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Trabajos pesadilla que piden reventarlo todo: la invasión de las distopías laborales en la ficción

Series como ‘Separación’ y varios debuts literarios ahondan en la asfixia de una sociedad harta de ser la más eficiente

Separacion
Adam Scott en una imagen promocional de 'Separación'. Apple TV+

¿Se implantaría un microchip en el cerebro para separar los recuerdos de la vida profesional de la personal? ¿Trabajaría en una empresa que asegure que los problemas personales se quedan en casa y los profesionales en el trabajo? ¿Y si nuestro oficio ya no nos definiese como personas porque nadie sería capaz de recordar a qué se dedica cuando no está trabajando? Este es el horizonte profesional que ofrece Lumon Industries, la inquietante empresa protagonista de la serie de televisión Separación (Severance) de Apple TV+, una distopía laboral dirigida por Ben Stiller. En este thriller con toques cómicos asfixiantes, Adam Scott se pone en la piel de Mark, un viudo incapaz de soportar el dolor tras la muerte de su mujer que decide trabajar en esa enigmática empresa para olvidar su duelo durante un rato al día. Ni Mark ni el resto de los trabajadores saben qué hacían con su vida antes de entrar y tampoco recordarán lo que ha pasado en esa oficina a su salida. Dos vidas paralelas que interseccionan cuando el jefe de su departamento desaparece y las preguntas sobre qué esconde Lumon Industries en realidad se pongan sobre la mesa.

Dos décadas después de Olvídate de mí, el clásico de Michel Gondry que planteó qué pasaría si pudiésemos borrar el recuerdo de un amor roto, ahora nos interpela una trama alrededor de la fantasía de sacarnos de la cabeza el maldito trabajo. Una trama de lo más pertinente teniendo en cuenta los efectos del teletrabajo en estos dos años de pandemia, cuando millones de personas empiezan a enviar correos electrónicos en pijama al abrir los ojos y siguen recibiendo wasaps de sus jefes antes de cerrarlos, se multiplican los cuadros clínicos de ansiedad por el trabajo y los debates sobre la Gran Dimisión (la renuncia de millones de empleados en EE UU desde la aparición del coronavirus) copan las conversaciones por la seducción de renunciar a un sistema que se antoja podrido. Por eso no sorprende que series como Separación y toda una nueva hornada de artefactos culturales ahonden precisamente en cómo el trabajo lo invadió todo y se convirtió en nuestra peor pesadilla.

En la serie 'Separación', los trabajadores quedan inconscientes al llegar a su oficina y se despiertan sin recordar nada de tu vida personal.
En la serie 'Separación', los trabajadores quedan inconscientes al llegar a su oficina y se despiertan sin recordar nada de tu vida personal.Apple TV+

Vida, ¿qué vida?

“Parece que la historia está en otra parte, que la vida está en otra parte, pero no: la vida está casi por entero en el trabajo, cada vez más diluido y disgregado, y cuyos dominios se extienden hasta nuestra intimidad”. Para la guionista y escritora Yaiza Berrocal (Llinars del Vallès, 31 años), autora de Curling, una de las novelas más audaces e imaginativas de la temporada, la ficción contemporánea tiene un auténtico filón en las narrativas laborales. “Hay que poner el foco ahí, en ese sol negro que ilumina nuestro día a día ¿Qué nos pasa cuando trabajamos, en quiénes nos convertimos, salimos limpios después, ajenos a nosotros mismos? ¿A dónde salimos cuando salimos del trabajo? Lo que estamos haciendo exactamente cuando trabajamos es en realidad un enigma, y cada vez más grande cuanto más absurdo es nuestro trabajo”, explica sobre el porqué de su texto la ganadora del Premio Calderón de la Barca 2020 para autores noveles con la obra de teatro La cadena del frío.

Berrocal debuta en novela con una distopía laboral de humor ácido en la que un hombre gris e inane, Eusebio Morcillo, se convierte en un facilitador de experiencia en el teatro de ópera más importante de la ciudad, el Gran Teatro del Walhall, una empresa que practica las técnicas de la uberización con sus trabajadores y en la que se está cociendo una gran rebelión. Un texto libre, que combina la narrativa tradicional con capítulos que imitan con ingenio el absurdo impostado del lenguaje de los procedimientos laborales, de los correos electrónicos empresariales y en el que hasta se incluyen delirantes diapositivas de PowerPoint de una “coach ontológica” encargada de “encontrar la magia” que hay en los trabajadores para hacerla rentable. “Las violencias que he visto en trabajos basura las quería traspasar a la escritura, no como denuncia, sino sobre todo para entenderlas literariamente”, cuenta Berrocal, que trabajó como acomodadora en el Liceu de Barcelona subcontratada por una ETT. “Esas precariedades extremas se camuflan muy bien bajo el manto del capital cultural. Parece que si el trabajo está relacionado con la cultura no puede ser una mierda”, añade.

