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Crítica | Mentes maravillosas
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

‘Mentes maravillosas’: mucha conciencia social para una trama inverosímil

Una película a mayor gloria del filósofo Alexandre Jollien, con discapacidad neuromotora, a quien su propio guion le ha otorgado un personaje imposible

Alexandre Jollien y Bernard Campan, en 'Mentes maravillosas'.
Javier Ocaña

La intrahistoria de ciertas películas es a veces tan interesante o más que la película en sí: quién hay detrás de ese determinado trabajo, cuáles son los entresijos vitales de sus autores. Ahora bien, lo que en principio no debería ocurrir es que para entender o gozar una película sea necesario haber leído u oído la intrahistoria. Entonces tenemos un problema, porque el espectador, al sacar su entrada y disponerse a disfrutar del título en cuestión, no tiene por qué conocer lo que hay detrás. Y algo (o mucho) de eso hay en Mentes maravillosas, escrita por Bernard Campan y Alexandre Jollien, y dirigida por el primero: tierna, simpática, agradable, bienintencionada, inclusiva, con conciencia social, leve pese a la profundidad de sus textos, y del todo incomprensible en cuestión de credibilidad respecto de la relación de uno de los personajes con el resto de seres humanos con los que interactúa.

La intrahistoria: el suizo Jollien, persona con discapacidad neuromotora por estrangulamiento con el cordón umbilical al nacer, pasó 17 años en un centro de educación especial. Ahora, aunque ande con dificultad y no pueda cortarse un filete de carne por sus problemas de movilidad, es un reputado filósofo y un escritor de éxito, con obras publicadas en medio mundo. Jollien se hizo amigo del actor francés Campan, y ambos han escrito y protagonizado Mentes maravillosas, en la que uno y otro interpretan no a un actor y a un filósofo, sino a un empresario de pompas fúnebres y a un chaval con discapacidad que apenas tiene amigos, vive con su madre y se gana la vida repartiendo fruta y verdura ecológica con su bicicleta.

Hasta ahí, todo bien. La película es blandita y curiosa. Una más de las producciones francesas que parecen sacadas del molde de la triunfadora Intocable: una road movie en la que dos personas de características físicas y sociales bien distintas se ven obligadas a convivir durante un tiempo; que en principio se rechazan para después ir conectando de tal forma que sus vidas cambian para siempre, y para mejor. Eso sí, aunque se vea con una media sonrisa, conforme avanzan los diálogos también puede ir apareciendo una mueca de incredulidad porque el personaje de Jollien, el repartidor de fruta, empieza a ejercer de trasunto del propio intérprete y creador. Es decir, a soltar perlas filosóficas en cada frase, a hablar con una admirable elocuencia que roza lo literario: “Quería tener una experiencia metafísica”; “los estoicos decían que…”; las teorías de Nietzsche, el epicureísmo… Aforismos continuos, entremezclados en un relato de cotidianidad absoluta.

Ojo, no estamos diciendo en modo alguno que una persona con esa discapacidad no pueda tener esos conocimientos y no pueda hablar con tal propiedad. Faltaría más. De hecho, la existencia del mismo Jollien confirma que esa creencia es absurda. Pero admitamos que no es lo habitual, y que en la historia interna de Mentes maravillosas Jollien no es un famoso filósofo, sino un hombre cualquiera que cita a Aristóteles cada tres frases.

Así que, si no nos ciegan los buenos sentimientos, resulta increíble —y he aquí la clave del desequilibrio de la película en su fondo— que ni un solo personaje le pregunte dónde ha aprendido todo eso, que nadie se interese por su intrahistoria. Y que, como consecuencia, sean bastante inverosímiles secuencias y diálogos como los de la despedida de soltera y la noche de cariño y sexo con la prostituta. En la vida diaria, cualquiera de los roles que se entrecruce con un joven que hable de esa manera, aunque no tuviera discapacidad alguna —y he aquí la segunda de las claves—, se preguntaría de dónde ha salido semejante portento.

“Todo el mundo se empeña en encasillarme”, dice el personaje a su madre en el relato. Y, por desgracia, tiene razón con respecto a la vida real. Sin embargo, en la película nadie le encasilla. Y eso no acaba de encajar.

MENTES MARAVILLOSAS

Dirección: Bernard Campan.

Intérpretes: Bernard Campan, Alexandre Jollien, Tiphaine Daviot, Julie-Anne Roth.

Género: comedia. Francia, 2021.

Duración: 92 minutos.

Estreno: 13 de mayo.

 

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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