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Somos vulnerables y eso nos hace fuertes: lo que el arte nos enseña de los virus

Una exposición y un ensayo abordan cómo la creación contemporánea reacciona y en ocasiones se anticipa a las epidemias. Pintores como Egon Schiele y Edvard Munch ya abordaron hace un siglo la enfermedad infecciosa en sus obras

Silvia Hernando
El jardin del contagio
'El jardín del contagio', de Michael Wang.la casa encendida

Entre lo mucho que se puede decir sobre lo que ha supuesto la pandemia, cabría destacar que ha resultado ser un preciso detector de verdades enterradas. Un revelador de problemas que estaban ahí, latentes, cuestiones que abarcan desde los ámbitos públicos y profesionales a los más íntimos y que, tras una concatenación de confinamientos y estados de alarma, se han revelado en toda su amplitud. Una de esas ideas es que todos somos vulnerables al contagio. Que convivimos codo con codo con las enfermedades infecciosas, con las bacterias y los virus, y que nadie está exento de contraer enfermedades. Todo eso lo sabemos ahora con la certeza de lo inevitable, pero algunos artistas ya se habían dado cuenta hace tiempo.

Antes de la bofetada de realidad del coronavirus, Andrea Bagnato e Iván López Munuera, los comisarios de la exposición Criaturas vulnerables, en La Casa Encendida de Madrid, empezaron a investigar cada uno por su cuenta las diferentes miradas que el arte estaba posando sobre cuestiones como la diseminación de la malaria en el sur de Italia y las arquitecturas del sida en Nueva York y el Caribe. En 2018, pusieron sus hallazgos en común. Uno de los primeros fue que se había extendido una percepción errónea sobre las epidemias: “Se veían como algo del pasado, a pesar de que en lugares como el África subsahariana las enfermedades infecciosas siguen siendo la primera causa de muerte”, explica López Munuera. “Y dado el proceso de deforestación del planeta, podía verse que iba a haber más epidemias”.

No les faltaba razón. A la luz de los acontecimientos, que suman ahora la nueva viruela del mono al trauma de la pandemia, su exposición cobra un nuevo sentido. A través de los trabajos de artistas como all (zone), Pratchaya Phinthong e Işıl Eğrikavuk “podemos ver que la covid es una enfermedad que tenía precedentes como la enfermedad del sueño, el virus del tulipán roto y la radioactividad nuclear”, apunta el comisario. Y, más aún, queda patente “que las enfermedades contagiosas forman parte de nuestro ecosistema”. Son parte fundamental —incluso necesaria— de la vida y no solo afectan a los humanos: una de las obras expuestas, El jardín del contagio, pone de relevancia que los virus pueden cebarse con cualquier tipo de ser vivo, en este caso tulipanes.

Obra de Pratchaya Pinthong dentro de la exposición 'Criaturas vulnerables'.
Obra de Pratchaya Pinthong dentro de la exposición 'Criaturas vulnerables'.la casa encendida

Esta obra, realizada por el estadounidense Michael Wang, está compuesta por un conjunto de macetas que contienen aleatoriamente bulbos infectados y otros sanos que acabarán por contagiarse de los primeros. De este modo, la obra irá transformándose, decayendo desde un estado de plenitud inicial hasta su destino inexorable. Es el precio de compartir un mismo espacio, una noción que exploran otras obras como la maqueta a escala real de una casa diseñada por all(zone) con una zona de cuarentena y otra de vivienda compartida. El virus que causa la infección de las plantas, llamado mosaico del tulipán, fue uno de los primeros en estudiarse en época moderna, aunque se remonta al siglo XVII, a la época de la tulipomanía. Al importar a Holanda los tulipanes originarios de Asia Central, la planta se hizo más susceptible de contraer la enfermedad. “Entonces se prohibieron los bulbos en muchos países”, explica López Munuera. Y, de ese modo, la patología se hizo política.

Si existe un exponente de enfermedad infecciosa politizada en época contemporánea, ese sería sin lugar a dudas el sida, que en la muestra de La Casa Encendida está representado a través de varios trabajos del artista cordobés Pepe Espaliú. Nadie miraba aquí, un ensayo de reciente publicación firmado por Andrea Galaxina (que, como la exposición, se concibió antes de la pandemia), coincide en volver la vista a la explosión de creatividad activista que surgió tras la aparición del VIH en Europa y, sobre todo, EE UU. “Al no contar con un sistema sanitario público como en España, allí la gente se tuvo que organizar de manera radical porque hubo episodios de absoluto abandono”, explica la autora sobre la mayor efervescencia de las manifestaciones culturales en torno a este virus al otro lado del Atlántico.

