Sonrisas y lágrimas de Verónica Forqué: de ‘La guerra de papá' a ‘El tiempo de la felicidad’
Un repaso por algunos de los títulos más destacados a lo largo de los más de cuarenta años de carrera de una actriz que enamoró. El público vio en ella una payasa capaz de congelar sus golpes de risa con su lado más melancólico
Verónica Forqué no recogió ninguno de los cuatro premios Goya que recibió a lo largo de su dilatada carrera. No fue por un desplante a sus compañeros de la Academia sino porque las galas en las que fue premiada coincidieron con rodajes o giras de teatro. Hija del director José María Forqué y de la actriz y escritora de literatura infantil argentina Carmen Vázquez Vigo, para ella la fama y el boato eran accidentes, no así el trabajo. Su primer Goya le llegó en 1987 por El año de las luces, de Fernando Trueba; un año después hizo doblete como mejor actriz principal y de reparto con La vida alegre y Moros y cristianos, de Fernando Colomo y Luis García Berlanga respectivamente, y el último Goya lo recibió en 1994 por Kika, de Pedro Almodóvar. Fue precisamente su padre quien recogió aquella noche el galardón. Afable, explicó que Verónica estaba “rodando” y, de su parte, se limitó a un tímido y elegante “muchas gracias”.
Divertida, sensible y frágil, Verónica Forqué trabajó indistintamente, y con igual éxito, en cine, teatro y televisión. Algunos la descubrieron en Pepa y Pepe, la popular serie familiar de los años noventa; para otros estará siempre ligada a la nueva comedia nacida a partir de los años ochenta y unos pocos la recordarán en su debut teatral a finales de los años setenta, en la adaptación de José Luis Alonso de una cumbre dramática universal, El zoo de cristal, de Tennessee Williams, en la que Forqué y Carmen Vázquez Vigo hacían también en la ficción el papel de madre e hija junto a dos jóvenes Francisco Algora y Pep Munné.
Aquel bautismo escénico fue toda una sorpresa en el Madrid de la Transición y su Laura, coja, tímida y fatalmente insegura, la premonición de una intérprete inmensa de carácter quebradizo. Forqué era actriz porque, como tantos otros grandes que han mamado el oficio, no sabía respirar de otra forma. Como directora escénica debutó en 2001 con La tentación vive arriba, adaptación de la obra de George Axelrod que Billy Wilder llevó al cine en 1955 con Marilyn Monroe de protagonista, otra cómica de aire ingenuo cuyo tormento la acabó convirtiendo en cristal.
En más de cuarenta años de carrera, Forqué enamoró a un público que vio en ella a una actriz enorme, una payasa capaz de congelar sus golpes de risa con su lado más huidizo y melancólico. Este es un repaso por algunos de los títulos más destacados de su filmografía.
La guerra de papá (1977), de Antonio Mercero
Uno de los primeros recuerdos de Verónica Forqué se remonta a la Vito de La guerra de papá, la película protagonizada por el niño Lolo García que adapta la novela El príncipe destronado de Miguel Delibes. Forqué era quien cuidaba al insoportable querubín, una niñera que encandiló a todos los niños que devoraron la popular película de Antonio Mercero y que veían en ella a una Mary Poppins castiza capaz de bailar Ni se compra ni se vende de Manolo Escobar en la cocina.
El resplandor (1980), de Stanley Kubrick
Antes de que fuese uno de los rostros fetiche del cine español, el timbre aflautado de su voz dejaba una (a ratos irritante) huella en todos los amantes de Stanley Kubrick y del cine de terror. El perfeccionista y obsesivo cineasta elegía personalmente a los actores para el doblaje de sus películas, además de supervisar la traducción de los diálogos. Forqué fue la elegida para doblar al castellano a Shelley Duvall, actriz que tenía pocas frases y mucho grito y en cuyo rostro desencajado por el pánico ante el cuchillo y la locura de Jack Torrance siempre veremos de refilón a una burlona actriz española.
¿Qué he hecho yo para merecer esto? (1984), de Pedro Almodóvar
Quizá la imagen más icónica de Verónica Forqué es la de la prostituta Cristal con peluca negra y sujetador de charol pidiéndole un látigo al ama de casa que interpreta Carmen Maura en ¿Qué he hecho yo para merecer esto?. En apenas unos segundos, Forqué se colocaba los pechos, se subía los guantes, le preguntaba al hijo de Maura si se metía caballo, hacía una broma con las drogas y las dietas, se cruzaba indiferente con el desdeñoso marido de su vecina mientras la desgraciada mujer fregaba el vómito de su hijo. Aunque Forqué repetiría con Pedro Almodóvar en un pequeño papel de Matador (1986), y como protagonista en Kika (1993), el personaje de Cristal condensa como pocos el virtuosismo de una actriz inimitable.
El año de las luces (1986), de Fernando Trueba
Es difícil superar al dúo cómico formado por Chus Lampreave y Verónica Forqué. En esta comedia romántica de posguerra interpretaban a dos beatas de la Falange y la Sección Femenina que bailaban una tronchante jota junto a otra gigante del cine español, Rafaela Aparicio. Aisladas en un balneario en la frontera de Portugal, la paz de estas mujeres se veía amenazada por la llegada de un joven (Jorge Sanz) hambriento de sexo. Sanz y Forqué acabarían siendo una de las parejas fetiche de la nueva comedia española con películas como ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?, de Manuel Gómez Pereira, o ¿De qué se ríen las mujeres? y Sin vergüenza, de Joaquín Oristrell.
Madrid (1987), de Basilio Martín Patino
El alemán Rüdiger Vogler (Alicia en las Ciudades) ejercía junto a Forqué de guía por la memoria reciente de un Madrid en plena ebullición y cambio. La película se paseaba por calles tomadas por manifestantes durante el punto de inflexión histórico que supuso la entrada de España en la OTAN o por imágenes de archivo de la Guerra Civil. Todo acompasado por una banda sonora de zarzuelas como La revoltosa, Agua, azucarillos y aguardiente o La verbena de la Paloma. En ese nuevo mapa, Forqué compartía sueños de futuro con Ricardo Solfa, Luis Ciges o el crítico y escritor Ricardo Cantalapiedra.
Bajarse al moro (1989), de Fernando Colomo
La adaptación al cine de la obra de teatro de José Luis Alonso de Santos se convirtió en una de las comedias más populares de finales de los años ochenta. Las guitarras callejeras de Pata Negra, el bullicio de los domingos del Rastro y un reparto encabezado por Antonio Banderas, Juan Echanove, Aitana Sánchez-Gijón y Forqué en el papel de la deliciosa Chusa conquistaron al público con una de las comedias más representativas de aquel Madrid festivo, optimista y urbano.
El tiempo de la felicidad (1997), de Manuel Iborra
La historia de una familia que se instala en la isla de Ibiza durante un verano de los años setenta mientras el padre (Antonio Resines) rueda una película resultó ser una amarga comedia sobre la infelicidad en medio del paraíso. Con un tono elegíaco y nostálgico, Forqué daba vida a una madre idílica, divertida, ligera y amorosa, que escuchaba con paciencia a sus hijos. Un papel precioso que seguía la estela de la madre de Pepa y Pepe, la serie de televisión que también firmaba su marido, Manuel Iborra, y en la que la actriz volvió a mostrar su enorme talento y su singular capacidad para ser a la vez las más alegre y la más triste.
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