Pablo Solo, el perfecto desconocido que graba con el productor de The Band y Janis Joplin
El músico cántabro, que canta y toca todos los instrumentos de sus discos, logra la edición internacional para su álbum junto a John Simon
Alguien que escoge el adjetivo “Solo” como apellido artístico y que se encarga de cantar y tocar personalmente hasta la última nota que escuchamos en sus discos parece reunir todas las papeletas para encarnar al perfecto eremita. A tenor de la charla, resulta que Pablo Fernández Helguera no encaja para nada en ese perfil. En realidad, este músico cántabro y autosuficiente afincado en Madrid es más bien un misterio. Y, sobre todo, un milagro. Casi nadie le conoce aún por estos lares, pero acaba de culminar un trabajo monográfico junto a John Simon, un hombre hoy octogenario al que encontrarán en los créditos de algunos de los álbumes más importantes de los años sesenta y setenta: él produjo, entre otros, a Janis Joplin, Simon & Garfunkel y, sobre todo, The Band.
Fernández tiene 38 años recién cumplidos y acaba de mudarse a un cuarto sin ascensor por el barrio de Madrid Río, en el que ha instalado su búnker de operaciones discográficas. Sus tres compañeros de piso, que son buena gente, le ceden (“casi a tiempo completo”) la estancia más holgada de la casa para que despliegue una colección de guitarras, bajo, teclados, baterías y micrófonos, el arsenal con el que en 2020 ya rubricó un debut en solitario, Alondras, tan exquisito como escasamente divulgado. Con anterioridad había liderado una banda, The Puzzles, con la que daba cuenta de su amor por Paul McCartney, el rock psicodélico y el pop más refinado de los setenta, pero casi nadie tuvo a bien prestarles atención. Y así las cosas, ¿cómo demonios llegamos a Solo sings Simon, un álbum publicado por una discográfica de Florida especializada en exquisiteces y que goza de una distribución más profusa en Japón, Alemania, Francia o Italia que en tierras ibéricas?
La mecha prendió durante el parón de la pandemia, cuando el periodista de Radio 3 Luis de Benito le sugirió que grabase desde casa alguna versión de John Simon para estrenar en su programa. Pablo aceptó el encargo de buen grado, pero, nada más colgar, tuvo que teclear en Google el nombre del músico de Connecticut. “¡Ni siquiera sabía bien quién era!”, confiesa ahora, entre avergonzado y divertido.
En realidad, salvando las diferencias generacionales y curriculares, Pablo y John tienen algo de almas gemelas. Porque el integrante de la organización del festival de Monterrey (1967) y productor de álbumes tan superlativos como Music from Big Pink y The Last Waltz (The Band), Cheap Thrills (Big Brother & The Holding Company), Child Is Father to the Man (Blood Sweat & Tears) o Songs of Leonard Cohen siempre ha mantenido un perfil sigiloso, con una discografía en solitario tan suculenta como difícil de localizar. “Fue Paul Simon quien le insistió personalmente una y otra vez para que publicara su disco de debut, John Simon’s Album, en 1971″, relata Solo. “Y nada más lanzarlo, prefirió casarse en lugar de salir de gira. Siempre ha vivido recluido, sentado en su silla de productor y sin actuar. Es una opción muy personal, pero le ha ido bien: acaba de celebrar sus 50 años de matrimonio…”.
Cuando Pablo terminó su lectura de Tannenbaum, la primera canción de Simon de la que se enamoró, la envió a Radio 3 y dio por finiquitado el encargo. Pero a los pocos días, casi como cortesía, buscó una dirección electrónica del compositor y le hizo llegar la versión. No tenía certeza de que llegara siquiera al destinatario, y menos aún de que este le devolviera un escueto acuse de recibo. Varias semanas más tarde, cuando ya se había olvidado de todo, encontró un correo de Simon en su bandeja de entrada. Y no eran un par de líneas de cortesía. Le felicitaba efusivamente por el trabajo, le sugería grabar alguna otra de sus viejas composiciones y hasta le ofrecía tocar personalmente el piano en dos piezas preciosas, Irresistible y One, de nueva creación.
Esa fue la génesis de Solo sings Simon, un proyecto fortuito e impredecible con el que este hijo de dos trabajadores del hospital cántabro de Valdecilla, sin ningún antecedente artístico familiar, reivindica su reconocimiento como una de las grandes joyas de la cantera ibérica. Así lo entendieron en Think Like a Key Music, el mismo sello estadounidense donde graban los brasileños Os Mutantes, que se puso a fabricar los cedés y vinilos de este trabajo apenas dos semanas después de recibir el primer correo de Pablo. “Antes había ofrecido el álbum a casi todas las disqueras españolas, pero todos lo rechazaron, educadamente, argumentando que no es un buen momento para la música española cantada en inglés”, revela con más resignación que rencor.
Lo curioso es que el ilustre mentor yanqui y su avezado discípulo español ni siquiera se han visto las caras durante este largo año de relación. Ni siquiera por videoconferencia: a John solo le agrada la comunicación epistolar. “Los primeros meses”, recuerda Solo, “tardaba bastante en responderme a los correos, y en alguna ocasión llegué a preguntarme si la aventura merecería la pena, si no le estaría dedicando demasiado tiempo a algo que avanzaba a trompicones. Pero llegó un momento en que todo comenzó a fluir con mucha agilidad. Y fue maravilloso”.
Y ahora, ¿qué espera del futuro este ermitaño involuntario del rock español? “Ante todo, seguir tocando y grabando discos, aunque soy consciente de que mis influencias musicales no me permitirán dedicarme solo a esto”. En su escritura se advierten trazas de los Wings, la Electric Light Orchestra, Left Banke, Randy Newman, Stealers Wheel o los primeros Pink Floyd, un menú delicatessen que no augura, en efecto, grandes logros comerciales. “Pero quizá pudiera escribir por encargo canciones para otros en cualquier estilo que me propongan. En mis listas de reproducción a veces se cuelan mexicanadas, como Pedro Infante y Los Tres Reyes, o alguna cosa de trap que bailoteo mientras cocino. En la música, como con la cocina, prefieres el caviar, pero a veces te bajas al Telepizza…”.
–¿A qué hora se levanta a diario, mientras no le llega la fama como músico?
–A las seis de la mañana. Terrible. Trabajo como profesor de música en un centro para adolescentes con problemas de adicciones o trastornos mentales. Una experiencia dura y enriquecedora. El otro día les puse un documental sobre los Sex Pistols, y ni con esas: se me dormían. Así que si pudiera madrugar un poquito menos, sería un tío feliz.
Babelia
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