Con las herramientas del agitprop y materializado en creaciones efímeras como pósteres y pasquines, así como vídeos, colectivos y activistas generaron en EE UU un lenguaje artístico directo y potente con el que denunciar la dejadez de los gobiernos y la estigmatización que sufrieron distintos colectivos, en especial el LGTBIQ+. Que la palabra “homosexual” vuelva a los titulares con la viruela del mono no quiere decir para Galaxina que no hayamos aprendido nada de las lecciones del sida sino, más bien, que se trata de una estrategia que “responde a unos intereses”. “Situar el foco sobre los gais tiene que ver con una agenda política”, afirma la autora, “si bien también hay una parte de ignorancia, en especial sobre el daño que se hizo al colectivo, sobre todo en los primeros diez años de la epidemia”.

Una de las obras de Pepe Espaliú expuestas en La Casa Encendida.
Una de las obras de Pepe Espaliú expuestas en La Casa Encendida.la casa encendida

Con la llegada del coronavirus, como agrega López Munuera, ha vuelto a demostrarse que la enfermedad infecciosa suele aparecer acompañada de síntomas sociales como el rechazo y la intolerancia. “La covid despertó el racismo hacia las personas asiáticas y la viruela del mono señaló enseguida al colectivo LGTBIQ+”, apunta. Un vídeo de la turca Işıl Eğrikavuk expuesto en Criaturas vulnerables sobrevuela esa misma idea. En él, un científico iraquí concede una entrevista a una televisión estadounidense. El científico trabaja para curar la gripe aviar y la escena tiene lugar en plena invasión de Irak, lo que pone no solo de relevancia la ideología subyacente a las políticas de inmigración, que crean un cisma entre los buenos y malos migrantes, sino también la propagación de un discurso que equipara al terrorismo islámico a una epidemia.

En lo que se refiere al sida, frente al activismo político de los trabajos de colectivos como Gran Fury en EE UU y La Radical Gai y LSD en España, las obras de Espaliú —tales como los dibujos y los objetos de cuero que se exhiben en La Casa Encendida— apelan a ideas como la fragilidad, la humanidad (recuérdese su célebre performance Carrying) y la validez que encierran en sí los cuerpos enfermos, una noción esta que conecta directamente con los tulipanes de Wang, que al contraer el virus desarrollan unas delicadas vetas marmóreas. “Él expresa que lo colectivo puede ayudar a abrazar el cuerpo no sano de una manera más hermosa”, apunta Iván. “El arte abre la puerta a nuevas configuraciones no solo sobre lo que es un cuerpo sano, sino también sobre lo que es un cuerpo”.

En esa exaltación de la belleza de un cuerpo quebradizo, la obra de Espaliú podría vincularse con la de Egon Schiele, otro artista que un siglo antes que él ya intentó expresar a través de la pintura las consecuencias de la enfermedad infecciosa. En su caso fue la llamada gripe española, de la que murieron no solo él sino también su mujer y su maestro, Gustav Klimt. Como ellos, Edvard Munch también se contagió (si bien él sobrevivió) y plasmó la presencia de la enfermedad en dos autorretratos, uno durante y otro después del virus, obras inquietantes de las que emana el dolor colectivo que marcó a la sociedad de su tiempo, donde se encadenaron la enfermedad y la guerra.

Comparable como es aquel momento histórico con la época actual, lo cierto es que también existen notables diferencias. Una muy evidente son los avances que se han producido en el campo de la medicina. El dolor sigue ahí, y todos somos vulnerables a él. Pero esta vulnerabilidad no siempre tiene que verse como algo negativo, que es lo que vienen a plantear las obras de La Casa Encendida. “El tema es muy serio, pero también se puede mirar con humor y con ironía, y eso es lo que hacen estos artistas”, abunda Iván. “Los virus forman parte de nuestro ecosistema, de modo que tenemos que encontrar formas de coexistencia. Además, la enfermedad es nuestro futuro: todos hemos estado o estaremos enfermos. Tenemos que estar preparados”.

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Sobre la firma

Silvia Hernando
Redactora en BABELIA, especializada en temas culturales. Antes de llegar al suplemento pasó por la sección de Cultura y El País Semanal. Previamente trabajó en InfoLibre. Estudió Historia del Arte y Traducción e Interpretación en la Universidad de Salamanca y tiene dos másteres: uno en Mercado del Arte y el otro en Periodismo (UAM/EL PAÍS).

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