Beatriz Cienfuegos: el enigma tras la primera mujer periodista
Cádiz homenajea a la editora pionera de la prensa de ideas con la incógnita de su identidad e incluso de su género real
“Que vea el mundo a una mujer que piensa con reflexión, corrige con prudencia, amonesta con madurez y critica con chiste”. Beatriz Cienfuegos no se anduvo con rodeos y ya, en el primer número de La pensadora gaditana, dejó claras sus intenciones como editora. Corría el verano de 1763. Desde entonces y hasta julio de 1764, Cienfuegos empleó su periódico para opinar con libertad, a caballo entre el liberalismo de la Ilustración y el conservadurismo de la moralidad católica del momento. Podría decirse que fue una de las primeras periodistas modernas españolas si no fuese porque el enigma que la envuelve la deja todavía en condicional. Mientras Cádiz la homenajea —en estos días se renombrará un tramo de la avenida principal con su nombre—, el mundo académico lleva décadas enfrascado en encontrar la hipótesis definitiva que desvele la identidad que ella se empeñó en ocultar con celo. Despejaría definitivamente la sospecha de que incluso pudiese ser un clérigo con ganas de reñir a los gaditanos.
Por ahora, es la profesora Cinta Canterla, catedrática de Filosofía de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, la que parece más cerca de despejar la incógnita. La especialista, aplicada desde hace más de 20 años en analizar la obra de Cienfuegos, defiende que tras ese seudónimo se ocultaba la gaditana Beatriz Manrique de Lara Alberro (1714-1790), marquesa viuda de García del Postigo, una cultivada mujer de El Puerto de Santa María, esposa y madre de cargos de la armada. Desde que Canterla publicó su hipótesis en 2018, hay investigadores que incluso han localizado nuevas migas de pan que apuntalan la relación de Manrique de Lara con La pensadora, pero “no se ha encontrado el documento definitivo concluyente”, como explica la catedrática, que refute que la primera periodista de la prensa de ideas —inicio del periodismo moderno— fue realmente una mujer.
“No hay ningún documento que lo certifique, ni lo contrario. Diría que la situación [investigadora] está en empate técnico. Tenemos un seudónimo rodeado de leyenda. Aunque para mí lo importante es que pone en boca de mujer pensamientos del contexto general para crear opinión. Eso es muy avanzado”, reflexiona Alberto Romero, catedrático de Literatura Española de la Universidad de Cádiz. De hecho, La pensadora se componía de un único artículo de opinión por ejemplar, lo que ella denominaba Pensamiento. En total, fueron 52 reflexiones que se vendieron en dos librerías de Cádiz cada jueves —al precio de un real de vellón— y que debieron tener tanto éxito que incluso llegaron a reimprimirse semanalmente, sin permiso de su creadora, en Madrid. Los textos que han llegado hasta nuestros días corresponden a una reedición de 1786, realizada por la propia Cienfuegos, en la que recopila todos esos artículos publicados entre el 12 de julio de 1763 y el 2 de julio de 1764.
En sus reflexiones, Cienfuegos reivindica el derecho de la mujer a opinar —”¿Dios ha dado a las mujeres otra alma distinta y de menos facultades que la de los hombres?”, se pregunta irónica en el Pensamiento III—, pero también escribe sobre la “afeminación” de los hombres o sobre el virtuosismo de las esposas — “ellas les conquistaron con el recato, el miramiento, el pundonor, y el retiro; y así ellos no tienen de que arrepentirse”, apunta en el número II—. Para Romero “choca el conservadurismo” al verlo con ojos de hoy, pero encaja en el posible posicionamiento que tendría una mujer culta de la burguesía del XVIII. “Son los antimodernos, porque ya han asimilado el discurso de la modernidad para enfrentarse a ella”, apunta el investigador. Canterla va más allá y razona, vía correo electrónico, “que es el primer periódico en España en el que se formula claramente el principio liberal de que es contrario a la razón pensar que las personas no nacen libres e iguales”.
