La Compañía Nacional de Danza sella su acogida a las bailarinas ucranias con su ‘Giselle’ en el Teatro Real
La formación española ofreció anoche la primera de las cuatro funciones con las que el coliseo madrileño sustituye este fin de semana las actuaciones del cancelado Bolshói de Moscú
La Compañía Nacional de Danza (CND) termina este fin de semana sus actuaciones de sustitución en el Teatro Real de Madrid, en las mismas fechas en que debió actuar el Ballet del Teatro Bolshói de Moscú con La bayadera, de Yuri Grigoróvich, cancelado por la invasión de Rusia a Ucrania. Originalmente, la agrupación moscovita debió realizar seis funciones. Tras la anulación (la última de un teatro de ópera de Europa Occidental con la compañía oficial rusa), el Real solamente pactó cuatro actuaciones con la CND entre el 18 y el 21 de mayo.
En las funciones, con su carácter especial y demostrativamente solidario, participan tres de las cinco bailarinas ucranias que formaban parte del Ballet de la Ópera Nacional y que fueron acogidas por la CND después del ataque ruso a su país. Anastasia Hurska, Yelyzaveta Semenenko y Kateryna Chupina, la primera en un papel solista y las otras dos en el cuerpo de baile. Estaba previsto que el papel protagónico masculino de Albrecht lo bailara el director artístico de CND y coreógrafo de la adaptación de la obra, Joaquín de Luz, pero una inoportuna lesión de un pie —que ya venía arrastrando de antaño— ocurrida durante los ensayos ha impedido que bailara. En su lugar, De Luz ha colocado al italiano Alessandro Riga, que ostenta la categoría de primera figura en la compañía titular española.
Así, el elenco de la función de anoche quedó compuesto además por Katia Janiukova en el papel de Giselle; Anastasia Hurska en el de Mirtha, Reina de las Willis; la santanderina Ana María Calderón y Mario Galindo en el Pas de Paysans, también llamado habitualmente Paso de los vendimiadores, como se sabe (pero aquí se ignora el dato) fragmento ajeno a la partitura de Adolphe Adam y original de Burgmüller.
Janiukova, nacida y formada en Kiev en el Instituto Coreográfico Estatal ucraniano, que ya fue bailarina principal del Ballet de Kiev, se unió al English National Ballet (ENB) de Londres en 2014, donde ha escalado categorías hasta llegar a primera solista y ha aparecido como invitada en Japón y Letonia. Janiukova ya ha protagonizado Giselle en el ENB, en la importante versión histórica de Mary Skeaping, tronco formal y estético de muchas de las versiones actuales de este clásico romántico que vemos por todo el orbe, como en La Habana, Montreal, Estocolmo, entre otras plazas. El baile de Janiukova es de buen gusto, con ajuste su técnico satisfactorio, aunque en la función bregó con la más que deficiente dirección orquestal.
Hurska como Reina de las Voluntades, que es otro apelativo de tiempos del Romanticismo con que se conoce este papel señero, resultó la más solvente y segura de la velada. Bailarina de aplomo, con un salto potente y una decidida ocupación espacial, resaltó todos los perfiles de su rol.
La participación como debutante del jovencísimo Mario Galindo en estas funciones es una de las mejores sorpresas que depara hoy la CND. Galindo, nacido en Madrid y formado en el conservatorio Mariemma, donde se graduó con honores en 2019, hace su primera temporada en las filas del cuerpo de baile de la compañía, donde ingresó en 2021, tras un periodo de formación en la San Francisco Ballet School, donde fue seleccionado para su programa especial de entrenamiento de bailarines promisorios, bailó anoche con Calderón, no tuvieron su mejor noche, pero poseen evidentes facultades. Este sábado en la función de matiné, Galindo encarna por primera vez el papel de Albrecht.
Mirtha es un contra-personaje muy importante en la estética y el desarrollo del ballet Giselle. Esto queda bastante desdibujado en la versión de Joaquín de Luz y en la caótica y pedestre dramaturgia donde se apoya. Si analizamos el baile mismo, la lectura canónica, ya esto se ve claramente: se responden una a otra con secuencias aéreas de saltos combinados, aunados a un braceo expansivo donde casi se vocalizan sus posturas y dubitaciones; en Mirtha de dominación seráfica, y en Giselle, de la búsqueda de una respiración pacificadora. Son el bien y el mal luchando desde el inframundo, dando a los vivos una lección y el porqué de una sugerida redención. El Hilarión de Isaac Montllor es claro y llega al público; el bailarín se entrega a fondo y consigue dar convencimiento.
Viendo de nuevo la pieza, lo único que mejora algo es la escenografía del segundo acto por el efecto dimensional del escenario, pero la producción se la ve de ocasión y de tránsito, inútil para guarnecer un repertorio que debe ser enriquecido y ampliado con productos que se garanticen a sí mismos una cierta permanencia y durabilidad. Verdad de Perogrullo, pero que es ley del teatro, tan sagrada como necesaria.
Las bailarinas ucranianas acogidas por CND participarán entre el 20 y el 31 de julio en la presentación de un nuevo Ballet de Kiev en el Teatro Coliseum de Madrid, como compañía itinerante que planea trabajar en España hasta fin de este año en temporadas benéficas respaldadas por la UNICEF y con el propósito de recoger fondos para atender a los niños desgajados de su arraigo y familias por la guerra. UNICEF calcula que hay 7,5 millones de niños ucranianos en peligro.
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