Radiografía de un figurante: invisibilidad, pagas por debajo del salario mínimo y una constante incertidumbre laboral
El colectivo reivindica la actualización de un sueldo y asegura que su situación ahora “está peor que nunca”
En la pantalla, casi nunca se les oye. Una o dos frases, como mucho. Permanecen de fondo, casi invisibles y, sin embargo, imprescindibles para la secuencia que se está rodando. Pero los figurantes lamentan que su voz tampoco se escucha en la vida real. Tras muchas protestas, en 2016 se firmó al fin el primer convenio sectorial, que fijaba una jornada laboral de ocho horas, establecía un sueldo bruto de 42 euros, el precio de cada hora extra y los límites de la profesión: el que hablara al menos tres veces, por ejemplo, pasaba a ser actor de reparto, con las mejoras que eso supone.
Pero la retribución se ha quedado congelada desde 2019 en 46 euros brutos y el colectivo reclama una actualización. La desaparición en 2018 de la principal patronal de productores (FAPAE) y, luego, el estallido de la pandemia en 2020 han dificultado la negociación en los últimos años. Mientras tanto, el salario mínimo interprofesional (SMI) ha subido y el convenio se ha quedado por debajo. Como consecuencia, personas que llevan muchos años dedicadas a la figuración de manera profesional se plantean ahora dejarlo. A ello se añade que la reforma laboral que acaba de entrar en vigor promueve la equiparación de los figurantes con los artistas, lo que les expone a un 15% de IRPF frente al 2% que solían pagar antes y reduce todavía más su sueldo, a la espera de que la declaración de la renta les traiga de vuelta alguna compensación.
En 2009, para complementar su sueldo como cantante, Belén Prieto (Alcorcón, 55 años) hizo su primer trabajo como extra en Hospital central. Trece años y muchos papeles después asegura que “la cosa está peor que nunca”. Con el IRPF al 15% la jornada se queda en unos 36 netos, algo que, denuncia Prieto, “se nota una barbaridad, y más en un trabajo tan irregular como este”. Prieto es una de las impulsoras de los Premios Mudito, creados en 2013 para poner en valor la labor de los figurantes.
Aunque el colectivo es muy heterogéneo, el perfil de Prieto es habitual en el sector: profesionales de distintas disciplinas artísticas que ejercen como figurantes para completar salarios que con frecuencia son intermitentes. Otro ejemplo es el de Socorro Arenas (Socuéllamos, 62 años), que se ha convertido en el rostro más visible del sector al protagonizar el cortometraje documental Figurante, dirigido por Nacho Fernández, que cuenta su vida y que fue finalista en su categoría en la última edición de los premios Goya. Arenas empezó a trabajar como extra después de quedarse sin empleo por la crisis financiera de 2008. Tras sufrir un desahucio, la figuración apareció en su vida como una oportunidad para subsistir y, de paso, alimentar su sueño de toda la vida de ser actor. En su casa del barrio madrileño de Vallecas cuenta que, ya a su edad, la ilusión de ponerse frente a las cámaras compensa las penalidades de un oficio en el que es habitual empalmar varios rodajes en un mismo día para intentar llegar a fin de mes. “Hay muchos directores que ni siquiera saben lo poco que estamos cobrando. Solo queremos que nos traten como compañeros, para las cosas buenas y para las malas”, pide Arenas.
La Unión de Actores y Actrices, el sindicato que representa los intereses de los intérpretes de cine, teatro y televisión, participa como entidad asesora en la búsqueda del nuevo acuerdo entre los sindicatos y las asociaciones de productoras cinematográficas. Califica la situación como “inaceptable”. De ahí que UGT y CC OO plantearan el pasado 4 de abril al colectivo de empresarios llegar hasta los 62,56 euros. Quieren que la primera hora extra se cobre a 8,79 euros y las siguientes a 13,84. El 26 de abril, en la siguiente reunión, recibirán una respuesta. “Entiendo que no se puede rechazar esto, ya que se trata de equipararlo al SMI. Esta subida es una cuestión primordial, para aprobar cuanto antes, y luego ir resolviendo otros aspectos del convenio”, defiende José María García, responsable de la acción sindical de UGT en Comunicaciones y Cultura.
En CC OO prevén una firme resistencia, sobre todo por parte de las grandes productoras. Por ley, en realidad, ante un convenio con un sueldo más bajo, debe mandar el SMI. Pero García afirma que “algunos empresarios” están interpretando las normas de otra manera y “haciendo mal las nóminas”, también respecto a cuestiones como finiquitos o descansos. Y el trabajador, que tendría que denunciar, a menudo no sabe o no se atreve por miedo a que dejen de contar con él.
Sobre la subida del IRPF que promueve la reforma laboral, García resalta que ya antes se les podía y debía aplicar el 15% a los figurantes, lo que de hecho solían hacer “las empresas profesionales que conocen el sector”, las productoras cinematográficas. Cree que el error suelen cometerlo las llamadas ETT (empresas de trabajo temporal) que a veces contratan a los extras. CC OO lo ratifica: “Las compañías que lo hicieron se equivocaron. Los figurantes siempre debieron estar incluidos en el régimen especial de artistas, que es el que recoge las especificidades de estas profesiones intermitentes”.
CNT critica las negociaciones y lamenta no estar invitada, mientras que UGT y CC OO defienden que por ley han de estar presentes “los sindicatos más representativos”. En todo caso, la lista de problemas que apunta Ester Cordeiro, de CNT, es mucho más amplia: “Parece que damos lo mismo, que no somos profesionales. Un 70% de los figurantes son actores. Yo misma tengo una compañía de teatro. Y tienes que escuchar: ‘Ahí vienen los del bocadillo”. Relata que la mayoría del colectivo realiza entre ocho y 10 figuraciones al mes. Y enumera una larga lista de agravios: comida distinta para figurantes y el resto del equipo, la obligación a menudo de llevar su propia ropa al rodaje, ni una manta para filmar en pleno invierno o que se excluya de su horario laboral el tiempo que cuesta, por ejemplo, quitarse un disfraz de época, entre otras cosas. Su denuncia se resume en un maltrato y menosprecio generalizado: “Siguen denigrando nuestro trabajo”.
Los figurantes que se dedican a ello de manera habitual, como la actriz Rosa Bustamante (Yepes, 35 años), advierten de que si no mejoran las condiciones habrá una bajada de nivel en el producto final: la calidad de las producciones se resentirá si obligan a los veteranos a marcharse en busca de otros trabajos. Ella lo compagina con funciones como animadora para público de todas las edades. Incluso prepara una obra de teatro de creación propia y ha escrito un libro. “Te tienes que buscar otros trabajos porque no te da para vivir. A no ser que seas un actor como Javier Bardem o Penélope Cruz, es triste, pero no te queda más remedio”, cuenta la intérprete.
A Raúl Cáceres (El Álamo, 17 años), que todavía no ha alcanzado la mayoría de edad y acude como extra con sus amigos para sacarse algún dinero, los más experimentados ya le han recomendado que piense en otra cosa para el futuro: “A los jóvenes nos dicen que estudiemos algo y busquemos un trabajo fijo, aunque sea como actores, la figuración no la recomiendan”. Pese al descontento, el sindicato descarta una huelga por el momento. Pero sí pondrá en marcha una campaña audiovisual de reivindicación. La idea principal es filmar la misma secuencia con y sin figurantes. Para que se vea cómo serían las películas y las series sin ellos.
Babelia
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