'Discovery', de la Electric Light Orchestra
Sí, los Beatles dejan de existir en 1970, pero eso no supone que sus hallazgos queden congelados. Muchos grupos y solistas deciden desarrollar determinadas propuestas del fértil cuarteto de Liverpool. Son músicos que, alucinados por Sgt.
Pepper, nunca han disfrutado de libertad discográfica o de presupuestos adecuados. Sin embargo, la entronización del LP como formato dominante y el "todo vale" del rock progresivo logran que se toleren (y financien) muchos delirios.
En 1971, la Orquesta Ligera Eléctrica (ELO) surge como un experimento. Al frente, dos baqueteados músicos de Birmingham: Jeff Lynne, de Idle Race, y Roy Wood, de The Move. Este último conjunto ha tenido éxitos, y su agente, Don Arden, apuesta por la visión de Wood, que define a la ELO como "banda consagrada a tocar música libre influenciada por la clásica y el jazz". Lynne es más certero cuando declara que la intención es "continuar donde los Beatles lo dejaron con I am the
walrus".
Durante unos meses, Wood y el baterista Bev Bevan alternan entre The Move, que agoniza, y la ELO, que ficha por Harvest, el desván underground de EMI y hogar de Pink Floyd. La propuesta tiene sus complicaciones: en directo, cuesta equilibrar a los músicos de rock y la sección de cuerdas. Demasiados follones, piensa Wood, que abandona ELO, justo antes de sacar su primer disco.
Aparte de cantante principal, Lynne se hace capitán del proyecto, que vende muy simplificado (ELO = clásica + rock) con la adaptación orquestal de Roll over
Beethoven, el himno de Chuck Berry. Lo remacha con Eldorado, el tercer LP, de descarado subtítulo: "Una sinfonía por la Electric Light Orchestra". Más que por sus aparatosas presentaciones, Lynne establece la identidad corporativa con un sonido rico en texturas, unas capas (ritmo, teclados, guitarra, cuerdas, coros) muy elaboradas y siempre subordinadas a estribillos de pop fantasioso. Su comercialidad es tan evidente como la opulencia de sus producciones. De hecho, esas habilidades consiguen que Lynne se haga cómplice de George Harrison a partir de 1986 y que se incorpore a los Travelling Wilburys -Harrison y Lynne más Tom Petty, Roy Orbison y Bob Dylan- o que produzca Free as a bird y Real
love, las piezas inéditas de John Lennon que se suman a la autobiografía audiovisual de los Beatles, Anthology. Se cierra el círculo: el
fan ha sido adoptado por sus dioses.
Pero volvamos a los setenta. ELO no es inmune a los excesos del momento. En 1978, su espectáculo incluye rayos láser y ¡una nave espacial! Ese año no editan LP: siguen extrayendo singles del doble Out of the blue. Ya en 1979 sale Discovery, donde Lynne incorpora sibilinamente los falsetes a lo Bee Gees y ritmos cuadrados de discoteca. Justo lo que el público británico necesita: finalmente, un LP de ELO llega al número uno del Reino Unido.
Aunque la ELO de 1979 es oficialmente un cuarteto, Discovery contiene puro Jeff Lynne: grandioso romanticismo, docenas de ganchos pegajosos, rutilante arquitectura sonora, rotunda pegada. De fondo, los Beatles y otras tendencias del pop londinense de los sesenta: The diary of Horace Wimp encaja en las obras conceptuales de Keith West o los Pretty Things, antecesores de los Who de Tommy. La ELO es monumental e irresistible, como un banana split y esos postres que se saltan todas las reglas dietéticas pero que proporcionan un enorme placer culpable a los que caen en la tentación.
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