Madrid pierde el norte
Dos orejas de pueblo para Diego García y nuevo petardo ganadero de María Cascón
Madrid ha perdido el norte. Madrid, antaño catedral del toreo y referencia para la fiesta, es historia. Eso de que “Madrid es muy exigente” ya no cuela. Se acabó. Madrid es ya una plaza más; es decir, una de tantas entregadas a la vulgaridad y el triunfalismo. Un lugar donde el aficionado conocedor y exigente ha sido reemplazado por un público ignorante que lo jalea y aplaude todo. Y, claro, luego pasa lo que pasa: cualquiera triunfa.
Hasta hace no tanto, la actuación de Diego García habría tenido como premio dos generosas ovaciones. Si acaso, y por la rápida y espectacular muerte de su segundo oponente, podría haber cortado una oreja. Pero hoy el balance fue de vuelta al ruedo tras petición y dos orejas. Ahí es nada. García, que apenas destacó en un par de templadas (y cortas) tandas al natural en el sexto, se marchó a hombros por la puerta grande de Las Ventas.
Claro está que él no tiene culpa alguna en semejante disparate. Ni siquiera la tienen los centenares de seguidores que le arroparon durante toda la tarde, jaleando cuanto realizó y pidiendo las orejas con pasión. En esta triste historia hay un único responsable: Don Gonzalo J. de Villa Parro, el presidente del festejo. Este señor, contrastado orejero, finiquitó un poco más la escasa categoría que le queda a la plaza de Madrid al conceder un doble trofeo que, muy probablemente, no se habría pedido ni en Benidorm.
Voluntarioso toda la tarde, Diego García, natural de la localidad madrileña de San Sebastián de los Reyes, se encontró en tercer lugar con un manso de solemnidad que se rajó en banderillas y que durante el último tercio no hizo otra cosa que huir hasta de su sombra. El espigado novillero lo persiguió dando una vuelta completa al anillo, dejando muletazos desperdigados, la mayoría de ellos enganchados y deslucidos.
Más suerte tuvo con el sexto, un sobrero con el hierro de Casa de los Toreros de gran movilidad y transmisión. Aunque en todo momento faltó reposo, profundidad y hondura, la gente pareció estar viendo al mismísimo Manolete resucitado. Una mediocre faena, un certero espadazo y las dos orejas.
El resto del festejo estuvo marcado por la invalidez de la novillada de María Cascón. Un encierro con tantos pitones como escaso cuajo y remate que apenas dio opciones a David Garzón y Miguelito. El primero demostró poseer oficio y anduvo aseado ante un lote sin vida; mientras que el segundo, mucho más verde, abusó del pico y dio un mitin con la espada en el quinto.
Lo mejor —por no decir, lo único bueno— de la tarde fueron los dos pares de banderillas que ejecutó El Ruso en el último. Eso sí que fue de puerta grande.
MARÍA CASCÓN / GARZÓN, MIGUELITO, GARCÍA
Novillos de María Cascón, con muchos pitones, pero sin cuajo ni remate, nobles e inválidos; un sobrero (1º bis) de El Parralejo, justo de presentación, noble, soso y descastado; y un sobrero (6º bis) de Casa de los Toreros, correcto de presentación, noble y repetidor.
David Garzón: dos pinchazos y estocada corta desprendida y algo atravesada (silencio); estocada delantera y atravesada, cuatro descabellos _aviso_ y se echa el novillo (silencio).
Miguelito, que se presentaba: pinchazo y estocada ligeramente trasera, perpendicular y contraria, y un descabello (silencio); cinco pinchazos _aviso_ y dos descabellos (silencio).
Diego García, que se presentaba: estocada corta desprendida y atravesada (vuelta protestada tras petición de oreja); estocada (dos orejas protestadas).
Plaza de toros de Las Ventas. Primer festejo de la Feria de la Comunidad de Madrid. Menos de un quinto de entrada (5.586 espectadores, según la empresa).
Babelia
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