La catedrática advierte en sus diferentes investigaciones que incluso en las posturas más moralistas hay provocación, como el Pensamiento que dedica al excesivo gasto en flores de la Semana Santa, publicado justo en los días en los que se estaba celebrando. Sin embargo, esas censuras han llevado a otros investigadores a sustentar la teoría de que podría ser un fraile o monje, como la hipótesis sustentada en 2005 por Scott Dale, profesor de la universidad estadounidense Marquette, que asegura que tras Cienfuegos se ocultaba el religioso Juan Francisco del Postigo. La posibilidad está trazada a partir de la coincidencia en la Imprenta Real de la Marina tanto de La pensadora como de la traducción de la tragedia Zaïre, de Voltaire (bajo el nombre Combates de amor y ley, en 1765), y ambas obras estarían escritas por este supuesto monje del que Canterla asegura que no hay constancia documental en Cádiz.
Por el contrario, Canterla ahonda en esa relación de imprenta para darle la vuelta a la hipótesis en unas pesquisas detectivescas que publicó en forma de artículo, en el número 24 de la revista académica Cuadernos de Ilustración y Romanticismo. Para la catedrática, el nombre de Juan Francisco del Postigo oculta el “seudónimo formado con el nombre del marido y el hijo” de Beatriz Manrique de Lara. La presencia de la familia de militares García del Postigo sí está documentada en Cádiz, aunque la profesora sostiene que Manrique de Lara fue la única que tuvo presencia estable entre El Puerto de Santa María y Cádiz durante los años de publicación de La pensadora, la traducción de Voltaire, dos folletos de noticias que podría haber escrito ella también —anónimos, pero estilísticamente coincidentes— y la reedición del periódico como libro en 1786.
La argumentación de Canterla ha sido apuntalada posteriormente por el investigador portuense Manuel Almisas, que dedicó buena parte del confinamiento a indagar sobre Manrique de Lara, hasta localizar su partida de bautismo en 1714, en El Puerto. En esa ciudad aparece empadronada años después —pero aún siendo niña— en casa de un primo y pese a que sus padres ya vivían en otra ciudad, una singularidad que podría coincidir con su presencia en un convento, algo que la propia Cienfuegos cuenta en su periódico cuando asegura que sus progenitores la “inclinaron a monja”, pero ella lo dilató. En el Archivo Municipal de El Puerto se conserva además uno de los escasos primeros ejemplares que se conservan de La pensadora, de 1763, momento en el que Beatriz Manrique de Lara ya era viuda y en el que podría necesitar los ingresos que proporcionaba la venta de periódicos. “La hipótesis de Canterla está muy fundamentada. Tiene todos los visos de que es así”, cree Almisas.
Tantas idas y venidas sobre la identidad de Cienfuegos arrojan al menos la certeza de que su autora consiguió con creces su objetivo. Ella ya se rebelaba enfadada en sus reflexiones contra los que, ya entonces, la acusaban de ser un hombre: “Todos porfían, y a su parecer con razón, de que no es mujer La pensadora. ¡Hay tal ignorancia!”. La incógnita sigue ahí 259 años después, aunque ahora con el riesgo de homenajear a una autora anónima que ya tiene en Cádiz una avenida con su nombre, en el contexto de una revolución feminista que ha renombrado con nombres femeninos muchas vías de la ciudad. “Hay que tener cuidado al decir eso de la primera periodista o que era progresista. La clave es el seudónimo. Da igual lo que fuese, lo importante es que usa una figuración femenina (…). El problema es cuando el asunto sale del ámbito académico y se embarra”, razona Alberto Romero. O quizás, frente a tanto debate, la clave ha estado ahí desde el principio, como ya advirtió la propia Cienfuegos: “No se cansen, es trabajo perdido; que no soy tan tonta que no tomase muy bien las medidas para ocultarme antes de dar al público mis Pensamientos”.
Babelia
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