streaming Wars, la nueva televisión'

La Red abruma. Un estudio de Netflix ha descubierto que si pasamos más de un minuto y medio buscando un contenido tendemos a bloquearnos, explica la experta en plataformas Elena Neira, autora del libro Streaming Wars, la nueva televisión (Libros Cúpula). Si, en un principio, la irrupción de las plataformas nos prometía una libertad de elección sin límites, “acabamos recurriendo a listas de reproducción predeterminadas, a las recomendaciones de prescriptores o algoritmos. Es como si quisiéramos volver a ver la televisión programada por un programador, porque no podemos gestionar tanta información”. Paradójicamente, volvemos a ser espectadores pasivos y con tendencia ansiosa a lo que los anglosajones llaman binge watching (atracón de visionados), que consiste en tragarnos del tirón un montón de capítulos de la misma serie. Las series tienen la ventaja de que permiten disfrutar muchas horas sin tener que decidir qué vemos, simplemente siguiendo el hilo. “Devorar o saborear, he aquí el gran dilema”, reflexiona Elena Neira.

Los fenómenos culturales transitan ahora con mayor rapidez, son más intensos, se diluyen y son rápidamente sustituidos por otros. En busca del éxito, la producción de series ha ido en aumento, tanto que se ha llegado a hablar de burbuja. Y la fragmentación de las plataformas hace que cada vez cueste más estar al día: hay demasiados sitios a los que suscribirse y esto también puede generar la ansiedad de estar perdiéndonos algo que es debatido por doquier en las redes sociales y en la máquina de café. Para Neira, esta fragmentación puede llevar a un repunte de la piratería o, muy probablemente, a procesos de agregación de varias plataformas bajo una sola factura.

El paseo por los contenidos se ha convertido en un contenido en sí mismo. A veces podemos echar la tarde navegando entre los océanos culturales, viendo tráileres, leyendo sinopsis, elaborando listas de aquello que planeamos disfrutar en el futuro… aunque ese disfrute nunca llegue. “Nosotros queremos transmitir la idea de que navegar por nuestra plataforma es como curiosear en una librería, como quien pasa horas hojeando libros”, explica Jaume Ripoll, cofundador y director editorial de Filmin, la plataforma audiovisual pionera en España, que durante el confinamiento ha detectado un aumento del 70% en visionados. “Aunque también es cierto que se pueden dar problemas de gestión de la abundancia. Es el síndrome del turista en el gran museo, propio de nuestras generaciones”. Tenemos poco tiempo para ver un montón de obras de arte imprescindibles y, al final, lo hacemos con prisa, sin acabar nada, casi sin disfrutar. Aún así, Ripoll es optimista: cada vez más usuarios de Filmin ven las películas enteras y no abandonan tras el primer acto.

Infoxicación, intoxicación informativa, es el término que acuñó el consultor en innovación Alfons Cornella hace más de 15 años para definir a este asedio constante de estímulos por Internet —y eso que entonces la Red estaba aún lejos de ser lo que es ahora—. Primero llegó el mail y la World Wide Web, luego los teléfonos inteligentes y las redes sociales, más recientemente la avalancha de productos culturales en directo: no nos da la vida. El recurso que no se puede extender es nuestro tiempo, reflexiona Cornella, de modo que tenemos que aprender a seleccionar y a profundizar, a no caer en esta macdonalización del consumo de estos contenidos. Quien mucho abarca poco aprieta. El remedio es personal: tomar conciencia y decidir aportar calidad a nuestras actividades. “Este es uno de los grandes retos de la humanidad”, concluye Cornella, “aprender a lidiar con esta avalancha de información y sacarle provecho”.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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