Alicia Giménez Bartlett, empezar de cero a los 70 años
Pionera de la novela negra en español, la autora aparca a Petra Delicado, el personaje que le dio todo, y cambia de ciudad y editorial en su nueva aventura literaria. Repasamos su vida y su carrera por los escenarios en Valencia de su nueva obra
Traicionados por el tiempo, el encuentro con la autora que dio a la novela negra en español su primera protagonista femenina tiene lugar en una Valencia cubierta por un cielo gris, casi plomizo. Nada que ver con el sol magnífico e inmisericorde que tanto gusta a las hermanas Miralles, Marta y Berta, las policías novatas protagonistas de La presidenta (Alfaguara), una nueva aventura de Alicia Giménez Bartlett y un cambio de rumbo dentro del género que domina. La autora manchega (Almansa, 70 años) confiesa que tenía ganas de buscar una alternativa a Petra Delicado, esa aguerrida policía nacional de Barcelona que le ha dado tanto prestigio como lectores desde 1996. “Tenía ganas de cambiar un poco. A Petra me la conozco muy bien, aunque creo no haber acabado con ella aún. De hecho, como yo soy conciliadora, no me he ido a la competencia para siempre y tengo un contrato con Destino para hacer una Petra y entregarla en 2023″, asegura sintética y directa, sin huir del tema que sobrevuela desde el principio: cómo una de las autoras insignia de Planeta ha terminado en el grupo rival, Penguin Random House.
Cambio de protagonistas, de ciudad y de editorial para esta historia que cuenta la sospechosa muerte de Vita Castellá, trasunto poco disimulado de Rita Barberá. Quienes quieren taparlo desde las altas esferas políticas se lo encargan a Marta y Berta Miralles, dos novatas que, suponen ellos, no van a llegar a resolverlo. “Me apetecía que fueran más jóvenes, que no cargaran con una mochila de experiencia tan dura a veces como Petra, que fueran un poco menos cínicas, más inocentes. Y también me apetecía variar de Barcelona a Valencia. ¿Por qué? Valencia es una ciudad más pequeña, con unas características muy concretas y Barcelona la he explorado mucho y ahora políticamente tienes que estar dando explicaciones, los mossos, el catalán, el castellano… llega un punto que, señores, no estoy en esta batalla”, explica mientras toma un café en una terraza, no lejos de la catedral, en el barrio del Carmen, los pies plantados sobre el mismo enlosado que patean sus nuevas heroínas. Es lunes de Semana Santa y la ciudad está llena de turistas.
“Me dicen que es una novela tan feminista… Debo ser tan feminista que ni me entero de que hago lucha encarnizada. No era consciente. Supongo que tampoco era por un feminismo acérrimo, porque quisiera batallar, que si batallo genial, sino porque es más fácil para mí ponerme en la piel de una mujer que de un hombre. Tan sencillo como eso”, resume. Mejor no recurrir al tópico de la gran dama de la novela negra si uno no quiere ser barrido por la ironía asesina de Giménez Bartlett, pero lo cierto es que abrió esa autopista por la que luego han transitado tantas en un género muy aquejado de un machismo estructural durante décadas.
Valencia es la historia de un regreso para Giménez Bartlett. Después de muchos años en Barcelona, vive ahora en Vinaròs, al norte de la provincia de Castellón, desde donde llega en tren a la estación Nord, un prodigio modernista por el que también transitan Marta y Berta. Orgullosa hija de ferroviario destinado a Valencia, en su universidad la autora de Mi querido asesino en serie estudió filología inglesa —lo que le permitió trabajar luego durante 17 años como profesora— y en una de las tascas que frecuentaba, convertida ahora en restaurante, continúa la conversación acompañada con un arroz del señoret.
No es la primera vez que Giménez Bartlett abandona a Petra Delicado, que ha protagonizado 11 novelas y un libro de relatos (tiene el premio Nadal, el Planeta y el Femina por obras ajenas a su personaje estrella), pero Marta y Berta le dan otra perspectiva dentro del género. Ellas tienen en torno a 30 años, son de origen rural y policías vocacionales. Nada que ver con Petra, como la nombra siempre, la mujer con la que ha ido envejeciendo, un espécimen único en la España que contaba el dinero en pesetas y que ahora se enfrenta a una realidad muy cambiada. “No es una vocación usual, pero habiendo visto la cantidad de nuevas mujeres policías que se incorporan cada año a la Policía Nacional, piensas que dentro de poco será una vocación como la de maestra. Es increíble. Cuando yo empecé a escribir había dos comisarias en toda España. Ahora hay cuarenta y tantas”.
Corrupción y muerte
Las hermanas Miralles son, por la vía del protagonismo femenino, la actualización de la clásica pareja detectivesca. Así ocurre ya en las novelas de Petra Delicado, donde Fermín Garzón es el subalterno discreto y servicial en un universo construido con mimo por el detalle y pulso literario, virtudes que le valieron el premio Pepe Carvalho de la BCNegra en 2014. En La presidenta continúa el despliegue de hombres anonadados ante el empuje, en este caso, de las dos agentes novatas. “Me sorprende la concepción de las mujeres de la vida. Son mucho más prácticas. Mucho menos teorizantes que mi generación. La libertad con la que se mueven, que nosotras no teníamos, y cómo hablan, pero sobre todo el desparpajo de no necesitar coartadas ideológicas. Cada una sabe lo que quiere y lo que no quiere”, explica cuando se le pregunta por las diferencias que ha visto al usar dos protagonistas 40 años más jóvenes.
¿Cómo fue el proceso para crear una ficción tan anclada en una realidad polémica, de corrupción y desfase, con una política famosa muerta? “Todo el mundo que no es de la profesión en cuanto te preguntan de qué va el libro y cuentas que aparece Rita Barberá muerta, pero que no se suicidó ni murió del corazón, sino que la asesinaron, me lanzan la sonrisa del escepticismo, el ‘me lo vas a decir a mí’. No creo que la asesinaran, creo que se suicidó”, responde sin guardarse nada. En el libro, Vita Castellá comparte biografía con Rita Barberá (aunque esta era alcaldesa, no presidenta de la Comunidad Valenciana). También son similares las sombras y corruptelas permitidas a su alrededor, pero es un personaje de novela visto siempre a ojos de otros y con sus peculiaridades. “Lo que he aportado absolutamente de mi caletre son las razones por las que era tan adicta al poder. Yo qué sé. A lo mejor ni se lo había planteado” reflexiona Giménez Bartlett.
Quizás sorprenda que una autora de género afianzada en el éxito con un personaje conocido en toda Europa abra otras vías narrativas a los 70 años —“Karina [su agente] me dice que no sabe si tengo edad para empezar una serie nueva”, comenta divertida, una de tantas veces que ríe a lo largo del día— pero ella lo tiene claro. “Veamos la recepción que tiene, si los críticos dicen que es una chorrada… Pero lo he pasado tan bien. Y ha sido un desafío. El punto de vista, todas esas cosas técnicas de la novela negra que tenía solucionadas con Petra, pues se me pusieron en cuestión. Fue como empezar a escribir otra vez. Y a pesar de eso me divertí. Necesitaba un descanso de Petra. Si ese reto continúa, si me digo ‘me voy a marcar otras Miralles’ porque me acuerdo de lo bien que lo pasé, pues seguirán adelante”. El día declina y algún rayo de sol se cuela tímido por los cristales de la estación Nord. Es hora de volver a Vinaròs, alejarse del ruido y decidir qué camino tomar.
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