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Bille August ahonda en el lado oscuro de Karen Blixen, la baronesa de ‘Memorias de África’

El director danés estrena ‘El pacto’, que ilustra las relaciones mefistofélicas entre la veterana escritora, a su regreso de Kenia, y jóvenes poetas compatriotas

Bille August, retratado en un hotel madrileño.Foto: Juan Barbosa
Gregorio Belinchón

Se acabaron las granjas en África, las colinas Ngong, los criados somalíes. Al marido que la engañaba, y que le contagió la sífilis, ya le había dado la patada a los seis años de su estancia en ese el continente. Pero el amante aviador se mató en accidente con su biplano Gypsy Moth. Y además llegó la ruina, cuando la plantación de café no dio más de sí. Con el quebranto económico a Karen Blixen —que vivió en Kenia de diciembre de 1913 (en aquel momento parte del África británica del Este) a agosto de 1931— no le quedó otra salida que regresar a Dinamarca. Nunca volvería a pisar el continente que tanto ansiaba. A cambio Blixen (Rungsted, 1885-1962) se convirtió en una celebridad mundial gracias a su obra literaria firmada con el seudónimo de Isak Dinesen. Tan vilipendiada en su país como idolatrada en el resto del mundo, Blixen devino en mujer solitaria, repleta de dolores, —“con la sífilis alterando su carácter”, apunta el cineasta danés Bille August (Brede, 72 años)—, dedicada a un terrible juego mefistofélico con jóvenes poetas. A su vida en aquellos años cincuenta, no tan conocida por el gran público, y a sus relaciones casi vampíricas, les ha dedicado Bille August El pacto, que se estrena en España el 28 de enero.

Ese pacto es el que alcanza primero “con el diablo”, según explica la misma Blixen, para convertirse “en inspiración y apoyo para otros” y para sí misma, y es el que cierra —casi impone― al poeta Thorkild Bjørnvig, un autor que a inicios de los años cincuenta se encontraba atascado con su obra. Y al que Blixen amadrina con una condición: que dé lo mejor de sí, que se concentre en la escritura, que se olvide de su esposa y su hijo y se encierre en la casa de Blixen, Rungstedlund, “por donde ya han pasado los más excelsos poetas”, dice en pantalla. Como Knud W. Jensen, otro peón en el juego de Blixen, o su esposa, Benedicte Jensen, la cuña que usará Blixen para intentar reventar el matrimonio de Bjørnvig.

“La manipulación es la fuerza capital en la película. Pero lo que me fascinaba de la historia es que entre Bjørnvig y Blixen hubo una relación de mutua dependencia”, explica August. “Bjørnvig quiere ser mejor escritor y ella le promete que lo logrará si sigue sus reglas. Y a la vez sientes que ella se enamora de él”. En El pacto Blixen llega a decirle: “Si tuviera 25 años menos, no estaríamos aquí, sino de luna de miel en el carnaval de Venecia”.

Con todo Blixen “no es una bruja”. August se arranca: “Es obvio que la imagen de la escritora está marcada por Memorias de África, que era estupenda, aunque muy hollywoodiense. La sífilis la trastocó, especialmente en su cabeza. No fue un demonio, sino alguien muy calculador, tanto que se le escapó el juego de las manos. A través de esas manipulaciones, de urdir otras relaciones sentimentales, pudo satisfacer su propia sensualidad”. Y recuerda que la obra de todos sus huéspedes mejoró, mientras ella sufría terribles dolores y una vida solitaria. “Al final, lo perdió todo”.

Birthe Neumann, como Karen Blixen, y Simon Bennebjerg, como el joven poeta Thorkild Bjørnvig, en 'El pacto'.
Birthe Neumann, como Karen Blixen, y Simon Bennebjerg, como el joven poeta Thorkild Bjørnvig, en 'El pacto'.

A Blixen le preocupa el legado, su obra, lo que perdurará de ella; en cambio, August tiene poco interés en él. Y no es un cualquiera: ganó dos Palmas de Oro cuando lograrlo parecía un reto homérico, y en tan solo cinco años: en 1988 con Pelle el conquistador y en 1992 con Las mejores intenciones. Tiene el Oscar, y encabezó grandes adaptaciones de best-sellers al cine como Los miserables, Smila: misterio en la nieve o La casa de los espíritus. Muchos le consideraron el hijo de Ingmar Bergman por su estilo y porque dirigió Las mejores intenciones, la mejor película de Bergman sin el genio sueco en la dirección... aunque sí en el guion.

En ese camino se perdió, hasta que se reencontró en 2015 con Corazón silencioso. “Solo me interesa el momento de la creación, del rodaje, cuando sientes que se unen intensas actuaciones, estupendos trabajos de decoración y vestuario, la fotografía... Esos segundos de magia son lo único que importan. Y por supuesto, que luego el público disfrute, se sienta inspirado por esos momentos de magia. Yo no estaré a su lado en el patio de butacas, es obvio; sin embargo, espero que se comuniquen con mi yo que hay en la película”, comenta. ¿Nunca quiso mejorar algunos de esos borrones de superproducciones? “Sí, pero no me pidas que concrete, es mi secreto”. Con todo, August ha paseado por otro peligroso acantilado: le envió el guion a Meryl Streep, que le respondió que ese viaje ya lo había hecho. Y la película se rodó en danés, con actores daneses, y no en inglés (como sí hizo con La casa de los espíritus).

Colega de un genio

August no ha tenido mejor amigo en su vida que Bergman: “En la vida te encuentras ante elecciones en las que necesitas que alguien aporte una mirada distinta, y ese alguien debe ser de tu más absoluta confianza. Ingmar era esa persona a la que yo telefoneaba, y siempre estaba disponible. Éramos colegas. No iguales, porque él fue un genio”. Así que no espera que el público haga un perverso paralelismo entre la pareja Blixen-Bjørnvig con Bergman-August. “No, por dios. Yo nunca he hecho cine por comparación, sino porque sentía una necesidad extrema de rodar ese guion que tenía entre manos”, sonríe.

Karen Blixen y Thorkild Bjørnvig, a inicios de los años cincuenta.
Karen Blixen y Thorkild Bjørnvig, a inicios de los años cincuenta.Museo Karen Blixen

El pacto refleja también un lado oscuro del acto creativo. Mientras el artista siente la inspiración, ¿quién se encarga de las labores domésticas, quién cría a los hijos? “Ese esfuerzo lo solían hacer las esposas, que supeditaban sus deseos a la carrera del marido. Desde luego así era en los años cincuenta, y quería mostrarlo a través de sus mujeres fuertes, lo que aporta distintos colores a la paleta de la película”, cuenta. Pero, ¿cómo lo ha hecho él, con ocho hijos? “Entre películas he sido un gran padre. Cuando me iba a rodar, efectivamente desaparecía. Los he tenido con distintas mujeres, y todos mis hijos han sido muy deseados. Pero...”, acaba con cierta melancolía.

En verano, Bille August volverá al mundo Blixen, porque adaptará para Netflix Ehrengard, una novela póstuma de la escritora. Y August tendrá una colaboradora muy especial: la reina Margarita será la escenógrafa y diseñadora del vestuario. El cineasta sonríe: “Ella es una apasionada del arte, lo que le hace una persona muy interesante. Hemos construido una estupenda relación laboral. Y filmaremos en verano, durante sus vacaciones, porque quiere estar muy presente en el rodaje. Soy un cineasta afortunado”

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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