Christian Louboutin: “Los jóvenes no quieren ser como sus padres. Y si sus padres utilizan deportivas, ellos van a buscar otra cosa”
Se hizo globalmente famoso al pintar de rojo las suelas de sus zapatos, aunque lleva bocetando desde pequeño. Hoy Louboutin está de celebración: su marca cumple 35 años rejuveneciendo gracias a los zeta y a cambios en la manera de entender el tacón


Se respira chic francés en el despacho de Christian Louboutin (París, 62 años) en la capital gala. Desde la ubicación, junto al Louvre, hasta la manera aparentemente descuidada en la que el zapatero ha mezclado piezas nuevas y antiguas. Esculturas, carteles de películas, zapatos, libros de arte, moda, jardinería… Recibe con cálida sonrisa a la mañana siguiente de celebrar su Loubi Show, una fantasía cabaretera en un estadio a las afueras de la ciudad. “Ha sido una colaboración, como el año pasado, con David LaChapelle y Blanca Li. Pensamos un espectáculo que colocara los zapatos en un lugar inesperado, así que se nos ocurrió un partido de fútbol americano de un pueblo pequeño”. El resultado fue un evento tan inesperado como electrizante. Como su conversación. Aunque en septiembre anunciaba que Jaden Smith será el director creativo de su línea masculina, el movimiento no anticipa ninguna retirada. Todo lo contrario, la decisión obedece a que Louboutin prefiere centrarse en su favorito: el calzado femenino.

P. Su primer trabajo fue en el mítico Folies Bergère, ¿cómo acabó allí?
R. Un amigo del colegio y yo nos dimos cuenta de que muchos de los espectáculos en París tenían un intermedio en el que el público salía a fumar. Después era muy fácil acceder sin entrada, te colabas y buscabas una butaca. Así que vi muchas veces el segundo acto de muchos espectáculos, aunque mi favorito era el teatro musical. En el Folies Bergère acabé conociendo a todos los bailarines, un día me presenté con un cuaderno con todos sus nombres y me cogieron como pasante. No hacía nada, pero estaba allí y les ayudaba. Fue muy interesante ver las actuaciones, los ensayos, todas las repeticiones, etc. Se aprende mucho de eso, de la estructura de un espectáculo.
P. ¿Y cómo supo que los zapatos podían ser su profesión?
R. Porque alguien me regaló un libro que ponía Roger Vivier. No sabía ni quién era, pero me di cuenta de que mi afición podía ser un trabajo. Había empezado a dibujar zapatos siendo preadolescente, con 11 o 12 años. Me encantaba y lo hacía a todas horas. En clase me pusieron el mote de Guy Degrenne, por un anuncio de televisión de una firma de cubertería en el que salía un niño en la escuela que no atendía al profesor, pero cuando le preguntaban que qué hacía enseñaba unos bocetos de cubiertos muy elaborados. Yo me convertí en el Guy Degrenne de los zapatos.
P. Entonces empezó a colaborar como diseñador para marcas.
R. Con 18 me fui a trabajar para Charles Jourdan en el sur de Francia y luego colaboré como autónomo con Chanel, Saint Laurent… Trabajé desde dentro en algunas, pero siempre me terminaban despidiendo. Llegaba como asistente, pero quería hacerlo todo y decían, “pero este ¿quién se cree que es?”. No lo entendía, así que empecé a desarrollar la idea de convertirme en paisajista. También es bonito, pero yo era joven e impaciente, no podía esperar a que un jardín evolucionara. Si quieres velocidad la moda la tiene, yo echaba de menos los zapatos, así que volví y monté mi marca.
![“Queríamos que el espectáculo contuviera la energía del deporte y a David [LaChapelle] se le ocurrió recrear un partido de fútbol americano; pero no la Super Bowl, sino de un pueblo pequeño”, dice Louboutin.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/WIYWLMU7KRAGDAQPPUI7S7TSSQ.jpg?auth=6f95e0882c9fcaff0f09f00560672e88016fd08e61ec4261cb1716ffc5c8db89&width=414)
P. ¿Hoy sigue queriendo controlar todo?
R. Sí, es importante estar muy involucrado. Por ejemplo, los zapatos de mujer los confeccionamos en Italia y yo me construí un apartamento sobre la fábrica principal. Cuando voy me quedo allí y en una semana da tiempo a modificar un prototipo hasta tres veces.
P. No es una fábrica propia, pero trabaja en exclusiva para la marca, ¿le cuesta encontrar proveedores en este escenario dominado por conglomerados?
R. No mucho, lo que pasa es que es más caro que nunca. Todo se ha encarecido dramáticamente.
P. En 2021 vendió un 24% de su empresa a Exor, el fondo de la familia Agnelli. Imagino que recibiría muchas ofertas, ¿por qué los eligió?
R. No quería que fuera una empresa de moda porque no buscaba un padre, prefería algo más parecido a un hermano. Alguien con quien poder hablar, no que me mandara callar.
P. Y así seguir controlando.
R. No, no es eso. Tienen a gente muy inteligente y no creen saberlo todo. Me ha venido bien tener un colaborador que me hiciera preguntas. Esto es interesante, sobre todo porque cuando estás en tu propia compañía nadie te va a hacer todas las preguntas necesarias. Es como en las entrevistas con periodistas, que al no ser personas cercanas te pueden hacer preguntas distintas que te obligan a reflexionar, a profundizar. Desde Exor me han hecho cuestionarme cosas que nunca me había parado a pensar. Es agradable y muy estimulante.
P. ¿Como por ejemplo?
R. Por ejemplo, hicimos una exposición en París y planteamos repetirla en otro sitio. Me dijeron que donde yo quisiera, pero que por qué no hacerla en una localización que pudiera tener sentido para la empresa, para unir la muestra con la parte comercial. Yo ni siquiera había pensado en ello.

