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Colas kilométricas y precios duplicados: por qué la pandemia ha convertido los bolsos en una gran inversión

Algunos modelos de Chanel ya cuestan más del doble que hace tres años, pero la lista de espera se multiplica. Mientras tanto, Hermès ha regresado a los niveles de facturación prepandemia. El auge de la reventa y las políticas de consumo restrictivas han convertido a los bolsos más famosos en un activo de inversión incluso mejor que el oro.

Hermès Birkin
El modelo Birkin de Hermés, el bolso más codiciado (y cotizado) del mundoGettyimages (Getty Images)

En los últimos dos años, los bolsos míticos de Chanel, con el modelo 2.55 a la cabeza, han experimentado una subida de precios de más del doble. En Europa, un 2.55 de tamaño medio ronda nada menos que los 7.800, cuando hace diez años rondaba los 3.000. La casa francesa ha argumentado esta subida apelando a los impuestos, al encarecimiento de la fabricación y a la necesidad de igualar el precio en todo el mundo. Sin embargo, puede que haya razones menos tangibles: un artículo reciente publicado por The Business of Fashion atribuía el motivo a “querer parecerse a Hermès”, esto es, a la marca reina de los bolsos de lujo, cuyas listas de espera, sus precios y su longevidad han convertido sus modelos en un valor seguro. Literalmente hablando. En 2016, la revista Time se hacía eco de que el valor de inversión en un bolso Birkin a lo largo de los años, había superado el S&P 500 de Standard & Poors y hasta la revalorización del oro. De hecho, el bolso más caro vendido hasta la fecha es el mismo modelo: se vendió en 2020, en una subasta de Christie’s en Hong Kong, por casi medio millón de dólares.

Lo cierto es que a Chanel le está funcionando la estrategia. Pese a sufrir pérdidas en facturación del 13% durante los meses más duros de la pandemia (Chanel solo vende en Internet cosmética y gafas de sol), hace unos días Bloomberg alertaba de que en Corea del Sur, decenas de clientas hacen cola de madrugada para comprar bolsos cuando abren la tienda. “Solo voy a Chanel. Si tengo éxito y consigo un bolso, aunque sea pequeño, gano al menos 250 euros con él”, contaba una de ellas. La política de la firma en el país hace que solo puedas comprar uno en cada visita, y si es un modelo clásico, uno al año. Ahora que los viajes a capitales europeas son menos frecuentes, dicha política ha hecho que se instauren, en esta y otras casas de lujo, las míticas listas de espera para adquirir una pieza, que pueden prolongarse meses. Las mismas que, sea cierto o no, convirtieron al Birkin de Hermés en el bolso más deseado del mundo, con papel protagonista en uno de los capítulos de Sexo en Nueva York. Ya se sabe que cuando algo es difícil de conseguir, es doble o triplemente valioso y, a diferencia de los drops o ventas limitadas de zapatillas, estos modelos no emergen y desaparecen con los vaivenes de la tendencia. Son diseños que no han pasado de moda en cincuenta o sesenta años.

Hermès, de hecho, volvió a batir récords en mayo de 2020 cuando su tienda en Guangzhou (China) despachó productos por valor de 2,3 millones de euros el día de su apertura. En julio de 2021 ya había recuperado el nivel de facturación prepandemia. A este curioso fenómeno, de esperar largas colas por hacerse con un bolso de más de seis mil euros, los sociólogos lo llaman compra por venganza, el consumo de caprichos (carísimos) largamente postergados que se dan en situaciones de ‘ahora o nunca’ y que, en este caso, vienen refrendados por el cada vez más pujante mercado de la segunda mano de lujo. Según la consultora Bain & Co., en 2021 este sector alcanzó un valor estimado en 37 billones de dólares, un 65% más respecto a 2017. En el caso de los bolsos icónicos, que no se devalúan con el paso del tiempo y que, en ocasiones, se revalorizan, la inversión está más que clara.

Colas en la entrada de una tienda de Chanel en Hong Kong el pasado diciembre
Colas en la entrada de una tienda de Chanel en Hong Kong el pasado diciembreGettyimages (SOPA Images/LightRocket via Gett)

El pasado verano, la revista Forbes se hacía eco del inesperado valor como activo que estaban adquiriendo estas piezas. Según la agencia de datos Art Market Research, el potencial de los bolsos superaba al de los coches clásicos y hasta al de ciertas obras de arte. Situaba a los de Chanel, Louis Vuitton y Hermés como ejemplo: su valor, en concreto el de algunos de sus modelos más longevos, había aumentado un 83% en los últimos diez años. Los relojes de lujo, por ejemplo, solo se habían revalorizado un 62%, y las primeras ediciones de grandes obras literarias, un 43%. En esos diez años, el Birkin casi había duplicado su valor (un 93%), el 2.55 de Chanel había subido nada menos que un 132%. No es de extrañar, entonces, que la enseña haya decidido seguir esta estrategia de escalada de precios y exclusividad o escasez en el inventario para situarse, a medio plazo, como el modelo más codiciado del mundo.

Mientras tanto, hay otros modelos de nueva generación que apuntan maneras. Tal y como reportaba hace unos meses la plataforma de compraventa de bolsos de segunda mano Rebag, los modelos de Bottega Veneta en la era de Daniel Lee como director creativo, es decir, de 2017 a 2021, se venden “en cuestión de semanas” a casi al mismo precio de su valor en tienda.

El furor por la inversión en bolsos clásicos, al margen de su precio, es tal que la locura ya ha llegado al metaverso. Recientemente, la propia Hermés ha emprendido acciones legales contra Maison Rothschild, una empresa que comercializaba MetaBrikins en formato NFT, es decir, exclusivos, caros y virtuales. Por su parte, los grandes conglomerados de lujo trabajan en ingentes sistemas de blockchain como Aura, creado por LVMH, para poder trazar la procedencia y las transacciones de estos activos digitales. Parece que la obsesión por ciertos modelos ya no tiene que ver únicamente con la posesión física.

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