The Band, cosecha de invierno
The Band ya contaba con miradas retrospectivas, como el triple Across the great divide, pero A musical history (EMI) pone muy alto el listón en colecciones antológicas. Son dos años de búsqueda y limpieza de grabaciones, realizadas por un equipo dirigido por Robbie Robertson, la cabeza más visible del quinteto. Explica el guitarrista que muchos temas se quedaban fuera de los elepés oficiales: "Casi todos componíamos y nos obsesionaba que en los discos no se repitieran piezas del mismo corte. Además, cada elepé tenía un clima emocional y musical, lo que obligaba a aparcar buenas canciones que no encajaban".
A musical history aclara cómo cuatro canadienses y un nativo de Arkansas se convirtieron en la quintaesencia de la música estadounidense. El CD-1 resulta maravillosamente iluminador: en el principio, estaba Ronnie Hawkins, un rockanrolero sureño que se instaló en Canadá y moduló su música hacia el blues eléctrico. Su grupo de acompañamiento, The Hawks, fue reclutado con una oferta irresistible: "Nos contó que no tendríamos mucho dinero pero sí todas las mujeres que nos apetecieran; bueno, él lo dijo con más crudeza. ¡Y fue verdad!".
En 1965, el camino de los Hawks se cruzó con el de Bob Dylan. Parte de ellos se convirtieron en su banda de acompañamiento y vivieron las pitadas y las tensiones de 1965-1966. No todos aguantaron aquel circo: "Levon (Helm, baterista y cantante) se desmoralizó y se fue a una plataforma petrolífera. Pero, cuando conseguimos el contrato de grabación con Capitol, le llamamos y vino corriendo".
Para entonces, ya habían pasado por la experiencia transformadora: siguiendo a Dylan, se instalaron en Woodstock, viviendo comunalmente en una casa llamada The Big Pink. Con Bob, elaboraron las gomosas Cintas del sótano, en lo que hoy nos suena a proceso de escritura automática o a labor de alquimistas. No, se parecían más a los moonshiners, a los destiladores clandestinos de whisky en las montañas: usaban los productos de la tierra para elaborar algo vivificante, fuera del circuito comercial. Cuando se editó, con una portada de Dylan, secamente presentado como Music from Big Pink (el nombre de The Band se añadiría en el segundo elepé), el mundo del rock quedó noqueado: la suya era una simplicidad honda, densa, sombría, proteica.
Robbie Robertson desecha que Woodstock fuera sólo un periodo de inmersión en las muchas fuentes de las que manan las músicas profundas de Estados Unidos: "Éramos músicos que llevábamos años de gira y nada sabíamos de lo que ocurría fuera de los antros. Paramos y nos formamos culturalmente en Woodstock: era un pueblo de artistas y absorbíamos mucha información, que salía luego filtrada por el lenguaje del blues y el country. The weight deriva directamente de las películas de Buñuel, de su idea de la imposibilidad de la bondad en un mundo egoísta".
El mundo real también
erosionó su proyecto. Aun con su potencia de tiro -casi todos cantaban y eran multiinstrumentistas- su seria propuesta chirriaba en los escenarios. La inmensidad de su leyenda les imponía. Robertson debió acudir a un hipnotizador para convencerse de tocar en el primer concierto oficial de The Band: "Funcionó aunque luego no ha resultado cuando he ido para dejar de fumar". El grupo se fue soltando el pelo, sumando añejas canciones ajenas y secciones de metal, pero le costaba plasmar la simple alegría de The Hawks.
Al menos, ésa era la sensación de Robbie, que en 1976 forzó el final. Se despidieron a lo grande, con un fastuoso concierto en San Francisco, inmortalizado como The last waltz. A Robertson le esperaba Hollywood, donde probó como actor y terminó como colaborador musical de Martin Scorsese. Sus compañeros lo llevaron peor: pensaban que todavía había gasolina en el depósito y se indignaron. Sacaron discos en solitario pero terminaron por reformar The Band sin Robbie en 1983. No fueron tiempos felices; Richard Manuel, cantante y pianista, se suicidó; Rick Danko, bajista y cantante, murió hace seis años.
Nada se recupera de la segunda etapa en A musical history: para Robbie, The Band terminó en 1976. Pero ha llegado a un entendimiento con sus enemigos: en el libro, se inserta un folleto de la compañía canadiense Other People's Music, que edita material de Danko, Manuel y el teclista Garth Hudson. Su próximo lanzamiento impresiona: se trata de Levon & The Hawks: 1957-1967, ocho exhaustivos compactos con grabaciones de estudio y de directo: "Es el sonido de unos chicos haciéndose hombres. Me pasma ver que en 1961 estábamos grabando blues duro para sellos diminutos. ¡Años antes de que existieran los Rolling Stones!".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.