Las páginas de 'Curling' incluyen diapositivas de Power Point sobre el cursillo de una 'coach' para entender el absurdo del neolenguaje empresarial.
Las páginas de 'Curling' incluyen diapositivas de Power Point sobre el cursillo de una 'coach' para entender el absurdo del neolenguaje empresarial.Cortesía de Hurtado&Ortega

En Curling, los jefes no hablan de salarios, sino de “presente monetario” porque las retribuciones irán en función de la felicidad del cliente. No se dice la palabra “empresa” porque prefieren considerarse como “una gran familia” y a los trabajadores de espíritu sindicalista se les tilda de “personas tóxicas que convierten nuestra energía en tristeza o rabia, que nos hace pensar demasiado y perder el rumbo”. Berrocal ha vertido parte de su experiencia en el texto: “Cuando fui acomodadora se me quedó algo muy valioso. Nos insistían en que no solo hacíamos una tarea de atención al espectador: éramos parte del espectáculo porque el espectáculo empezaba cuando el espectador entraba en el teatro. Al final, era imposible distinguir qué era el papel y qué éramos nosotros”.

El derecho a no hacer nada

¿El trabajo es salud? Esto es precisamente lo que se plantea el pueblo en el que vive el protagonista de El silbido al correr del aire, la primera novela gráfica larga de Louka Butzbach (Fontenay-sous-Bois, 40 años) que traducen Joana Carro y César Sánchez para la editorial Fulgencio Pimentel. Una delicada fábula anarquista que es un elogio al derecho a no hacer nada y que funciona como alegoría sobre el mundo que habitamos, solo que aquí una enorme patata amenaza con aplastar una población mientras sus habitantes debaten sobre una verdad incómoda que todos callaban: a nadie le gusta trabajar. “Hoy en día se promociona mucho el trabajo como valor. Es importante rechazar esa idea”, explica Butzbach, que en línea con su obra afirma: “Si fuéramos inteligentes, deberíamos haber dejado que las máquinas hicieran todo el trabajo por nosotros y prohibir a los ricos para que no tengamos que trabajar para enriquecer a nadie”.

Viñeta en 'El silbido al correr del aire', de Louka Butzbach.
Viñeta en 'El silbido al correr del aire', de Louka Butzbach.Fulgencio Pimentel

No es el único debutante que ha puesto el foco en el sentido del trabajo. Esa crítica también está presente en Supersaurio (Blackie Books, 2022), el refrescante, ingenioso y adictivo debut de Meryem El Mehdati (Rabat, 32 años), una joven que llegó a Gran Canaria cuando tenía un mes de vida y que imagina el absurdo de las relaciones y rutinas laborales de una gran cadena de supermercados canarios a través de los ojos de una becaria descreída con el sistema. Una chavala que contempla cómo los trabajadores “se queman y se marchitan antes de tiempo” entre esas paredes y que cree que “el experimento de la cárcel de Stanford es una chorrada si lo comparamos con lo que sucede en una oficina normal”.

El Mehdati ha escrito una novela sobre la identidad en una sociedad fagocitada por el trabajo pero con una brecha generacional. “Los que tenemos mi edad tenemos un poco más clara esa división entre lo personal y lo laboral”, cuenta. “Es un resentimiento un poco bidireccional: tú sabes que te están robando, pero aguantas porque necesitas esos meses o esos años de experiencia antes de irte a otra empresa. Ellos saben que si tú eres más ‘barato’ quizá termines sobrepasándolos en poco tiempo, pero aguantan porque la empresa es su familia y a la familia no se la abandona”, añade.

Portadas de 'Curling' (Hurtado & Ortega, 2022) y 'Supersaurio' (Blackie Books, 2022).
Portadas de 'Curling' (Hurtado & Ortega, 2022) y 'Supersaurio' (Blackie Books, 2022).D. R.

Para el filósofo Eudald Espluga (Girona, 32 años), que ahonda en No seas tú mismo, apuntes sobre una generación fatigada (Paidós, 2021) sobre los efectos de la sociedad del cansancio atrapada por la cultura del rendimiento, todas estas nuevas ficciones que fantasean con el colapso del sistema son de lo más pertinentes al “ofrecer alivio” en un momento de ansiedad global disparada. “Creo que la fijación con el trabajo tiene que ver con un momento de saturación y cansancio generalizado. Coinciden publicaciones sobre el burn out [síndrome del trabajador quemado], se produce la Gran Dimisión en EEUU, la pandemia ha cuestionado nuestra relación con los entornos laborales y emergen con fuerza los discursos sobre la automatización del trabajo y la renta básica universal. Y todo pasa en un contexto de emergencia climática, donde la precariedad y la falta de alternativas creíbles bajo el neoliberalismo enfatizan lo absurdo de sacralizar el principio de productividad”.

Una sensación que resume Antonella, una de las protagonistas de El silbido al correr del aire: “¡No me lo creo ni por un segundo! ‘El trabajo es salud’, dice... Lo que hay que oír”.

Viñeta en 'El silbido al correr del aire', de Louka Butzbach.
Viñeta en 'El silbido al correr del aire', de Louka Butzbach.Fulgencio Pimentel
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