La falta de papel complica la campaña de Navidad de las editoriales
La escasez de materia prima genera atascos en los talleres, tiradas iniciales más altas, acumulación de ‘stocks’ y editoriales extranjeras que buscan imprentas
La campaña de Navidad es uno de los momentos clave del sector del libro para equilibrar sus cuentas. Y al nerviosismo tradicional se unen este año las consecuencias derivadas de la falta de papel o, con suerte, su retraso. La tensión se está traduciendo tanto en un incremento de las tiradas iniciales como en una concentración de las reimpresiones para evitar la incertidumbre de quedarse sin material o de tener que hacer cola en las imprentas y verse sin ejemplares para cubrir la campaña.
Son prácticas que no se veían desde hace al menos una década en el sector, que gracias al análisis de los datos de mercado hacía ya tiradas más ajustadas y acudía a reimpresiones específicas. La anticipación y el volumen de los pedidos de distribuidores y librerías, así como el incremento de la presencia de editoriales extranjeras (mayormente de Francia e Inglaterra, pero también de EE UU), que buscan las imprentas españolas para aliviar su misma situación, tensionan como nunca la producción de libros, en un sector que ya asume una subida de precios para 2022.
Jugársela de salida. Un incremento del papel de un 30% y un retraso en su abastecimiento por las papeleras de casi cuatro meses, cuando lo normal eran tres o cuatro semanas, es hoy ya un axioma en el sector. El efecto dominó era inevitable: “Septiembre y octubre hemos tenido cierto atasco y nuestro plazo de entrega de un libro ha pasado de unos 10 días laborables a casi tres semanas; ya nos vamos recuperando”, admite Elisenda Romanyà, de la histórica firma familiar catalana Romanyà Valls, que imprime a sellos como Anagrama y Acantilado / Quaderns Crema. Es un calendario muy parecido al de grandes talleres como los de la navarra EstellaPrint, que alcanzan los 45 millones de ejemplares al año: “Antes entregábamos en tres o cuatro semanas, hoy estamos entre mes y medio y dos meses y, además, con mucha producción comprometida”, asegura Jesús Uranga, su director general.
Su matiz es clave: ante el temor de no llegar a tiempo para Navidad, las editoriales, en especial las de los grandes grupos o las más potentes, han acelerado la entrega de originales, algo siempre más difícil de cumplir para los sellos pequeños. Y no solo eso: con calendarios tan repletos, colocar una reimpresión se antoja misión imposible. “No puedo jugármela a quedarme sin libros el 5 de diciembre”, asegura Diego Moreno, editor-fundador de Nórdica, que, a rebufo de la celebración de los 15 años de la editorial, acaba de lanzar un título especial para la campaña: La Guía Film Affinity. Breve historia del cine. Es paradigmático del momento: con más de 400 páginas y tapa dura, “la tirada inicial prevista era de 3.000 ejemplares, pero la amplié a 5.000 porque sé que a una reimpresión no llegaría… Quien se retrase en las entregas a imprenta lo pasará mal en Navidad”, asegura. Sin dar nombres, afirma que está “ayudando a colegas a encontrar imprentas para hacer sus libros”. La sensación generalizada, sin embargo, es que no habrá tantos problemas en sacar adelante la programación prevista como en reimprimir títulos muy demandados.
Moreno cree que la suya no será una decisión momentánea. “El primer semestre del año que viene mis tiradas iniciales serán seguramente más altas y haré menos reimpresiones; volveremos a modelos antiguos, al menos un tiempo”, vaticina Moreno. “Como estrategia puntual es tan interesante como peligrosa porque la tendencia es a no almacenar; si calculas mal, la devolución puede luego ser un lastre”, apunta Eva Congil, directora general de Anagrama. En su caso no han optado por imprimir más de salida, pero sí por retocar, por ejemplo, la cartulina de alguna colección al prever ya antes del verano dificultades de suministro de materias primeras.
“Si es un título en el que confías has de ser menos prudente de lo habitual en su lanzamiento porque no podemos reeditar a la misma velocidad; lo que antes tenías en ocho o diez días, ahora son dos o tres semanas y en estas fechas no puedes jugártela”, asegura Ofelia Grande de Andrés, directora de Siruela. “¿Peligro de alud de devolución? Ese siempre está, aunque esto lo haces sólo con las apuestas importantes y lo que ves que ya se está vendiendo… Pero ahora el problema es más de tiempo que de cantidades”, concluye.
En EstellaPrint han constatado “muy recientemente” ese incremento de las tiradas de salida, si bien “en títulos muy determinados”, ratifica Uranga. “La demanda se ha complicado para la imprenta: mientras las novedades se planifican con tiempo, las reimpresiones se quieren ya y no se conoce cuándo llegan; se ha incrementado mucho la parte no prevista de impresión, a lo que ha ayudado sobremanera la demanda de Amazon, más errática con los títulos que se disparan de ventas y cuándo”.
