‘¡Qué bello es vivir!’: la película que inventó la Navidad moderna cumple 75 años
El clásico de Frank Capra fue un fiasco en su estreno para acabar convertido en una de las películas más vistas de la historia
No creíamos en los ángeles hasta que conocimos al bueno de Clarence ganándose sus alas. Cada año por estas fechas las televisiones de todo el mundo emiten, y algunos cines reponen, ¡Qué bello es vivir!, la película que inventó la Navidad moderna. El clásico de Frank Capra protagonizado por James Stewart cumple 75 años y sigue imbatible como la mejor película que existe para mantener viva la esperanza.
No fue un éxito inmediato. Su estreno en 1946 fue más bien un fiasco y solo años después y de forma imprevista la película se reencontró con el público cuando empezó a emitirse en televisión en los años setenta hasta convertirse, sobre todo en los noventa, en menú obligatorio de cada Navidad. El filme estaba pensado para ser el revulsivo navideño en el primer año después de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, la historia de un hombre bueno y responsable que no se había movido en la vida de su pueblo no conectó con el trauma colectivo de la posguerra ni con la mentalidad de sus veteranos.
El rodaje tampoco fue fácil, debido también a las secuelas de la guerra. James Stewart, un actor capaz de manejar las emociones como Fred Astaire los pies para bailar, estaba bloqueado y a punto de dejar la actuación. Su paso por el frente lo había cambiado. Fue Capra quien le insistió y quien le convenció, pero el actor se pasó el rodaje con permanentes dudas e inseguridades sobre su futuro en el oficio. Tampoco hubo mucha química con su compañera principal de reparto, Donna Reed, que interpretaba a su esposa y que, al contrario que Stewart —que se reencontró con el placer de actuar gracias a la película—, tardó en sobreponerse al fracaso.
¡Qué bello es vivir! trata de un hombre en un callejón sin salida y dispuesto a suicidarse. En su desesperación se topa con un ángel, Clarence, cuya misión es salvarlo y, de paso, ganarse sus propias alas. Stewart daba vida al tipo atrapado por su bondad y el sonrosado y sonriente actor británico Henry Travers a su clown caído del cielo.
A sus 81 años, Karolyn Grimes, es una de las pocas supervivientes del equipo artístico de la película. Interpretó a la hija pequeña de la familia Bailey, Zulu, encargada de pronunciar la frase del plano más famoso de toda la película: “Papá, cada vez que suena una campana, un ángel se ha ganado unas alas”. En una entrevista de estos días con The Washington Post, Grimes evoca una película que cada año le obliga a asistir a todo tipo de homenajes, convenciones y eventos.
Este año, además, el Festival ¡Qué bello es vivir!, que tiene lugar desde hace dos décadas en Seneca Falls, Nueva York, ha ofrecido una maratoniana semana de charlas e intercambio de anécdotas en una localidad que se considera la fuente de inspiración del pueblo de la película. Aunque esta se rodó enteramente en California, Capra había estado en Seneca Falls mientras preparaba el guion y llamó al pueblo de la película Bedford Falls. Las notables coincidencias ya forman parte del turismo local. Por el 75º aniversario, el festival, que aspira albergar un museo sobre la película, ha creado una caja-regalo con nueva memorabilia, incluyendo un recortable para el árbol de Navidad del ángel Clarence con sus alas recién ganadas.
Hay otras películas perfectas para la Navidad, de Cita en San Luis a La joya de la familia, pero ninguna arranca con una conservación entre dos constelaciones del cielo que se presentan como Dios y San José. Mientras parpadean, ambos hablan sobre una misión en la Tierra a cargo del ángel más desastroso del universo. “Tiene el cerebro de un mosquito”, le dice San José a Dios. “Sí, pero también la fe pura de un niño”, añade Dios sobre un personaje que todavía en forma de diminuta estrella se presenta con Las aventuras del Tom Sawyer bajo el brazo. Un ángel con aire de payaso cuya pureza explica el milagro de la película que mejor representa el espíritu navideño.
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