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La basura y la corrupción que atenazan Oriente Próximo

En ‘Costa Brava, Líbano’ la debutante Mounia Akl, con la española Clara Roquet como coguionista, levanta un acertado retrato ecológico, social y familiar de su país

Mounia Akl (izquierda) y Clara Roquet, directora y coguionista de 'Costa Brava, Líbano', en los sevillanos Jardines de la Buhaira.Vídeo: Fotografía: Paco Puentes
Gregorio Belinchón

La familia Badri huyó de Beirut en busca de una vida más apegada a la tierra. En la parcela de arriba, en la ladera de un valle verde y agreste, vive la abuela materna; en medio, los Badri —activistas que se conocieron tras una carga policial en una manifestación en la que ella, Souraya, cantante famosísima, había actuado animando a la concurrencia—, una hija adolescente y otra más pequeña; y la de abajo pertenece a la hermana... hasta que es expropiada por el Gobierno para crear un vertedero. La nueva instalación amenaza con arruinar el sueño ecologista y destruir la unidad emocional familiar.

Así arranca Costa Brava, Líbano, de la debutante Mounia Akl (Beirut, 32 años). “Para mí es tanto una película libanesa como mediterránea”, aduce la cineasta. “Compartimos estructuras familiares marcadas por un patriarcado ancestral. O la conexión con la naturaleza, el cierto caos que se respira en las sociedades, incluso el disfrute de la vida. O el humor como mecanismo de defensa. Clara Roquet [la coguionista] y yo coincidimos en que si contábamos el derrumbe familiar el público encontraría el paralelismo con la situación social”. Y ríe cuando reflexiona sobre un mantra que emana del filme: ya puedes esconderte de los problemas, que los problemas te seguirán allá donde estés. “Tienes que curar tus heridas para poder continuar con la vida. Lo que me vale para el cambio climático. O lo afrontamos o nos devorará”.

Los Badri, protagonistas de 'Costa Brava, Líbano'. En el centro, el actor Saleh Bakri, y a la derecha la actriz Nadine Labaki.
Los Badri, protagonistas de 'Costa Brava, Líbano'. En el centro, el actor Saleh Bakri, y a la derecha la actriz Nadine Labaki.

Roquet (Vic, 32 años) y Akl se han vuelto a encontrar en Sevilla, en cuyo festival de cine concursa Costa Brava, Líbano. Cruzaron por primera vez sus pasos en 2012, en una de las clases de la neoyorquina Universidad de Columbia, donde las entonces veinteañeras se conocieron y reconocieron: ambas empezaban un máster de dirección de cine y las dos procedían de países mediterráneos, de culturas similares. “Allí nos hicimos amigas, sentíamos que teníamos mucho en común”, recuerda la española en Sevilla. A su lado sonríe Akl: “Las dos tenemos la sangre caliente”. Si Costa Brava, Líbano arrancó su andadura en Venecia, Roquet tiene a su vez listo su propio debut en el largo, Libertad, que se estrenó con muy buenas críticas en el festival de Cannes y que llega el 19 de noviembre a las salas españolas.

“De Mounia me encantó su manera de filmar el espacio, nacida de que es arquitecta. Ella montó mi primer corto, El adiós [2015] y al año siguiente coescribimos juntas su cortometraje Submarine”, cuenta la española. “Hemos mantenido la amistad a pesar de vivir en diferentes países. Escribir este largometraje es otra excusa para seguir unidas”. Tenía además sentido que Roquet participara en este libreto, porque Submarine, que describe la crisis de la basura, cuando Líbano estalló por la acumulación de detritus en las calles de sus ciudades, es la semilla de la que nació Costa Brava, Líbano.

Rodaje de 'Costa Brava, Líbano'.
Rodaje de 'Costa Brava, Líbano'.

Si al padre le da vida Saleh Bakri, uno de los actores más populares de Oriente Próximo, a la madre la encarna una estrella, la actriz y directora Nadine Labaki, todo un gancho para las ventas internacionales “Es cierto, pero para mí es una cineasta que vive a pocas manzanas de mi casa en Beirut, con la que pude trabajar el guion y durante toda la preproducción. Somos dos mujeres que hemos crecido en un ambiente muy parecido y que amamos nuestro país”, responde Akl.

Costa Brava, Líbano es una película con alma ecologista y claro activismo social anticorrupción, sin que eso sea el motor de la trama. “¿Sabes por qué se titula así? Por una bellísima zona de playa cercana al aeropuerto de Beirut, a la que bautizaron Costa Brava por su parecido a la región española. La destruyeron para crear un inmenso vertedero que ahora se llama basurero Costa Brava. De ahí la ironía de mi título, que quería remarcar nuestra capacidad para destrozar paisajes maravillosos. Durante el rodaje, creamos un protocolo ecológico muy férreo. Soy muy consciente de que el problema no se resuelve solo reciclando botellas de plástico, sino modificando las estructuras del capitalismo. Y para eso sirven muchas armas. En mi país a veces hay que ser corrupta para acabar con la corrupción”, dice Akl. Roquet se echa a reír antes de empezar a recordar todo lo que vio durante la semana que asistió al rodaje: “El protocolo ecológico se sumó al protocolo covid. Mounia se obsesionó con el coronavirus e iba con un espray echando gel hidroalcohólico sobre la gente”. ¿De verdad? La aludida no lo esconde: “Me volví loca. Y Labaki estaba como yo, pidiéndome todo el rato gel”.

Mounia Akl (izquierda) y Clara Roquet, directora y coguionista de 'Costa Brava, Líbano', en los sevillanos Jardines de la Buhaira.
Mounia Akl (izquierda) y Clara Roquet, directora y coguionista de 'Costa Brava, Líbano', en los sevillanos Jardines de la Buhaira.Paco Puentes

Que la película esté acabada casi parece un milagro, porque al coronavirus hay que sumar la brutal explosión que arrasó el puerto de Beirut, y varios barrios adyacentes, en agosto de 2020. “Nuestra oficina de producción quedó destrozada, el director de fotografía casi pierde un ojo... Cyril Aris [uno de los dos montadores del filme, junto al español Carlos Marques-Marcet] cogió una cámara, salió a la calle, filmó y siguió filmando durante nuestro rodaje, para dejar testimonio de aquel increíble esfuerzo”, explica la libanesa. La española apunta que el documental se titulará Bailando en el borde del volcán, y Akl remata: “Por todo eso, entre el ‘acción’ y el ‘corten’ yo fui inmensamente feliz. Porque el resto era superar obstáculos”.

Como cineasta, Akl asegura que tiene un objetivo: “Hacer una película sobre un problema local que interpele a la audiencia global. Cuando de cría empecé a ver cine no lo hice porque me sintiera identificada con los personajes protagonistas sino porque quería descubrir nuevas culturas. Rodando pensaba en esa niña, en que ojalá vaya a una sala a ver mi película”.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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