La demanda se frena. Al temor de los editores de no tener libros se ha añadido el de distribuidores y libreros que, como en otros ámbitos comerciales, hacen acopio anticipado ante la falta de suministros. “Tenemos distribuidores que ya llevan semanas diciéndonos que pidamos más ejemplares porque las reposiciones de determinados títulos que no son top pero funcionan bien pueden llegar pasadas las fiestas navideñas”, admiten desde una cadena de librerías de Barcelona.
Pero estas peticiones se están haciendo en un momento en que “la demanda empieza a frenarse”, alerta un directivo de un grupo editorial que demanda anonimato. Así, si hasta hace apenas menos de un mes la venta de libros tenía un inaudito crecimiento del 28% con respecto a 2019 (un 14% superior si se compara con 2020), las últimas semanas esa subida “se ha desvanecido hasta sólo un 2%”. La recuperación de cierta normalidad prepandémica en el ocio podría explicar el descenso.
Con la creencia de que la demanda crecerá hacia mediados de diciembre (y de que el comercio electrónico no será tan potente como el año pasado), los grandes editores han incrementado tiradas y reimpresiones para satisfacer a sus clientes. “Si en 2020 seguíamos el ritmo de mercado con tres o cuatro reediciones, ahora las hemos anticipado y concentrado y así optimizamos también los plazos de entrada a máquinas”, coinciden diversos editores.
La ‘presión’ extranjera. La falta de suministros y los problemas de transporte han hecho aflorar una situación poco conocida que se ha agravado en los últimos meses: los encargos que las imprentas españolas reciben de grandes editoriales extranjeras, en su mayoría francesas (con las tres grandes al frente: Hachette, Editis y Gallimard) y algunas italianas, pero también inglesas y estadounidenses (Harper Collins, Simon & Schuster y Houghton Mifflin Harcourt). Las peticiones de estos últimos se dirigen más al formato de bolsillo, capital ahí los primeros meses del año. La sensación del sector es que se han incrementado estos meses. “Es lógico: sus almacenes están a un día o dos de camión del impresor”, constata un editor de un gran grupo. “Menos gente hoy quiere imprimir en China por unos costes que cada vez ya son más elevados y porque el transporte se retrasa y se ha encarecido”, reflexiona Congil. “La aproximación no es de ahora sino de los últimos tres o cuatro años: la producción de libros está volviendo a Europa”, asegura Uranga desde EstellaPrint, donde el 60% de los ejemplares que imprimen son para la exportación.
Los encargos foráneos tensan aún más la cadena del libro en ese eslabón. “La impresión local vuelve y lo hace cuando hay menos imprentas y muchas han estado años sin reinvertir”, asegura otro gestor editorial. “Entre 2009 y 2015 en España han cerrado muchos talleres y la pérdida de competitividad ha sido alta; el sector gráfico es un recurso escaso en un contexto de falta de materias y de presión editorial porque el libro está yendo bien”, resume Uranga.
La barrera psicológica del precio. “Ha subido todo: los costes de electricidad, unas planchas que son de aluminio, las tintas y las colas; eso aparte del papel, aunque en nuestro caso un 90% de las editoriales se lo traen bajo el brazo y sólo se lo almacenamos… El encarecimiento de precios en 2022 será inevitable, entre un 7% y un 10%”, vaticina Uranga sobre un aspecto del que el sector evita hablar. “Es ya de justicia, necesitamos repercutir ese incremento de costes: desde 2008 que casi no tocamos tarifas”, expone Romanyà, que recuerda que “los grandes grupos editoriales nos hicieron incluso bajar precios; ahora es inaplazable”.
Una inflación galopante y una recuperación económica menor vuelven a recordar que el libro no es, para muchos, un bien de primera necesidad. “Hay un acuerdo tácito en el sector de que no afecte demasiado, saltar la barrera psicológica de los famosos 19,90 euros es delicado, te vas de mercado”, admite Congil, que, sin embargo, baraja ya un incremento de precio del libro de “entre 50 céntimos y un euro; habrá que reducir márgenes”. El diagnóstico es idéntico en la cima editorial: “Si se producen, las subidas han de ser muy discretas y, en el caso de la ficción, muy reducidas”, aseguran desde otro gran grupo. Coincide Moreno: “No creo que el mercado esté dispuesto a pagar dos euros más, saltar de los 20 euros es peligroso”, admite. Como reconoce que le queda papel en reserva, “aún no lo he pagado a precios desorbitados, pero lo notaré en el primer semestre de 2022″. ¿Estrategia ante ello? “La programación no voy a recortarla, otra cosa es que me replantee la calidad del papel o la encuadernación”. En cualquier caso, se trata de resistir hasta junio, coincide la mayoría de un sector, como pocos, resiliente y particular como demostró durante el confinamiento.
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