P. Sus zapatos se convirtieron en un icono en poco tiempo. Evidentemente, ayudó la suela roja, pero no puede ser la única razón. ¿Ha reflexionado sobre ello?
R. Siento un gran respeto por las mujeres y eso se transmite, muchas me lo dicen. Pero también hay algo de lo que me di cuenta hace poco. Hicimos una exposición y había un libro de firmas, un colaborador en aquel proyecto me lo trajo señalándome que todas las dedicatorias iban dirigidas directamente a mí. Lo habitual es que pongan “qué bonita exhibición” o lo que sea, pero a mí me escribían cartas. La gente siente una cercanía y conexión conmigo.
P. La relación de las mujeres con los tacones ha cambiado. Ahora son una opción, pero antes en ciertos ámbitos eran casi obligación. ¿Cómo ha visto esta evolución?
R. Ahora todo es aceptable. Nunca somos los mismos, yo tengo tres hermanas, pero a veces parecen 300. Cada mujer tiene distintas facetas, diferentes momentos a lo largo del día. Ni siquiera te despiertas cada mañana sintiéndote igual. La moda hoy da la posibilidad de abrazar todas esas personalidades.
P. También la generación Z está descubriendo sus creaciones.
R. Por su edad están llegando a ese momento en el que quieren experimentar con el concepto de mujer, jugar con la feminidad… Además, los jóvenes no quieren ser como sus padres. Si sus padres utilizan deportivas, ellos van a buscar otra cosa.
P. Después de tantos años, ¿qué le produce más satisfacción?
R. Dibujar. También me gusta viajar, pero me encanta sentarme a dibujar en este despacho, que es nuevo y me vuelve loco.
P. Aquel niño que siempre pintaba no ha cambiado tanto.
R. También disfruto mi libertad. El otro día le preguntaban a LaChapelle por el espectáculo y dijo: “Christian no necesita hacerlo, simplemente quiere”. Y así es, lo hago por gusto, por eso sigo aquí.

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