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CAFÉ PEREC
Columna
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El libro que vendrá

Es uno que navega por el espacio, pero no por el “espacio literario” del que hablaba Blanchot, sino por el sideral

La estatua de James Joyce en el Ponte Rosso de Trieste.
La estatua de James Joyce en el Ponte Rosso de Trieste.AURIZIO VALDEMARIN
Enrique Vila-Matas

¿Qué ha sido del “libro por venir” del que tanto hablaba Blanchot? ¿Dónde buscarlo hoy? A veces imagino que, a lo largo de los años, he podido verlo en fugaces ocasiones, en momentos de dos o tres segundos, siempre después de inesperados chispazos o brevísimas ráfagas en las que, sin embargo, al “libro por venir” he podido verlo completo. ¿Y qué vi? Parte de lo que fue, de lo que va a ser, de lo que ya es el libro. Y pude ver también que este circula en un constante vaivén, sin posibilidades de ser nunca un espacio cerrado que aloje un sentido definitivo. En cierta forma, recuerda al cometa Halley, aunque en una versión, como mínimo, igual de insensata, porque es como si al, carecer de un sentido definitivo, el “libro por venir” siempre estuviera por venir.

Es un libro que navega por el espacio, pero no por el “espacio literario” del que hablaba Blanchot, sino por el sideral. Su último chispazo lo capté ayer mismo en un café del centro. Fue como un destello que acabó llevándome a una nueva revelación sobre el libro. Oí que en la mesa de al lado un caballero de marcado acento andaluz decía que el tema central de la gran literatura del siglo pasado había sido “la pérdida de tiempo”.

Me impresionó oír algo así en aquel tugurio. Pero más pasmado quedé cuando el hombre añadió: “Leopold Bloom no dio golpe en todo el Bloomsday, y en cuanto a Proust, sabemos que perdió el tiempo toda su vida”.

Razonamiento impecable, pensé, de no haber sido porque caía en el tan frecuente equívoco que suele darse con el título de Proust. Porque en realidad la Recherche es la narración del aprendizaje de un hombre de letras, una historia enfocada hacia el futuro, y no hacia el pasado. De hecho, el mismo Proust insiste en este punto: en tal o cual momento, el protagonista no comprende, o no sabe tal o cual cosa, pero confía en saberla algún día.

Celebración del Bloomsday en Dublín, en honor al 'Ulises' de James Joyce.
Celebración del Bloomsday en Dublín, en honor al 'Ulises' de James Joyce.NIALL CARSON (getty images)

Matizarle el comentario proustiano al caballero de al lado habría sido una pérdida de tiempo, de modo que callé y preferí pensar que aquella información que, en forma de chispazo, acababa de mandarme el “libro por venir”, en realidad solo quería revelarme que en la narrativa de nuestros días íbamos a continuar igual que en el siglo pasado: perdiendo el tiempo. Y perdiéndolo, además, tal como solemos perder de las páginas culturales las frases que más nos conmueven.

Anteayer, por ejemplo, leí que la novela no es algo que represente la realidad, sino algo que la construye y deconstruye desde una extrema subjetividad. Pero casi de inmediato la frase caía en saco roto. Y ayer, desplomándose, cayeron impunemente en saco roto las mejores palabras del día, las de Ariana Harwicz, la autora, entre otros, de Degenerado (en Anagrama), libro tan inaudito como valiente.

Decía Harwicz: “Se sigue pensando la literatura con los mismos esquemas con los que pensamos la vida: discriminación, racismo, machismo… Es decir, situando a la literatura en el mismo plano de la realidad, cuando no lo está”.

Nada que añadir, salvo que salgo de inmediato en busca del saco roto.

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