Remil, espía argentino, antihéroe y criminal de Estado
Jorge Fernández Díaz publica ‘La traición’, tercera entrega de las aventuras de este peculiar agente. “Las historias de estas novelas nunca ocurren entre buenos y malos, sino entre malos y peores”, asegura
El periodista y escritor Jorge Fernández Díaz (Buenos Aires, 60 años) conoce bien la realidad de la que beben las novelas de Remil, ese antihéroe que se mueve en la sombra del poder y en las cloacas del Estado y su maquinaria paralela y que protagoniza una nueva aventura en La traición (Destino). Para que se sitúen: un antiguo guerrillero argentino de los setenta, estrella del progresismo actual, se toma las cosas demasiado en serio y prepara un golpe sangriento al sistema. El problema para quienes encargan los servicios del coronel Calgaris y su brazo ejecutor en la Casita, nuestro querido Remil, es que el sujeto en cuestión es conocido del Papa Francisco.
Pero, ¿de dónde sale Remil, este incómodo protagonista, este personaje tan políticamente incorrecto? Para quienes no lo conozcan, varias pistas en palabras del propio Fernández Díaz: “Me inspiro en remiles verdaderos, y nunca me aparto de la idea de que aquí no se trata de espiar a países. Esto es un género especial: es espionaje político, y Remil no es el comisario Montalbano ni Jason Bourne. Es un criminal de Estado. Es por eso que se trata de novela negra latinoamericana, tan diferente a la europea. Borges decía en 1933 que era imposible, en la Argentina, crear un detective bondadoso y hacer con ese personaje un éxito: carecía de verosimilitud en este país. Es por eso que Remil, más que nada, es un heredero de los antiguos cuchilleros, como se llamaban aquí, (el equivalente de los navajeros en España), que trabajaban para caudillos políticos, y se mueve dentro de un Estado corrupto. La trilogía fue tan exitosa porque los lectores se creyeron completamente sus argumentos. Porque sus argumentos asoman sus aletas de tiburón cada tanto en los periódicos. Son pura verdad, transfigurada en ficción”.
Tras releer a Simenon para “recordar cómo conseguía en tan poco espacio tanta intensidad”, el autor de Mamá (2019) se lanzó a retratar un lado oscuro de su país hoy en una novela que, como El puñal (2015) y La herida (2018), anteriores entregas de la serie también publicadas en Destino, mantiene el ritmo y el equilibrio entre acción, política, amor y, si quieren, algo de humor.
Fernández Díaz responde por correo desde Argentina y entra rápido en materia política, su verbo ágil y directo es del Remil. “Hace tres años, con síndrome de abstinencia por no estar en el poder, los kirchneristas comenzaron a crear la idea de que aquel gobierno constitucional era una ‘dictadura’ (sic), apostaron por su destitución, apedrearon el Parlamento y generaron una grave serie de ideas delirantes, como que debían organizar una 'resistencia'. Esa enajenación violenta fue la que me dio la idea original” (...). “Bergoglio no es progresista; es un conservador del nacionalismo católico”, asegura cuando se le pregunta por el Papa, presencia indirecta en la trama. “Militó por Perón y pocos saben en Europa que opera intensamente en la política argentina actual. Todos los días y en distintos niveles”.
PREGUNTA. Remil acaba fundido, como en las otras dos novelas, pero en esta por primera vez piensa en la vejez, se deja patrocinar unos ahorros. ¿Se nos está haciendo viejo? ¿Cuántas novelas nos va a durar? No lo veo protagonizando 15 novelas como a otros.
RESPUESTA. No es la primera vez que siente el paso del tiempo. Como lo siento yo mismo. Remil es un ser violento e inescrupuloso, aunque con códigos férreos. Sin embargo, el lector termina sintiendo empatía por él. Esa sensación, cuando se consigue, creo que se debe a que yo le transfiero mis experiencias emocionales: la obsesión amorosa, el dolor de haber sido dado por perdido por mi padre, las guerras de mi madre y mi padre que yo he visto en la cocina de mi casa. Esta transferencia lo hace muy humano, y al final, de alguna extraña manera, querible. Su cansancio también produce empatía. No sé cuánto durará Remil. Es él y no yo, quien manda.
Yo reivindico la política, y creo que en ella no todos son lo mismo. No todos son sucios y peligrosos
P. Me gusta mucho el personaje de Beatriz Belda, BB, Señora 5. Casi más por sus debilidades que por otra cosa. Por algún momento casi me hizo olvidar a Nuria Menéndez. Sus tres novelas tienen personajes femeninos potentes. ¿De dónde salen? ¿Los crea igual que los masculinos?
R. Son mujeres duras en ambientes hostiles. Aunque también muestran sus debilidades. Remil siempre acude en su ayuda y de algún modo siempre termina siendo su víctima. Me fascina la personalidad de las mujeres fuertes, y pongo mucho cuidado en los personajes femeninos de mis novelas. Que están formados, obviamente, de distintas mujeres que he conocido y a veces tratado a lo largo de mi vida.
P. Hablando de personajes femeninos, ahí está la Tana Coletti, que forma parte de esos revolucionarios de los setenta con los que es bastante despiadado. ¿Es Remil quien piensa así o Jorge Fernández Díaz que se está cobrando unas facturas?
R. Remil no tiene ningún pensamiento político. Es un soldado frío y cínico, que ha visto demasiado. Algunas de las críticas que se deslizan sobre esos exrevolucionarios yo las comparto. En mi país, se han manejado con una enorme soberbia, jamás permitieron ni siquiera un juicio histórico sobre sus terribles errores. Ahora en muchas escuelas se enseña que fueron héroes de la democracia, aunque jamás quisieron la democracia. Lo que intentaban instalar era una “dictadura popular”, como ellos mismos decían.
P. Estas novelas de Remil ¿son mejores o peores que las que soñaba con su amigo Óscar Conde en la adolescencia?
No sé cuánto durará Remil. Es él y no yo, quien manda.
R. Oscar Conde es como mi hermano. Nos conocemos desde los cuatro años, y vive actualmente a cien metros de mi casa. Es poeta y ensayista, y cuando teníamos 14 soñamos con hacer novelas de espías. Pero no sabíamos nada de la vida ni teníamos la experiencia ni el oficio. Solo después de haber vivido cuarenta años en la trinchera del periodismo de sucesos y de la política, tras haber visto tanta trastienda del poder, pude yo encarar aquel viejo proyecto. Aunque de un modo inesperado. Las historias de estas novelas nunca ocurren entre buenos y malos, sino entre malos y peores.
P. Leída La traición, ¿queda alguien decente o no indecente trabajando para el Estado en la Argentina?
R. Bueno, se trata de un recorte de las sombras del poder. Pero yo reivindico la política, y creo que en ella no todos son lo mismo. No todos son sucios y peligrosos. Pero hay muchos de esa clase, y Remil trabaja y vive con ellos.
Babelia
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